Porno feminista. Группа авторов

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Porno feminista - Группа авторов страница 7

Porno feminista - Группа авторов UHF

Скачать книгу

      Para las mujeres heterosexuales, el sexo políticamente correcto había traído la vieja obligación de intentar cambiar a los hombres haciendo que crecieran y sentaran la cabeza. Eso quería decir que los hombres tenían que ser también monógamos, un proyecto que ha fallado durante siglos. La mayoría de los hombres está programada para tener múltiples parejas sexuales, mientras que las mujeres que desean tener hijos necesitan una relación más duradera y segura para poder mantener una familia. Quienes permanecimos en la soltería también queríamos múltiples parejas sexuales. Nuestros esfuerzos para expandir la idea de sexo feminista topaban constantemente con la censura de las feministas tradicionales y de los medios de comunicación.

      La noche de mi primera reunión de d/s, entré en el pequeño apartamento en el que se celebraba y, al mirar alrededor, no vi una sola cara familiar entre todas las mujeres presentes, todas más jóvenes que yo. Mi diálogo interno era como un disco rayado: «Probablemente son todas lesbianas separatistas y en cuanto descubran que soy bisexual, no me dejarán unirme al grupo». Me pesaba mucho el resentimiento de todas las veces en las que me habían discriminado en el pasado. Allí sentada, revolcándome en el rechazo que estaba por venir, sentí que me encaprichaba visualmente de todas las mujeres presentes. Qué maravillosa variedad, de stone butch a lipstick lesbian. Al comenzar la reunión, cada mujer se presentó y dijo si era dominante o sumisa, además de algunas palabras sobre cómo le gustaba jugar. Cuanto más se acercaba mi turno, más rápido aleteaban las mariposas de mi estómago. Cuando todos los ojos se posaron en mí, dije a la defensiva:

      —¡Soy una lesbiana bisexual a la que le gusta el placer autoinfligido!

      Muchas mujeres sonrieron. Una me preguntó que cómo me infligía placer, y cuando dije que con un vibrador eléctrico, toda la habitación se echó a reír. Un grupo de feministas lesbianas y bisexuales que estaban dispuestas a explorar el sexo kinky resultó ser mi mayor sueño hecho realidad, y en muy poco tiempo me sentí como en casa.

      Gradualmente empecé a comprender que todas las formas de sexo eran un intercambio de poder, ya fuera de forma consciente o inconsciente. Me había centrado en el placer del sexo, no en el poder. El principio básico de la d/s es que toda la actividad sexual entre uno o más adultos tiene que ser consensuada y requiere una negociación verbal, seguida de un acuerdo entre los jugadores. Todos mis años anteriores de sexo romántico, cuando solo intentábamos una mutua lectura de la mente de la otra persona, habían sido básicamente sexo sin consentimiento. El amor romántico es uno de los conceptos más dañinos para las mujeres del planeta: a las niñas pequeñas que crecen con La bella durmiente de Disney se les enseña que tienen que esperar a un príncipe que las despierte.

      Cuando llegué a mitad de la treintena y follaba por deporte, aprendí a tomar el control y dominar como manera de conseguir lo que quería. Pero ninguna de esas actividades se debatieron nunca ni se acordaron de manera abierta. Cuando examiné la sexualidad en términos de dinámicas de poder como esta, sentí que me despertaba de un profundo sueño.

      Esa primavera, Dorothy, la madre fundadora de nuestro grupo, me invitó a unirme a ella en una conferencia organizada por Women Against Pornography (wap, «Mujeres Contra la Pornografía», por sus siglas en inglés). El compromiso de Dorothy con el feminismo era contagioso. Ella era consciente de todo lo que estaba sucediendo en el movimiento. Por entonces yo había abandonado el feminismo, con lo que estaba aprendiendo mucho de Dorothy, una lesbiana radical de treinta años que había sido fuertemente criticada por otras feministas por sus preferencias sexuales hacia la d/s. Como hedonista postmenopáusica de cincuenta y pico, me apetecía mucho ir a mi primer foro público feminista vestida de bollera leather.

      Las dos entramos al congreso de wap desfilando cogidas del brazo, en vaqueros, botas y cinturones de grandes tachuelas de plata bajo nuestras chaquetas de cuero negro: bolleras leather muy visibles, sentadas en primera fila a la izquierda del podio. Las mujeres se nos quedaban mirando, señalando que estábamos fuera de lugar, y nosotras lucíamos nuestra incorrección política como si fuera una medalla de honor.

      En aquel momento me costaba mucho tomarme en serio a este grupo. Después de que el feminismo hubiera luchado contra la censura de la información sobre los métodos anticonceptivos, el aborto, la sexualidad y el lesbianismo, la idea de que hubiera un grupo que quisiera censurar la pornografía me parecía absurda. Seguramente wap era solo un pequeño porcentaje del feminismo, pero Dorothy decía que estaban ganando fuerza y creciendo en número. La revista Ms. había donado dinero a wap, y now (National Organization for Women, «Organización Nacional de Mujeres» por sus siglas en inglés), presionada por parte de su membresía, había aprobado una resolución que condenaba la pornografía sin definirla. Muchos grupos locales de now apoyaban activamente a wap. La censura estaba enroscada como una serpiente de cascabel lista para atacar nuestra libertad y envenenar el disfrute de la gente que se masturba contemplando imágenes sexuales. ¡Increíble!

      La amplia sala de reuniones de la universidad de Nueva York estaba a rebosar, y solo con mujeres: se habían reunido más de un millar. Un gran estandarte de tela roja con grandes letras negras se extendía en la parte posterior del escenario: mujeres contra la pornografía. Tenía pinta de cara. También había un sistema de sonido de primera categoría, además de costosos folletos impresos: todo hecho de manera muy profesional. No era un congreso feminista improvisado como aquellos en los que repartíamos materiales mimeografiados. Dorothy se me acercó y me preguntó:

      —¿Cuándo has visto tú un congreso sobre cuestiones relacionadas con la mujer que tenga tanta financiación detrás?

      Las dos estuvimos de acuerdo que wap probablemente estaba financiada en secreto por la cia, la derecha cristiana, o ambas. Los «chicos de siempre» estaban tendiéndonos una trampa otra vez: ¡divide y vencerás!

      Absorta, me puse a pensar en el Congreso de Sexualidad de now de 1973. Recordé lo valientes que habíamos sido, cuestionando los roles y tabús sexuales, explorando el placer sexual femenino y atreviéndonos a crear vidas sexuales mejores para las mujeres a través de la información y la educación. Éramos tan sex-positive y estábamos tan emocionadas con la perspectiva de que íbamos a cambiar el mundo. ¿Cómo, en apenas diez años, podíamos haber acabado estando en contra de la pornografía, que ponía al feminismo en la misma cama que los cristianos predicando el evangelio?

      El congreso wap contaba con muchas conferenciantes. Cada una de ellas presentó su breve historia personal, y casi todas tenían una historia de terror, de abuso sexual a manos de su padre, su hermano, su esposo, su amante o su jefe. Había historias de violación, de maltrato doméstico, abuso infantil, acoso y prostitución forzada. Dorothy estaba ocupada tomando notas, y mientras yo me quedé sentada, aturdida al descubrir que estaba en mitad de una orgía de mujeres dolidas y enfadadas. Las palabras y lágrimas de todas las ponentes estaban enfervorizando al grupo en una furia unificada. El sentimentalismo sin intelecto por parte de víctimas sin poder es la vía por la que se crean los linchamientos y los grupos nacionales de incitación al odio: «la estrategia básica del fascismo», concluí para mí misma con un escalofrío.

      Me entristecía oír cómo habían sufrido estas mujeres, y no se me ocurriría jamás negar que su dolor fuera real. Para la mayor parte de ellas, el sexo había sido una desgracia o un trauma violento. Nadie en su sano juicio está a favor de la violación o el incesto, pero este ataque unidimensional a las imágenes sexuales era totalmente inaceptable. Era absurdo culpar a la pornografía de ser la única causa de todos los problemas sexuales de la mujer. ¿Por qué no la emprendían contra los grandes problemas, como la guerra, la pobreza, la religión organizada o la ignorancia sexual causada por la ausencia total de una formación sexual decente en nuestro sistema educativo?

      Una atractiva rubia de unos treinta y pico años se situó frente al micrófono. Con una furia que apenas podía controlar, describió los abusos sexuales que había sufrido durante su infancia. Cada sábado, en cuanto su madre salía en

Скачать книгу