Maduro para el asesinato. Фиона Грейс
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–¡Ya me gustaría! ¡Tal vez la próxima vez! —respondió.
Cerró los ojos. Si hubiera tomado mejores decisiones en la vida, podría estar sentada en un columpio de hierro forjado, charlando con Charlotte bajo un olivo, mirando desde arriba a un patio de piedra con una vista de colinas y viñedos a lo lejos. Casi podía imaginar cómo la suave brisa tiraría de su pelo mientras ella sorbía una copa fría de Chianti.
El mecanismo de afrontamiento de Charlotte parecía mucho más constructivo. Por otro lado, Charlotte no había estado en la agonía de una campaña de trabajo enorme como estaba ella.
Olivia recordó su importante reunión de aquella mañana. ¿Tendría el valor de hacer lo que había prometido anoche y se tomaría un tiempo libre, y después le diría a James que quería trasladarse a otra cuenta?
Ahora, con la luz cegadora del día, con dolor de cabeza, parecía ridículo. No podía hacer una cosa tan irresponsable y tan improvisada. Decepcionaría a la gente. Pensarían mal de ella. De todos modos, James diría que no. Probablemente se reiría en su cara.
Desviando su atención de Instagram, Olivia vio para su horror que ya eran las seis de la mañana.
Mientras ella había perdido el tiempo charlando en línea y soñando con la Toscana, había sonado un mensaje en su teléfono. Era de James.
–Olivia, te necesito aquí para las siete menos diez de la mañana como muy tarde. Ahora tenemos al equipo ejecutivo de Kansas Food al completo para asistir a esta reunión. Necesito darte instrucciones de antemano.
Daba igual lo rápido que saliera de su apartamento, iba a llegar tarde para estas importantes instrucciones.
Maldiciendo en voz baja, Olivia salió de la cama de un salto, cogió el primer atuendo formal del que pudo echar mano, se lo puso como pudo y se fue corriendo al baño para maquillarse.
Cuando encendió la luz, con un pum, la bombilla se apagó.
Olivia volvió a decir palabrotas. Ella casi nunca llegaba tarde. Bueno, no con frecuencia. Pero cuando lo hacía, ¿por qué la vida conspiraba contra ella de ese modo?
Se aplicó el maquillaje en la semioscuridad, haciendo una nota mental para comprobar si el rímel se había corrido.
A continuación, cogió su bolso y sus carpetas del trabajo y salió a toda prisa del apartamento.
Cuando pasó por el apartamento de al lado, se abrió la puerta.
–Hola, desconocida. Quería hablar contigo.
Era Len, su vecino. Len «el Brasas», tal y como lo apodaba ella, porque nunca podía terminar una conversación rápidamente. Ni tan solo podía empezar una rápidamente, si era honesta. Len ganaba una fortuna haciendo algo oscuro en IT y era particularmente excéntrico.
Olivia sonrió, aunque ella notó que era más bien una mueca de estrés. De todos los días que había, Len había escogido hoy para salir de su casa a la misma hora que ella.
–Lo siento. Llego muy tarde al trabajo y… —empezó a decir Olivia.
Len continuó como si no la hubiera oído, aplanándose con la mano su pelo revuelto. Parecía que todavía iba en pijama. Aunque Len siempre tenía este aspecto, así que tal vez solo tenía pijamas.
–Hace un año te pregunté si considerarías vender tu apartamento. Me gustaría recordarte la oferta pues tengo una urgente necesidad de espacio adicional, y no existe ningún otro lugar en esta ciudad que tenga esta capacidad de fibra. Ya sabes, además de necesitar un estudio para el trabajo, ahora tengo un conjunto completo de modelos de tren HO, que ocupa una habitación entera, igual que dos hechos a escala Z, que puede que tengan una medida más pequeña, pero que requieren un inmueble considerable.
–¿Ah, sí? —Olivia dio un suspiro para rechazarlo educadamente, pero él continuó.
–También he adquirido tres gatos adicionales, que necesitan su propio cuarto de juegos. No los puedo poner con los trenes. —Negó con la cabeza tristemente—. Lo intenté y no acabó bien. Puede que te alegre saber que los trenes tenían las de perder.
–Eso es un alivio —dijo Olivia.
–Estoy preparado para aumentar mi oferta.
Olivia se sentía preparada para gritar.
–Len, no, lo siento mucho. Lo siento por tus gatos y por tus trenes. Y por tus gatos adicionales. Y por tus nuevos trenes más pequeños. No quiero vender, pero prometo que si cambio de opinión, serás el primero en saberlo.
Len parecía no estar escuchándola ya. En su lugar, la estaba mirando de forma extraña.
–¿Te has hecho daño? ¿Tu novio y tú habéis tenido un altercado violento?
Olivia parpadeó.
–No. ¿Por qué?
–Tu ojo izquierdo parece estar ennegrecido.
–Oh. Es mi maquillaje. Gracias por decírmelo.
Fregándose frenéticamente debajo del ojo con los dedos, Olivia salió a toda prisa por la puerta de salida.
Media hora más tarde, llegó a la alta torre de oficinas cubierta d cristal donde JCreative ocupaba las dos plantas de arriba.
Cogió el ascensor para subir, deseando que se moviera más rápido y echó a correr en cuanto sus pies tocaron el pasillo enmoquetado. Irrumpió en la oficina de James a las siete y un minuto.
–Siento llegar tarde —dijo con la voz entrecortada.
James estaba sentado en su silla de director, que Olivia pensaba que le quedaba grande. la miraba seriamente, como si su llegada demorada fuera una enorme decepción.
Mirándolo fijamente, Olivia sintió un escalofrío de miedo, porque se veía a ella misma por el mismo camino. Esto era lo único que él conocía… esta empresa era su vida. Se había divorciado hacía unos años y apenas veía a sus hijos. Aunque era verano, ella se dio cuenta de lo pálida que estaba su piel, como si nunca tuviera la oportunidad de relajarse al sol, cuando pasaba todo su tiempo jugando al juego empresarial en las salas de juntas.
–Siéntate. Tengo noticias interesantes para ti —le dijo.
–¿De qué se trata? —preguntó ella, forzando una sonrisa.
–Kansas Foods, el holding empresarial de Valley Wines, está impresionado con el éxito de esta campaña. Bromean con que le hemos puesto un corcho a su oposición.
Olivia hizo una sonrisa más amplia, deseando que esta fuera realmente una buena noticia.
–En realidad, no es una broma, de hecho. Tres marcas competidoras han perdido tanto espacio en las estanterías que seguramente saldrán del negocio. —Ahora James sonreía.
–Es… esto. —Olivia no podía forzarse a decir la palabra bueno. Era terrible y ella tenía la culpa.
–Así que, por el momento, gestionaremos toda la cuenta corporativa