El orden de 'El Capital'. Carlos Fernández Liria

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El orden de 'El Capital' - Carlos Fernández Liria Pensamiento crítico

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(atrayendo o ahuyentando capitales, desplazando trabajadores... etc.) si se acepta la validez de algún concepto al menos análogo al de previsible (aunque siempre irreal) equilibrio en un sistema de competencia dado. Evidentemente, nada de esto implica afirmar que la realidad esté realmente en algún momento en equilibrio.

      Por último, conviene adelantarse a la objeción que nos reprocharía las simplificaciones que realizamos. En efecto, para explicar algunos conceptos, proponemos modelos extraordinariamente simplificados (por cierto, tal como hace Marx). Es indiscutible que un modelo de sólo tres sectores (y en ocasiones dos, e incluso uno solo) no se corresponde ni remotamente con la complejidad de lo real. Sin embargo, para denunciar la ilegitimidad de una simplificación no basta con demostrar que es muy simple y no se corresponde con la riqueza de lo real. Por el contrario, hay que demostrar que, cuando se añade la complejidad necesaria, no sólo se complica el asunto, sino que se modifica sustancialmente el problema. Sin embargo, lo que hemos intentado demostrar es precisamente que si, en vez de tres sectores, introducimos 10.000, tendremos un cálculo más complicado, pero no un problema distinto.

      Respecto a la organización del libro, sólo queremos en esta introducción señalar que, aparte de las notas a pie de página (en las que sólo se incluyen referencias bibliográficas), el texto está escrito con dos tamaños de letra distintos con el objetivo de que se puedan realizar dos niveles de lectura. En efecto, el texto en letra más grande se tendría que poder leer de un modo autónomo. Por su parte, en letra pequeña se introducen, por un lado, fragmentos que pueden ser de interés a quienes pretendan un estudio más en profundidad de la obra de Marx (pero que podrían resultar superfluos a quienes busquen en este libro más bien una introducción a El capital) y fragmentos en los que se proporciona una fundamentación o una explicación adicional de lo que defendemos, pero que, en todo caso, no resultan imprescindibles para poder seguir el argumento.

      Por otro lado, también en letra pequeña se introducen algunos comentarios, desarrollos o anotaciones que, generalmente, suelen encontrarse en notas a pie de página. El motivo por el que los hemos incorporado en el cuerpo del texto ha sido, más que nada, para obligarnos a nosotros mismos a evitar que esos comentarios al margen supongan una interrupción de la línea argumental que termine dificultando la lectura (tal como, en ocasiones, ocurre con las notas a pie de página).

      Dicho todo esto, no nos queda para cerrar esta introducción más que, con Marx, dar nosotros también la bienvenida a todos los juicios fundados en la crítica científica. Confiamos, eso sí, en que esa crítica se haga del modo más honesto y menos dogmático posible. En un mundo tan injusto como el nuestro, la verdad desnuda debe ser siempre el principal aliado de los explotados. Y, desde luego, la causa de la verdad no puede encontrar nada útil en la obsesión por mantener inmaculado el corpus doctrinal de lo que fue una ideología de Estado (ideología que, además, jamás hizo grandes esfuerzos por ser rigurosa con la letra ni con el espíritu de Marx). Por otro lado, El capital no es una obra terminada. Excepto el libro primero, el resto quedó, a la muerte de Marx, muy lejos de recibir su visto bueno para la publicación. El siglo y medio de controversias interminables respecto a los mismos temas da también buena muestra de la oscuridad que existe en algunos puntos, y seguir disimulando para intentar que no se note es algo inaceptable desde el punto de vista tanto de la verdad como de la justicia. La fecundidad de la teoría marxista seguirá cercenada mientras se sigan disimulando las dificultades, rellenando con propaganda los huecos del desarrollo científico, realizando deducciones confusas y fingiendo que se entienden con total claridad, colocando gráficos allí donde faltan conceptos y presentando como certezas absolutas las tesis más dudosas. Por nuestra parte, hemos tratado de adoptar el mayor compromiso posible con la claridad y la sencillez, movidos por la convicción de que un texto transparente es la única garantía que se puede ofrecer contra los recovecos que necesita cualquier engaño para poder anidar. En qué grado lo hayamos conseguido es algo que, como es lógico, no podemos juzgar nosotros.

      PRIMERA PARTE

      Rescatar a Marx del marxismo.

      Consideraciones sobre el Índice de El capital, el Prefacio de 1867 y el Epílogo de 1873

      Capítulo I

      El problema de la teoría del valor

      1.1 Marx como el Galileo de la historia

      Comenzar comparando a Marx con Galileo implicaría haber tomado ya algunas decisiones sobre los aspectos más relevantes de su obra. Supondría, sobre todo, resaltar el hecho de que, a partir del momento en que el proyecto teórico de Marx se encuentra más consolidado, su trabajo no parece desenvolverse en el marco de una discusión interna de lo que solemos entender por historia de la filosofía. Podríamos decir que, a partir de 1845, tras redactar con Engels una demoledora crítica del universo filosófico alemán, Marx ya no se volverá a sentir muy interesado en discutir con filósofos. Hasta el año de su muerte, en 1883, Marx parece más bien haber encontrado sus interlocutores naturales en lo que hoy puede considerarse la historia de la economía. Y es por su intervención en la arena de la economía por lo que podría tener sentido compararle con un científico como Galileo en lugar de con un filósofo como Hegel o Feuerbach.

      Pese a todo ello, y por algún motivo, hoy no localizamos la obra de Marx fundamentalmente en ese terreno en el que con más tozudez se desenvolvió, si bien es cierto que es muy difícil encasillarla en un sitio o en otro. Galileo se nos presenta como el padre de la física moderna. A Marx nos lo presentan más bien como el padre de una escuela filosófica: el «marxismo», el «materialismo dialéctico», el «materialismo histórico», etcétera.

      Bien es verdad que las ciencias han nacido de la historia de la filosofía y que en su consolidación siempre hay materia para interminables discusiones filosóficas. El nacimiento de la física matemática forma parte, sin duda, de los acontecimientos propios de la historia de la filosofía e interesa a ésta se la entienda como se la entienda. Galileo no sólo interesa a los físicos. Interesa a los filósofos. Pero no es en este sentido en el que contamos con Marx cuando lo localizamos entre las páginas de la historia de la filosofía. Su

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