Enemigos apasionados - De soldado a papá - Como una princesa de cuento. Nina Harrington

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Enemigos apasionados - De soldado a papá - Como una princesa de cuento - Nina Harrington Omnibus Jazmin

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decepcionado a sus padres y todavía los decepcionaba.

      Y el hermoso rostro de su madre mirándolo desde todas esas fotografías era como un puñal en su corazón.

      –¿Cómo lo haces? –preguntó con los dientes apretados–. ¿Cómo te ganas la vida con este trabajo en el que tienes que indagar en el dolor y el sufrimiento de las vidas de otras personas? ¿Obtienes algún placer enfermizo de ello? ¿O usas el dolor de los demás con el fin de hacer que tu propia vida parezca mejor y más segura? Por favor, dímelo, porque no lo entiendo.

      Se sentía tan irritado por su falta de autocontrol, que retiró la mano con brusquedad de debajo de la de ella y bajó a los ventanales que daban al patio, los abrió y salió a la fresca sombra de la terraza.

      «Eso ha estado bien hecho, Mark, muy bien hecho. Desahogar tus problemas con la primera persona que aparece, tal como haría tu padre».

      Cerró los ojos y trató de acompasar la respiración. Los minutos le parecieron horas hasta que sintió a su espalda los pasos ligeros de Lexi en el suelo de baldosas.

      Se situó junto a él ante la barandilla y contemplaron la piscina y los cipreses y los olivos en absoluto silencio.

      –No hago este trabajo por algún placer enfermizo ni autocomplacencia. Bueno… aparte del hecho de que me pagan por ello, desde luego. Lo hago para ayudar a mis clientes a plasmar cómo superaron los traumas de sus vidas para convertirse en las personas que son ahora. Y eso es lo que quiere leer la gente –se volvió a medias ante la barandilla–. Hablaba en serio cuando te conté lo mucho que me gustaba leer sobre las vidas de otras personas. Me encanta conocer a gente, oír su historia vital.

      Lexi respiró hondo.

      –Y por si no lo has notado, todas las familias del mundo sufren dolor y pérdidas, y cada persona debe sobrevivir a algún terrible trauma que le cambia la vida para siempre. Eso me incluye a mí, a ti y a todas nuestras familias y amigos. No hay escapatoria. Es cómo lo enfocamos lo que nos convierte en lo que somos. Nada más.

      –¿Nada más? –él movió la cabeza–. ¿Desde cuándo eres experta en clasificar las vidas de otras personas y sus historias por ellas? Con el padre que tienes, no se puede decir que tú seas perfecta.

      La temperatura descendió diez grados e hizo reaccionar a Mark.

      No había pretendido sonar amargado o cruel, pero suprimió la emoción y lo dominó el cansancio. Necesitó unos momentos para relajarse y respirar con sosiego. Era consciente de que Lexi observaba cada uno de sus movimientos en silencio.

      –Te pido disculpas por ese exabrupto. Ha sido inoportuno e innecesario. Pensé que podríamos dejar atrás lo sucedido en el hospital, pero al parecer me equivocaba. Lo entendería si después de mi grosería decides que no quieres trabajar conmigo.

      Capítulo 6

      EL DÍA anterior había escuchado la verdad sobre su padre y, a pesar de ello, le había brindado la oportunidad de trabajar con él. Y en ese momento le arrojaba a la cara su herencia… y luego se disculpaba.

      Era el hombre más contradictorio, irritante y complicado que había conocido en mucho tiempo. Pero bajo toda esa bravuconería, algo le decía que era una buena persona.

      Aparte de que no pensaba rendirse.

      –Oh, sé muy bien que disto mucho de ser perfecta. Y también que soy terca. Si sumamos esas dos cosas, el resultado es que no pienso irme a ninguna parte. Esto sucede constantemente. ¿Quién en su sano juicio quiere hablar del dolor del pasado? Forma parte de la naturaleza humana guardar toda esta turbulencia en una caja y cerrarla bien.

      Y ella lo sabía por experiencia.

      –No puedo hablar de otros clientes, ya que esos acuerdos de confidencialidad que firmo son herméticos, pero créeme… he trabajado con muchas personas y no sé cómo pueden seguir adelante con todo el equipaje que arrastran. Creía que yo tenía problemas hasta que trabajé con supervivientes reales.

      –¿Es lo que somos? ¿Supervivientes?

      –Todos y cada uno de nosotros. Todos los días. Y no hay nada que podamos hacer al respecto. Aunque sí sé una cosa.

      –Me muero por conocerla –ironizó Mark.

      –¡Estoy hambrienta! –exclamó Lexi con exagerado dramatismo–. ¿Puedo sugerir que comamos antes de empezar con la vida personal de tu madre?

      –Desde luego. Prepárate para dejarte seducir por una de las excelentes tabernas de la costa. ¿Qué te parece una crujiente ensalada griega seguida de una suculenta lubina con patatas? Pero con una condición. No hablaremos de nuestros trabajos ni de por qué estamos aquí. ¿Trato hecho?

      –¿Ir a un restaurante? –Lexi pensó en la montaña de papeles que habían dejado atrás–. Aquí nos espera mucho trabajo.

      –Razón por la que el aire fresco nos sentará muy bien. Llevo tres días encerrado en casa. Necesito un descanso y un cambio de escenario.

      Mark estaba decidido a esquivar lo que habían dejado atrás en la maleta de recuerdos, de modo que cedió.

      –De acuerdo, tenemos un trato –su expresión se suavizó–. Pero también un pequeño problema –él enarcó las cejas–. Cuesta creerlo, pero anoche me flaqueó la determinación de sacar a los cachorros del coche. ¿Podemos ir andando? ¿O en autobús?

      Mark metió la mano en un bolsillo y se acercó un paso, llenando el espacio que había entre ellos con su fragancia masculina. Sacó unas llaves y las hizo oscilar en el aire.

      –No hay problema. Estoy listo. ¿Y tú?

      –¿Ahora? Necesito unos minutos para cambiarme y recoger el bolso –se señaló el cabello–. Y arreglarme el pelo y aplicarme un poco de maquillaje.

      La inspeccionó de arriba abajo y sonrió al hacerlo.

      Lexi cruzó los brazos y lo miró con ojos centelleantes. Sintió como si tuviera visión de rayos X y pudiera atravesarle los pantalones y la blusa para verle la nueva lencería roja que llevaba debajo. Estaba ruborizada, le sudaban las palmas de las manos y cuanto más la observaba, más encendida se sentía.

      –Oh, yo no me preocuparía por eso –murmuró él–. Y menos por tu pelo.

      Mark soltó una risa exuberante que reverberó en el jardín. El sonido fue tan asombroso, cálido y natural, que Lexi tuvo que parpadear para asegurarse de que se trataba de la misma persona.

      Era una versión casi feliz de aquel hombre siempre atractivo pero severo. Hizo que le diera un vuelco el corazón.

      Hasta ese momento había considerado a Mark apuesto, pero eso lo llevaba a un nivel nuevo.

      –Estarás bien –continuó él, mostrándose algo tímido ante ese estallido de felicidad. Y luego extendió la mano hacia ella, como si la desafiara a acompañarlo.

      –Voy a necesitar cinco minutos –trató de sonar entusiasta al pasar a su lado y soslayar su mano–. El tiempo suficiente para traer el coche.

      –No

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