Enemigos apasionados - De soldado a papá - Como una princesa de cuento. Nina Harrington
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Читать онлайн книгу Enemigos apasionados - De soldado a papá - Como una princesa de cuento - Nina Harrington страница 13
Se dijo que era lo que le faltaba, ponerse a divagar sobre su vida amorosa.
–¿Mi fama? –repitió Mark, mirándola con las manos en los bolsillos–. Qué considerada. Pero ¿por qué pensaste que era necesario desempeñar unas tareas que no te competen?
–Porque mientras buscaba algo para desayunar, solo encontré restos que tenían una única cosa en común, eran incomibles –dejó de cortar pan y lo miró a la cara–. Es asombroso lo que tienen en las pequeñas tiendas de esta isla.
–Mi ama de llaves llenó la nevera la semana pasada, pero, desde luego, yo no esperaba visita.
–No hace falta que se disculpe –indicó ella con desenvoltura–. Pero, según mi experiencia, se puede trabajar mucho más si hay alimentos disponibles en la casa y no hay que salir a reabastecer la despensa en el último minuto.
En ese momento, a Mark le sonó el estómago ruidosamente y ella lo miró con las cejas enarcadas.
–Parece que no me vendría mal algo para desayunar. Umm… ¿qué has logrado rescatar?
–Como no sé si prefiere cereales o huevos con beicon, compré ambas cosas. Yo ya he tomado unos huevos revueltos con tostadas, acompañados de litros de té.
–El té no me gusta. Pero los huevos y la tostada suenan perfectos si te puedo convencer de volver a la sartén. Yo me ocuparé del café. Es una de mis debilidades. Soy muy detallista acerca del café que bebo, de dónde procede y cómo se prepara.
–Por supuesto, señor Belmont –repuso Lexi sin vestigio alguno de sarcasmo.
–Ya que trabajaremos juntos, llámame Mark y trátame de tú.
–Oh –se giró hacia él–. Si es una orden, señor Belmont –sonrió y se relajó un poco–. Será un placer llamarte Mark. Pero solo si tú me llamas Lexi. No Alexis, ni Ali o Lex. Lexi –luego se centró en la mantequilla que echó en la sartén y en batir unos huevos.
El sonido de una canción de rock salió de su teléfono móvil y Lexi de inmediato se secó las manos en un paño de cocina antes de apretar unas teclas.
–¿Algo interesante? –preguntó Mark de forma casual mientras sacaba el café.
–Siempre recibo mensajes interesantes –giró un poco y observó la pantalla–. Pero en este caso eran dos mensajes nuevos de mi exnovio, ya borrados. Sin leer, por supuesto. Lo que me resulta muy satisfactorio.
–Comprendo. Pensé que podrías ser una rompecorazones.
–No se puede negar. Pero en esta situación en particular, resulta que él me engañaba con una chica que obtuvo una gran satisfacción en alejarlo de mí.
Mark enarcó las cejas y sus manos se detuvieron ante la cafetera.
–¿Te engañó? –repitió con incredulidad antes de volver a centrarse en el café–. ¿Siempre compartes detalles de tu fascinante pero trágica vida amorosa con gente que acabas de conocer? –inquirió.
Lexi iba a encogerse de hombros, pero comprendió que por primera vez él intentaba mantener una conversación. La comida del día anterior había sido tan incómoda que había sentido como si caminara sobre ascuas cada vez que había tratado de romper el silencio.
No se quejaba. Pero no estaba acostumbrada a tener conversaciones inteligentes y libres de resaca con sus clientes a esas horas de la mañana. Quizá Mark Belmont le reservara algunas sorpresas.
–Oh, sí –contestó mientras vertía los huevos en la mantequilla caliente–. Pero, si lo analizamos, mi trabajo es ayudarte a ti a compartir detalles de tu fascinante pero trágica vida amorosa con extrañas a las que nunca vas a conocer. De este modo, ambos formamos parte del mismo negocio. Creo que funciona.
–Ah –Mark asintió mientras llevaba el café a la mesa–. Bien dicho. Debería contarte que esa perspectiva no me entusiasma mucho.
–Lo entiendo. No todo el mundo es extrovertido por naturaleza –el pan apareció por la ranura de la tostadora–. Pero para eso me has contratado.
–Prefiero mantener mi vida privada así: privada. Que nos ciñamos a los hechos.
–¿Hablas por experiencias pasadas? –preguntó ella con calma mientras servía una ración de huevos revueltos sobre la tostada.
–Quizá –Mark bebió un poco de zumo.
–Comprendo –Lexi puso el plato en la mesa–. Bueno, puedo decirte una cosa, Mark, si quieres que esta biografía funcione, vas a tener que confiar en mí y exponer esa vida privada para que el mundo la vea –la respuesta de él fue apretar los labios con fuerza, lo que resultó revelador–. Disfruta del desayuno. Luego necesitaré averiguar hasta dónde has llegado en el manuscrito. Y quizá podrías enseñarme el estudio de tu madre. Sería un buen punto de partida.
Capítulo 5
CRYSTAL Leighton no había tenido un estudio. De hecho, había creado una biblioteca personal.
–Esto es… –Lexi silbó y movió los brazos para abarcar la estancia con absoluto gozo–. Esto es… maravilloso.
–¿Te gusta?
–¿Gustarme? –parpadeó varias veces–. Es el cielo. Podría quedarme aquí todo el día y toda la noche y no salir en busca de aire fresco. Me encantan los libros. Siempre me han gustado. De hecho, no recuerdo un momento en que no tuviera un libro a mano –se puso a ojear el contenido de las librerías–. Poesía, clásicos, filosofía, historia, lengua. ¿Éxitos de ventas? –lo miró y él se encogió de hombros.
–Tengo una hermana.
–Ah, entiendo. Todos necesitamos literatura de vacaciones que nos relaje. Mira esta colección de guiones y libros sobre el teatro. Mi madre sentiría tanta envidia… ¿He mencionado que trabaja como directora de vestuario? Le encanta leer sobre el teatro.
–Yo pasé muchas tardes lluviosas en esta habitación.
–Te envidio eso. Y es justo lo que necesito –se giró para mirarlo–. ¿Has oído alguna vez eso de que puedes descubrir mucho sobre alguien por los libros que tiene en casa? Es verdad. Se puede. Historia del teatro y diseño. Fotografía de moda. Biografías de los grandes de Hollywood. ¿No lo ves? Esa combinación grita el mismo mensaje. Crystal Leighton era una actriz profesional inteligente que entendía la importancia de la imagen y el diseño. Y es el mensaje en el que deberíamos centrarnos. La excelencia profesional. ¿Qué piensas?
–¿Pensar? Aún no he tenido tiempo de hacerlo –repuso él, respirando hondo e irguiéndose–. Puede que mi editor haya arreglado tu contrato, pero sigo debatiéndome con la idea de compartir papeles y registros familiares privados con alguien a quien no conozco. Esto es muy personal para mí.
–Entiendo que seas una persona celosa de tu intimidad. Y puedo comprender que sigas inseguro acerca de los motivos de mi presencia aquí.