Maduro para el asesinato. Фиона Грейс
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Aun así, el tráfico podía ser impredecible.
Rápidamente, miró su teléfono. Había dos mensajes más de sus compañeros felicitándola. Cada uno de ellos le provocó un pinchazo de culpa idéntico. Al final, había un mensaje de su asistente, Bianca.
«James dijo que tengo que asistir a una reunión urgente mañana. ¿Sabes de qué va? ¿He hecho algo malo?»
Olivia podía imaginar a la joven y esbelta mujer mordiéndose las uñas con ansiedad mientras esperaba. Olivia había intentado ayudarla a romper este hábito nervioso tanto como podía. Incluso le había regalado una manicura, pero Bianca se había mordido sus uñas acabadas de pintar con la misma desesperación. Al final, Olivia había decidido dejarlo estar. A fin de cuentas, había hábitos peores que morderse las uñas. Una de las otras asistentes había empezado a comer dónuts para aliviar el estrés y había ganado nueve quilos en tres meses.
Olivia escribió una respuesta.
«¡No es nada malo! Es una reunión de grupo, así que seguramente sea evaluación y novedades.
Añadió una cara sonriente y mandó el mensaje. Después dirigió su atención a la lista de vinos.
Hojeando el menú, Olivia volvía a sentirse feliz de nuevo. Le encantaban los vinos italianos y este menú se especializaba en marcas de la región de la Toscana. No había oído hablar de algunos de ellos, pero estaba fascinada con la música de sus nombres. Su mente visualizaba unas colinas verdes ondulantes bañadas por el sol, con hileras perfectas de vides intercaladas por grupitos de olivos.
Sabiendo que Matt prefería el vino tinto, prestó especial atención a ese lado del menú.
Se le fueron los ojos al Tignanello, descrito como un tinto rico y con cuerpo, fabricado con uvas Sangiovese, aromático con el sabor de las cerezas negras. El precio reflejaba su excelente calidad, pero esta era una ocasión especial y ella estaba segura de que Matt estaría encantado de tirar la casa por la ventana.
Estaba emocionada porque, por fin, iban a cenar juntos. Durante las últimas semanas, ambos habían estado increíblemente ocupados y Matt había estado fuera casi de manera constante. Era un chiste permanente entre ellos que Leigh, su asistente personal que viajaba con él, lo veía más de lo que Olivia lo veía.
–Ey, Liv. Siento llegar tarde.
Al levantar la vista, vio a Matt yendo a toda prisa hacia ella a través del ahora lleno y animado restaurante. Llevaba su traje de Armani color carbón más elegante y su pelo oscuro y canoso estaba cortado a la perfección. Era alto, guapo, superexitoso y estaba en forma. Incluso después de cuatro años, Olivia no podía creer que estuvieran juntos.
Nunca se lo confesaría a nadie, pero a veces sentía una punzada de inseguridad cuando pensaba en el buen partido que era Matt. Se consolaba pensando que eso era algo positivo. Después de todo, esto la mantenía alerta, preocupada por su propia imagen y esforzándose por tener un mayor éxito profesional.
–Hola, Matt —lo saludó con una sonrisa—. Qué bien verte. Qué sorpresa que estés de nuevo en la ciudad. Me encanta tu corte de pelo.
Al levantarse, se colocó su vestido ceñido bien por las caderas, esperando que él no viera la tarea de camuflaje que había hecho en sus medias. Se sintió aliviada cuando él le besó la mejilla sin hacer ningún comentario y se sentaron.
Olivia pidió el Tignanello y, mientras esperaban a que llegara, empezó la difícil conversación para la que se había preparado.
–Sé que esto te cogerá totalmente por sorpresa, pero soy realmente infeliz.
Matt subió las cejas de golpe.
–¿Y eso?
Olivia respiró profundamente. Era el momento de disparar.
–Es por el trabajo. El trabajo es el problema.
Matt parpadeó rápidamente, como si no esperara que ella dijera eso.
–¿A qué te refieres? —preguntó con cautela.
–Siento como si hubiera vendido mi alma. Mi vida se está desviando por una tangente que nunca esperaba y… lo odio.
La verdad, y la razón por la que ella sentía como si hubiera traicionado sus principios, era que Valley Wines iba en contra de todo aquello en lo que ella creía.
La primera vez que Olivia había asisitido a una cata de Valley Wines, después de beber solo dos copitas, se levantó al día siguiente con un fuerte y despiadado dolor de cabeza que le duró todo el día.
Dos copitas de vino normalmente no tenían un efecto tan perjudicial. Interesada en saber qué había exactamente en estos vinos, había estado indagando. No había sido fácil, pero Olivia era paciente y constante y le encantaba el reto de un rompecabezas que era difícil de resolver. Con investigación en línea, minuciosas llamadas telefónicas y reuniones confidenciales cara a cara, había descubierto la verdad.
–He estado investigando a la empresa y son horribles. No se están representando bien. Prácticamente es una estafa y mi campaña de marketing está haciendo creer a todo el mundo sus afirmaciones.
Matt frunció el ceño.
–Pero Liv, las campañas de marketing son para eso.
–¡No! —protestó ella—. Esto es diferente. Esto no es simplemente vino barato, es un vino basura.
–¿Qué quieres decir?
–No hay viñedos de propiedad familiar. Todas las uvas se cultivan de manera industrial y se cosechan con máquinas, y usan uvas de donde sea. Cuanto más baratas, mejor. Ni tan solo puedes hacer una visita a la bodega.
–¿Y eso por qué? —preguntó Matt.
–Porque no hay ninguna —confesó Olivia—. Hay una enorme planta de fabricación y, básicamente, cogen zumo de uva alcohólico y lo remiendan con montones de polvos, sabores artificiales y aditivos. Han investigado qué sabor gusta a la mayoría de gente y los bromatólogos han creado perfiles de sabor que ellos igualan usando los aditivos. Eso es lo que son el Valley blanco y el Valley tinto.
Matt parecía escéptico mientras ella continuaba.
–Utilizan montones de sulfitos, lo que sirve para prolongar el tiempo de caducidad y también para que todos los lotes tengan el mismo sabor. No sé si es por los sulfitos o por otra cosa que hay en el vino, pero cuando lo bebo me hace sentir fatal.
–Sigo sin ver el problema. Es un vino malo, ¿y qué? ¿No puede decidirlo la gente cuando lo pruebe? —preguntó Matt.
Olivia soltó un suspiro de frustración.
–El problema es que ahora todas las tiendas están llenando sus estanterías con él y eso significa que hay menos espacios para otras marcas. Así que mi campaña está haciendo daño a las compañías que realmente se preocupan del vino y que lo hacen de forma adecuada. Siento que he perjudicado a buenos enólogos que no lo merecían.
Olivia se avergonzaba cuando pensaba en el éxito del eslogan, ahora famoso, que se le había ocurrido: «Valley y sus vinos te