Te Tengo. Victory Storm

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Te Tengo - Victory Storm

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en el aire armoniosamente, haciéndome relajar y disfrutar esa experiencia única.

      Lucky y Mike nos hicieron acomodar en una mesa con divanes y silloncitos de cuero negro, de estilo retro.

      El ambiente era ciertamente sombrío, pero agracias a la iluminación y a la bienvenida que se percibía, era imposible no sentirse seguro, bienvenido y listo para ser mimado por el personal afable y siempre dispuesto para asistir ante el menor signo, pero sin resultar invasivo o indiscreto.

      “Adónde lleva esa escalera?”, pregunté a Mike que se había sentado a mi lado.

      “Nunca entré allí, pero me contaron que en el piso superior están los privados y las habitaciones para dormir. No es un albergue, pero Lorenzo Orlando quiso crear una sección para quien tuviera necesidad de quitarse la resaca o hubiera venido con una dulce compañía. Por el contrario, en el sótano hay una gran sala para recepciones especiales y un billar. No sé bien que sucede ahí abajo, pero algunos piensan que está relacionado con el crimen organizado de la familia Orlando. Por último, en el segundo y último piso, debería estar el apartamento del propietario.”

      “De esta forma no pierde de vista sus negocios”, comenté con sospecha.

      “Es un hombre al que le gusta tener todo el control.”

      “Lo había entendido.”

      “Incluso ahora está allí y nos controla a todos nosotros.”

      “Desde su apartamento?”

      “No, desde allí”, me corrigió, indicándome con un movimiento de la cabeza, un espacio elevado en la parte trasera del local.

      “No lo mires! Si te atrapa, si sospecha y nos atrapa!”, me dijo Mike, pero yo era demasiado curiosa. Nunca había visto a un Orlando en toda mi vida y tenía curiosidad.

      Analicé a cada una de las personas que estaban en esa mesa, que se encontraba en una posición privilegiada, a la que se podía acceder a través de una pequeña escalera de seis escalones.

      Había tres hombres y cinco mujeres.

      El hombre a la izquierda estaba ocupado en su celular y no parecía prestar ni la más mínima atención a la conversión del tipo a su derecha, que intentaba contar algo divertido que hiciera reír a las mujeres presentes.

      Me pregunté quién de ellos podría ser Lorenzo Orlando.

      Quizás el que estaba concentrado en el teléfono?

      Desvié la mirada a la derecha y mis ojos se encontraron con los del tercer hombre.

      Completamente avergonzada por haber sido sorprendida mirándolo, bajé la mirada y volví con mis amigos que estaban ordenando una Menabrea.

      Ordené una yo también, sin saber qué era. Todavía estaba sorprendida por esos ojos.

      Incapaz de controlarme y de concentrarme en la conversación de mi mesa, volví a mirar a aquel hombre.

      Me estremecí cuando noté que continuaba mirándome.

      Estaba por quitar la mirada de nuevo, pero una parte de mi decidió mantenerla y no mostrar que estaba incomoda.

      Además, quería saber! Era él, el famoso Lorenzo Orlando?

      Mantuve la mirada encadenada a la suya.

      Incluso si la luz era baja, noté el color ámbar de sus ojos. Un color amarillo ocre con vetas cobrizas.

      Nunca había visto ojos de ese color y quedé sin aliento.

      Tenían algo de magnético, fascinante y hipnótico.

       Es él, Lorenzo Orlando! Estoy segura!

      Me quedé allí admirándolo, dejando fluir la mirada sobre su rostro anguloso, sobre su piel bronceada y sobre su barba descuidada que sombreaba su mandíbula.

      Estaba sorprendida. Esperaba encontrarme de frente a un hombre cuidado hasta en los más mínimos detalles, muy atento en dar una imagen perfecta de sí mismo. Y por el contrario…

      El toque de barba, los cabellos castaños despeinados, algunas ojeras… me daba más la impresión de un hombre que había vivido, uno al que la vida no le había regalado el mundo en sus manos, pero que había tenido que crearse su espacio, él solo.

      Estaba fascinada y encantada por esa imagen.

      Sin embargo, Lorenzo Orlando era cualquier cosa menos un hombre descuidado, excesivamente extravagante o poco atento a los detalles.

      Parecía que cada cosa fuera perfecta en su imperfección y, su traje de seda oscuro, combinaba con la camisa negra abierta en la parte delantera, dándole un aire de poder que brotaba en cada poro.

      Era descaradamente irresistible. Su modo compuesto y controlado como estaba sentado, se llevaba el trago a la boca seductora y me miraba, me perturbaba y me atraía como una polilla al fuego.

       Peligroso y fascinante como un demonio.

      Eso es lo que pensaba de él.

      Todavía estaba atrapada mirándolo cuando lo vi levantar la copa de su Manhattan y hacer un brindis en mi dirección.

      Sentí los pómulos estallar y su sonrisa seductora me hizo entender cuánto era evidente mi vergüenza.

      Me dio tanta vergüenza que quité la mirada.

      Tenía el corazón que me latía muy fuerte, estaba muy agitada.

      La idea de haberme dejado atrapar dos veces mirando a un hombre que nunca habría tenido que encontrar, me hizo dar ganas de escapar corriendo.

       Ginebra, estás jugando con fuego!

      Miré de nuevo a mi mesa y me encontré de frene a una jarra de cerveza.

      Sobre el vaso, estaba la marca de la cerveza italiana Menabrea.

      Hice una mueca.

      Odiaba la cerveza.

      Incapaz de hacer nada, al final me rendí en escuchar a Mike que había comenzado a hablarme de su ex novia, con quien había estado cuatro años.

      Fingí interés por un buen tiempo.

      En realidad, mi mente continuaba a volver sobre aquel hombre a pocos metros de distancia y sobre sus ojos dorados que me hipnotizaban.

      Lamentablemente, después de un cuarto de hora ya estaba aburrida y, sin poder detenerme, mi mirada fue de nuevo a posarse sobre Lorenzo Orlando.

      No podía entender cómo un hombre como él, podía hacerle mal a un Rinaldi.

      A pesar de que intuía un velo de tiniebla y agresividad, Lorenzo parecía una persona demasiado controlada y relajada para hacerle mal a alguien.

      Como si hubiera sentido mi mirada sobre él, de repente lo vi girarse hacia mí.

      Se

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