Maduro para el asesinato. Фиона Грейс
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Maduro para el asesinato - Фиона Грейс страница 7
–Imagina estar en la campiña de la Toscana, en territorio vinícola. Sentirte parte de una comunidad y hacer amigos que viven justo al lado de casa.
–Suena increíble. —Bianca asintió, con los ojos muy abiertos.
–No puede ser tan difícil fabricar vino, ¿verdad? Me refiero a que yo sé algo acerca de qué sabor se supone que debe tener. —Olivia vació su copa.
–No creo que sea tan difícil —le dio la razón Bianca—. ¿Cultivas las uvas, las recoges, las aplastas y después las mezclas? No parece complicado. —Asintió pensativamente, mirando fijamente a su copa vacía.
–Me alegro de que pienses así. Sabes, tengo treinta y cuatro años, vuelvo a estar soltera y puedo contar mis buenas amigas con los dedos de una mano —confesó Olivia—. Incluso aunque hubiera tenido un desagradable accidente que implicara maquinaria pesada, todavía podría contarlas con esa mano. En las raras ocasiones en las que nos reunimos, nos abrazamos y decimos que somos tan íntimas que es como si nos hubiéramos visto ayer. Pero lo cierto es que vivimos lejos y, a medida que pasa el tiempo, nos vamos alejando la una de la otra cada vez más.
Bianca parecía cabizbaja.
–Sé a lo que te refieres. Es muy triste.
–Empiezo a querer algo más de la vida. —Olivia suspiró y vació su copa—. Pero es una idea ridículo. Eso no podría pasar.
–¿Por qué no? —preguntó Bianca—. Creo que es maravilloso. Parece exactamente el cambio que tú necesitas. Tal vez deberías hacerlo. Ve allí de vacaciones y mira si hay oportunidades. En todo caso, tómate las vacaciones. Te lo mereces. No te has tomado más de dos días libres en el último año.
Olivia sonrió.
–Solo es un sueño. La realidad es diferente. Pero sí, tal vez pediré un permiso y me tomaré unas vacaciones. Parece una buena idea.
Se comió el último trozo de pizza y miró el reloj.
–Todavía no puedo ir a casa —dijo—. Le di hasta las diez a Matt para sacar sus pertenencias. Estoy segura de que ahora está allí y no quiero volver a verlo.
–¿Y si abro otra botella? —sugirió Bianca—. Creo que podemos utilizar otra copa.
–Eso es una buena idea —dijo Olivia.
Pero cuando Bianca trajo las copas nuevas de la cocina, Olivia miró el vino con desconfianza.
Había algo en ese color tinto llamativo y acuoso que le resultaba familiar. Lo olió, inhalando un aroma dulzón y artificial que reconocía perfectamente bien.
–¿Qué es? —preguntó, manteniendo un tono coloquial.
–Es una botella de Valley tinto —dijo Bianca, que parecía nerviosa—. No te importa, ¿verdad? Ya sé que no es tan bueno como el que hemos estado bebiendo, pero nos regalaron una caja gratuita a cada uno con el lanzamiento.
Mirando su cara de preocupación, Olivia decidió que había momentos en los que ceñirse a sus principios y momentos en los que era más importante ser amable.
–El vino gratuito siempre es un buen vino —dijo con valor.
La cabeza le punzaba por anticipado mientras levantaba la copa.
Haciendo todo lo que podía para no poner caras mientras se tragaba el zumo de uva adulterado, Olivia se hizo una promesa a sí misma.
Esta era la última vez que bebía esta bazofia producida en una fábrica. Se propuso que, costara lo que costara, sin importar lo mucho que tuviera que suplicar a James o el daño que esto le causara a su carrera profesional, iba a rechazar seguir trabajando en las cuentas de Valley Wines.
CAPÍTULO CINCO
El sol de la mañana se colaba cruelmente por las cortinas blancas del dormitorio de Olivia, dándole martillazos en su dolorido cráneo.
–«El Valley tinto te destrozará la cabeza» —gruñó. Se incorporó con cuidado, haciendo un gesto de dolor.
A media botella del mejor vino de la Toscana le había seguido una gran copa de zumo de uva alcoholizado, cargado de sulfitos y con potenciadores de sabor. Por lo menos sabía que se había buscado su dolor de cabeza. Y el vino le había proporcionado un entumecimiento bienvenido cuando había vuelto a su apartamento medio vacío, donde las estanterías desordenadas y las marcas de zapatillas en la alfombra eran la prueba de que Matt había hecho una limpieza apresurada de todas sus pertenencias por la noche.
Bueno, ya estaba fuera de su vida para siempre. Adiós y hasta nunca.
Fue hasta el baño arrastrando los pies y se tragó dos Advil con un vaso grande de agua. Después se metió de nuevo en la cama, con la esperanza de que empezaran a hacer efecto pronto, pues le dolía incluso pensar.
Para pasar el tiempo, Olivia abrió su teléfono y echó un vistazo a sus redes sociales. Durante semanas, no había tenido tiempo de actualizar su cuenta personal ni de ponerse al día con lo que estaban haciendo sus amigos.
Se movió por Instagram y se alegró al ver que una de sus compañeras de su anterior trabajo había adoptado dos gatitos. Su feed estaba lleno de fotos de la pareja de pelirrojos, jugando el uno con el otro, persiguiendo juguetes y echando una siesta.
Otra conocida había asistido a una boda en Hawái y Olivia estaba fascinada con las coloridas fotos.
Después abrió los ojos como platos cuando apareció la siguiente foto.
Era una villa de la Toscana dramáticamente hermosa. Olivos, piedra de un cálido color arena, con una vista de colinas y viñedos a lo lejos. Por un momento se sintió como si a su propia imaginación se le hubiera ocurrido esa foto.
Después vio que estaba en el feed de su amiga Charlotte.
Charlotte era la amiga más antigua de Charlotte. Cuando estaban en la escuela habían sido las mejores amigas. Cuando ambas eran tan solo niñas, habían fingido que eran hermanas, o incluso gemelas, para la gente que no las conocía. Con los años, habían ido perdiendo cada vez más el contacto, pues habían trabajado en ciudades diferentes durante demasiado tiempo. Ahora Olivia recordaba que Charlotte iba a casarse pronto. Tal vez ella y su prometido estaban por ahí en busca de lugares para la boda.
«#vibras de villa» —había escrito Charlotte—. «veranoenlaToscana#vino#libertad».
Olivia escribió un comentario.
«¡Parece increíble!»
Para su sorpresa, sonó una respuesta casi de inmediato.
«¡Ven de visita! Estoy aquí sola y buscando a alguien con quien compartir. ¡Tiene dos habitaciones y está alquilada para el verano!»
«¿Sola?» —escribió Olivia, con un emoji de sorpresa—. «¿Y qué pasa con la boda?»
«La cancelé. #solteríaeslibertad #vivirbieneslamejorvenganza» —le mandó Charlotte con una serie de caras sonrientes.
Olivia miró fijamente el mensaje anonadada. ¿Qué le había pasado a su amiga para tomar una decisión