Maduro para el asesinato. Фиона Грейс

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Maduro para el asesinato - Фиона Грейс Un misterio cozy en los viñedos de la Toscana

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sintió que se le congelaba la sonrisa.

      –Eso es genial. Todo un logro. —No estaba segura de cómo sonó, pero esperaba que James no sospechara cómo se sentía por dentro.

      –Ahora podrías estar preguntándote qué significa esto para ti —dijo James. Hizo una gran sonrisa—. Esperemos que no tengas muchas vacaciones planeadas. Vas a asumir una carga de trabajo considerable, pues vas a estar al frente de todas las campañas importantes. Tendrás que contratar personal extra y dividir tu tiempo entre aquí y su ofician central, que se encuentra en Wichita. Supongo que pasarás una semana aquí y otra allí. Esto no debería de ser un problema para ti. No estás casada, ¿verdad?

      Olivia se mordió la lengua para no responder. ¿Por qué iba a cambiar las cosas su estado civil? Sí, resultaba que desde ayer estaba sin novio, pero ¿por qué James, un hombre divorciado, daba por sentado que no estar casada y ser soltera era lo mismo para ella?

      –No lo estoy —dijo fríamente.

      James parecía sorprendido, como si esperara que sus palabras fueran recibidas con una conformidad servil.

      –Recibirás un ascenso a Directora de Cuentas, un considerable incremento de sueldo y la estructura de bonificación es el doble de lo que tenías anteriormente. Así que se puede hacer un montón de dinero, mi niña. Un montón de dinero. —Se frotó las manos.

      Olivia parpadeó. Ella pensaba que ya había hecho mucho dinero. Si iba a venir más, ¿cuánto más sería? ¿No decían que todo el mundo tenía un precio? Empezaba a preguntarse si ella lo tenía.

      –Yo… —empezó a decir Olivia, pero James no se detenía.

      –Una de las cuentas más grandes que tendremos con nosotros será Daily Loaf —que es su pan. —Tocó las teclas de su portátil—. Su director ejecutivo me dio algunos detalles ayer. Tiene un tiempo de caducidad de hasta dos semanas. Hasta dos emanas. ¿Lo puedes creer?

      –Increíble —dijo Olivia. Por dentro, sentía pánico. No quería promocionar pan con un tiempo de caducidad de dos semanas. Quería trabajar con barras de pan artesanales, molidas a la piedra, cocidas en hornos de arcilla rústicos.

      –El sabor de la firma se mejora con una mezcla de sacarosa y sirope de maíz, lo que hace al pan especialmente delicioso —continuó diciendo James—. Creo que podemos meter esto en la campaña. ¿Quizás algo como «¿Otra rebanada? No te quedes con las ganas»? Tú sabrás darle la última pincelada, estoy seguro. También tienen una versión saludable. Tiene un diez por ciento de harina de trigo integral añadida y, evidentemente, menos azúcar.

      James echó un vistazo a su portátil.

      –No, veo que el pan saludable tiene el mismo perfil de azúcar. Pero trigo integral añadido, evidentemente, esa es una gran palabra de moda ahora mismo. Daily Loaf tiene un grandísimo potencial y estoy impaciente por ver lo que se te ocurre.

      Sonriendo débilmente, Olivia empezaba a sentirse mal.

      –Será fantástico si se te pueden ocurrir algunas ideas, eslóganes e indicaciones a bote pronto para poder impresionarlos en la reunión. Sé que se te da bien lanzarlos. —Levantó una ceja cómplice.

      Olivia se estremeció. ¿Era eso lo que ella pensaba?

      –Te he puesto por las nubes, así que el equipo ejecutivo tiene grandes expectativas. Esperan el mundo de ti, pero yo sé que tú cumplirás. En fin, volvamos a los productos. Permíteme que te informe sobre los refrescos…

      Olivia se levantó. No podía escuchar una palabra más. Ni tan solo la perspectiva del dinero, la bonificación y el ascenso podrían convencerla de otra cosa. No importaba cuánto fuera.

      –Todo esto suena muy emocionante —dijo—. Pero creo que no es para mí.

      No podía creer las palabras que estaban saliendo de su boca. La expresión horrorizada de James le decía que no era la única. Incapaz de detenerse, sintiendo que era ahora o nunca y que ya había cruzado la línea, Olivia continuó:

      –Por desgracia, ya no puedo trabajar para esta marca ni cualquier otra marca asociada. Así que, por ahora, presento mi dimisión. Por favor, acéptala verbalmente.

      –¿Qué narices es esto? —farfulló James—. Estás diciendo tonterías. Esto es de locos. ¡No puedes levantarte e irte!

      —Me marcho —dijo Olivia con firmeza.

      Con un suspiro profundo, se levantó y se fue de la sala. Tras ella oyó el grito desesperado de James.

      –Olivia. ¡No te vayas! ¡Tenemos que hablar!

      Manteniéndose fuerte, se obligó a continuar caminando y a no mirar atrás.

      Fuera, en la calle, sintió una terrorífica sensación de libertad. Giró la mirada hacia el exterior de cristal oscuro del edificio sintiéndose estupefacta. Las manos le temblaban por la conmoción. ¿Qué acababa de hacer? Había sido un momento de locura, pero no había marcha atrás.

      Este no era su lugar de trabajo no lo volvería a ser nunca. No volvería a poner un pie dentro por el resto de su vida.

      El miedo y la esperanza cuajaban en su interior mientras abría Instagram y volvía a mandar un mensaje a Charlotte.

      –He cambiado de opinión —escribió—. ¿Todavía está disponible la villa?

      Aguantando la respiración, esperó la respuesta.

      CAPÍTULO SEIS

      El montón de ropa encima de la cama de Olivia iba creciendo.

      Hasta ahora, incluía vaqueros, pantalones cortos, camisetas, tops informales y tops elegantes, y también algunas partes de arriba de manga larga y una chaqueta.

      Se sentía emocionada ante la expectativa mientras miraba fijamente la ropa. En pocas horas se estaría subiendo a un avión. Mañana por la mañana, llegaría a la Toscana.

      –Me voy. Me voy de verdad. No me lo creo —dijo.

      Esta mañana se había levantado con resaca, estresada y odiando su trabajo. Solo dos horas más tarde, se había marchado, había reservado su vuelo y estaba haciendo la maleta para el viaje.

      Vale, por lo menos esta mañana tenía un trabajo. Hoy señalaba la primera vez en doce años que era una mujer en el paro. Pero después de sus vacaciones de dos semanas en la Toscana, podía buscar otro trabajo. Dos semanas era mucho tiempo. Se extendía ante ella, lleno de emoción y posibilidades.

      Hurgó en el fondo de su armario en busca de sus mallas de correr. Hacía mucho tiempo que no corría. De hecho, hacía años. Odiaba correr, pero estaba segura de que en Italia le encantaría. Y tenía que mantenerse en forma, especialmente porque cada noche estaría bebiendo vino y comiendo pasta con salsa cremosa. Y pizza deliciosa con queso y pan crujiente untado en aceite de oliva y vinagre balsámico.

      Pensando en todo esto, Olivia añadió sus pantalones de yoga al montón. Nunca había sido una persona de yoga y solo se había comprado los pantalones porque una vez pensó en asistir a clase. Pero podía hacer yoga en la villa. Podía buscar en Google cómo hacerlo. Se imaginó a sí misma manteniendo el equilibrio con elegancia sobre sus manos mientras amanecía.

      Al

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