Torbellino de emociones. Jennifer Taylor

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Torbellino de emociones - Jennifer Taylor Bianca

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–le agradeció ella, colgándole el abrigo en el perchero.

      Mirando a su alrededor, ella se dio cuenta de que James tenía razón. A pesar de que habían pasado años desde la última vez que había sido decorada, la casa tenía mucho carácter. Sin embargo, le sorprendía que a él le hubiera gustado, ya que habría imaginado que él preferiría un sitio más ostentoso.

      Una vez más se había equivocado con él y aquel pensamiento le hacía sentirse incómoda. Entonces, le acompañó al salón sin decir nada. Allí, un hermoso fuego ardía en la chimenea para mantener a raya la humedad de la noche.

      –¿Has vivido aquí toda tu vida? –preguntó James.

      –Sí, e incluso nací aquí, en el dormitorio principal. ¿Qué te gustaría beber? –le ofreció Elizabeth, dirigiéndose al aparador para examinar las botellas que había allí alineadas. Seguía completamente aturdida al tener que cambiar la imagen que se había hecho de él. ¡Había estado tan segura de que le había calado perfectamente!–. Jerez, whisky, ginebra…

      Ella intentó no mirar atrás para no ver lo guapo que él estaba. Sin embargo, resultaba imposible ignorarlo. Llevaba puestos unos pantalones de pana marrón, con un jersey de cachemir color crema que resaltaba la anchura de sus hombros. Los sentidos de Elizabeth estaban tan aturdidos que ella no recordaba haberse sentido así antes, por lo que ella decidió reaccionar para evitar que él se diera cuenta.

      –También hay coñac, si lo prefieres –añadió ella, abriendo una puerta del aparador y sacando otra botella.

      –En realidad, preferiría una tónica, si tienes –dijo James con una sonrisa, mientras se sentaba en el sofá y cruzaba sus largas piernas–. No soy bebedor, si te digo la verdad. Bebo un poco de vino con las comidas y ya está.

      –Claro, voy a por algo de hielo. Se me había olvidado –exclamó Elizabeth, agradecida por la excusa de poder salir de la habitación.

      Al entrar en la cocina, vio que la señora Lewis no estaba allí, por lo que se puso a mirar por la ventana después de sacar una bandeja de hielo para recuperar el aliento. ¿Qué tenía James Sinclair que la ponía en aquel estado? Desde el momento en que había entrado en su consulta por la mañana, Elizabeth se había sentido completamente desorientada. No recordaba que se hubiera sentido así con David…

      David siempre tenía la facultad de tranquilizarla. Su habilidad para resolver los problemas era una de las cosas que más le gustaba de él… David le había ayudado cuando la única historia de amor de Elizabeth salió mal. Había ocurrido en el último año de la facultad y cuando volvió a casa un fin de semana, se lo había contado todo a él. Había pasado algún tiempo antes de que ella se diera cuenta de lo que sentía por David, aunque ella nunca se lo había dejado ver… Sin embargo, no recordaba haberse sentido nunca tan consciente de la presencia de David como lo estaba con la de James Sinclair…

      –¡Vaya! Pensé que te habías ido al Polo Norte a por el hielo –dijo él en tono de broma.

      Ella lo vio a través del cristal de la ventana, que actuaba como un espejo y sintió que el pulso se le aceleraba cuando lo vio acercarse.

      –¿Quieres que me encargue yo de eso? –añadió él, sonriendo.

      –¿Cómo dices? –preguntó ella, dando un salto cuando él le quitó la bandeja de las manos.

      –Creo que estos ya han pasado su mejor momento –dijo él, mirando los cubitos medio derretidos con expresión divertida–. ¿Tienes más?

      –Yo… sí… sí, claro –respondió ella, dirigiéndose rápidamente al frigorífico para darle una nueva bandeja. En aquel momento el timbre volvió a sonar–. Esos deben de ser los otros. Yo… yo voy a abrirles.

      Elizabeth salió corriendo de la cocina, luchando por recobrar el control. Pero no le resultó fácil. El corazón le latía a toda velocidad y la excitación nerviosa le hacía vibrar el cuerpo… Ella respiró profundamente y expulsó el aire. Fría, tranquila, segura de sí misma… ¡Nunca le había resultado tan difícil hacer justicia a lo que la gente pensaba de ella!

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