Maduro para el asesinato. Фиона Грейс

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Maduro para el asesinato - Фиона Грейс Un misterio cozy en los viñedos de la Toscana

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manera automática, Bianca se llevó la mano a la boca y Olivia resistió el deseo de agarrarle la muñeca mientras ella se mordisqueaba la uña del dedo pulgar.

      –No sabía a qué otro sitio ir —confesó Olivia.

      –¿Ha pasado algo? —preguntó Bianca.

      –Matt me invitó a cenar y rompió conmigo. Me acordé de tu dirección. Tengo vino —añadió Olivia amablemente, como si esto pudiera sellar el trato.

      Bianca dejó ir un grito ahogado de horror.

      –Oh, Olivia, eso es horrible. Entra. ¿Estás bien? Debes estar en estado de shock. Por favor, siéntate. ¿Quieres que te haga un té dulce? ¿No es eso lo que se supone que se tiene que hacer para el shock? ¿Tienes frío o respiras poco profundamente?

      –Estoy bien —dijo Olivia.

      –¿Has comido? Pedí una pizza grande porque iba a guardar un poco para el desayuno. Acaba de llegar. Hay más que suficiente para dos.

      –Eres muy amable.

      Aunque todavía echaba humo por el enfado, Olivia se dio cuenta de que se estaba muriendo de hambre. Se había saltado la comida a la expectativa del banquete que disfrutaría en Villa 49.

      Aun así, se sentía como una intrusa en el espacio de Bianca. Trabajaban juntas doce horas o más al día, pero realmente nunca habían tenido la ocasión de hacerse amigas o de hablar de algo que no estuviera relacionado con informes de publicidad.

      Dejó la botella de vino al lado de la caja de pizza en la limpia cocina de Bianca, lo abrió y sirvió una copa grande para cada una, con la esperanza de que esto las haría sentir cómodas.

      –Lo pedí para beberlo con la comida. Es de la Toscana —dijo.

      Levantando la copa, inhaló el buqué. Rico, con cuerpo y aromático, el aroma recordaba a las cerezas oscuras. Este era un vino hecho con pasión y cuidado. Era magnífico.

      Tomó un pequeño sorbo y sintió que el sabor bailaba en su lengua. Era como si su boca estuviera rebosante.

      Por un momento, Olivia se lamentó de que podría haber disfrutado de este vino con la comida buena del restaurante… pero una pizza pepperoni rústica, cargada de queso, era la segunda mejor opción que se le ocurría. La pasó a los platos y se fueron a la sala de estar, donde el aire acondicionado mantenía a raya el calor de la noche de verano.

      Bianca y ella se sentaron una delante de la otra. Bebieron el vino al unísono. Después se comieron un trozo de pizza cada una. La corteza era crujiente y mordisquearla trajo un silencio incómodo al apartamento.

      Antes de que se diera cuenta, Olivia estaba llenando de nuevo las copas y, de repente, el silencio ya no se hizo impenetrable.

      –Hacer eso es horrible —dijo con empatía Bianca, que parecía ansiosa de nuevo—. Invitarte a cenar y después romper contigo.

      Olivia asintió.

      –Descubrí que se estaba viendo con su asistente personal a escondidas.

      –¿Qué? —Bianca parecía escandalizada.

      –Mañana se va de vacaciones con ella a las Bermudas. Así que estoy más aliviada que nada. Se ha quitado la careta. Es un mentiroso desconsiderado. Me libré por los pelos. —Le vino un pensamiento—. Por cierto, ¿notas algo raro en mis medias?

      Bianca las miró.

      –¿Qué se supone que tengo que buscar? —preguntó—. Es un vestido precioso.

      –No importa. Solo lo estaba comprobando.

      Olivia sintió una ola de alivio por no estar ya en una relación con un hombre hipercrítico que era evidente que tenía una visión de rayos X.

      Tomó otro trago del increíble vino.

      –Tengo que ser sincera contigo, no soy feliz en el trabajo.

      –¿Por qué? —Estrechando las manos, Bianca se inclinó hacia delante.

      –Me siento quemada. En cierto sentido, me siento atrapada. Quizá solo sea esta campaña, pero ahora mismo estoy totalmente desmoralizada.

      –¿Por las horas extra?

      –En parte, pero también porque estoy preocupada porque he traicionado mis principios.

      Justo a tiempo, Olivia recordó que no debía contarle todos los detalles de fabricación de Valley Wines a Bianca, pues su asistente todavía tenía que trabajar en la cuenta. Continuó, escogiendo con cuidado sus palabras.

      –Nuestras cuentas son todas grandes entidades corporativas sin alma. Aquí no está mi pasión. Quiero apoyar a los pequeños negocios y las marcas artesanales. Quiero formar parte de ese estilo de vida, en lugar de atrapada en una carrera de locos donde las marcas sin personalidad están batallando por la supremacía, usando nuestras agencias como sus armas.

      Bianca parecía impresionada por su arrebato. Asintió solemnemente y, a continuación, soltó un fuerte hipo.

      Olivia también estaba impresionada. Hasta ahora, no había encontrado las palabras adecuadas para su perspectiva de forma tan elocuente.

      –¿Pedirías que te cambiaran a una cuenta diferente? —preguntó Bianca.

      Olivia suspiró.

      –No sé si James me dejaría, pues esta ha sido un gran éxito. Puede que quieran hacer un seguimiento. Además, como una de las agencias más grandes, tenemos tendencia a encargarnos de las marcas más grandes. No creo que tengamos un producto boutique en nuestro haber.

      –Eso es un problema —le dio la razón Bianca.

      Olivia se preguntó en un momento de confusión cómo había llegado a este punto. Estaba atrapada en la carrera de locos. Tenía que trabajar para poderse permitir su caro piso y necesitaba su caro piso porque estaba cerca del trabajo. ¿Cómo podía bajarse de la rueda del hámster sin provocar un gran accidente a lo largo del camino, se preguntaba.

      –¿Sabes?, tengo un sueño extraño acerca de un estilo de vida alternativo —le explicó Olivia a su asistente.

      –¿Cómo una hippy? ¿Con una autocaravana? —se aventuró Bianca.

      –No, diferente a eso —Olivia sentía vergüenza de estar explicando su sueño, pues nunca había hablado de él. Ni tan solo con Matt, lo que ya estaba bien, o posiblemente él hubiera encontrado tantos problemas en él que se hubiera hundido hace tiempo.

      –Bueno, dime. ¿Qué? —Bianca se inclinó hacia delante con curiosidad.

      –No puedo —Olivia se sentía avergonzada de expresar su idea imposible.

      –Bueno, ahora tienes que hacerlo, o no podré dormir por la noche por la curiosidad —la animó Bianca.

      Olivia respiró profundamente.

      –Me encanta el vino. —Hizo una pausa para poner en orden sus pensamientos—. Me gustaría llegar a formar parte de esta industria, comprar un pequeño viñedo y fabricar mis propios vinos. Siempre me he imaginado a

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