Lo que hacen los chicos malos - Los hombres de verdad… no mienten. Victoria Dahl

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Lo que hacen los chicos malos - Los hombres de verdad… no mienten - Victoria Dahl страница 14

Автор:
Серия:
Издательство:
Lo que hacen los chicos malos - Los hombres de verdad… no mienten - Victoria Dahl Tiffany

Скачать книгу

tienes en la cervecería? –se volvió para contemplar la vista una vez había conseguido sonsacarle su secreto.

      –Yo me dedico a la barra y todos aportamos algo a la gestión –algunos más que otros.

      –Servir comida supondría una mayor implicación en la cervecería.

      El cuello le ardió de vergüenza. ¿Estaba insinuando que no sería capaz de involucrarse más?

      –Sí, ya lo sé.

      –Si necesitas cualquier tipo de ayuda, no dejes de decírmelo.

      –Me las arreglaré.

      Olivia le dio un golpe con la cadera.

      –Tienes razón.

      A lo mejor Olivia pensaba que no iba a ser capaz de hacerlo. A lo mejor había visto algo en él.

      –¿De verdad?

      –Sí –contestó ella con voz queda–. La vista es increíble.

      ¡Ah! Por supuesto. Jamie se inclinó contra la barandilla para mirarla, consciente de que el brazo de Olivia estaba a solo unos milímetros del suyo. Cuando vio que se le ponía la piel de gallina, tuvo la excusa perfecta para agarrarla del brazo y acercarla a él. La brisa agitaba la melena de Olivia, desnudando su cuello.

      –Me alegro de que me hayas traído aquí –susurró–. Pero nos hemos olvidado de buscar a Víctor.

      –Nos ha visto.

      –¿De verdad? ¿Y crees que se ha dado cuenta?

      Jamie le acarició la muñeca con el pulgar.

      –Claro que se ha dado cuenta.

      –¿Pero cómo?

      Jamie la miró con expresión interrogante. Estaba desconcertada, algo que divirtió y extrañó a Jamie al mismo tiempo.

      –Por tu boca –le aclaró, dejando que su mirada cayera sobre sus labios–, por tus ojos.

      Olivia negó con la cabeza, como si no lo comprendiera.

      Jamie sonrió.

      –Se nota que estás excitada –le aclaró.

      Olivia tensó los músculos del brazo y el rubor cubrió su rostro.

      –No lo sé… Estoy segura de que… –cuando comenzó a apartarse, Jamie entrelazó los dedos con los suyos y la retuvo a su lado.

      –Excitarse no tiene nada de malo, Olivia, ¿no crees?

      –Es solo que… –volvió a negar con la cabeza y, en aquella ocasión, cuando se apartó, él se lo permitió–. Ni siquiera te conozco.

      La alarma se encendió en sus enormes ojos. No parecía darse cuenta de que aquello formaba parte de la excitación. Parte de lo que había hecho que se le colorearan las mejillas y se le suavizaran los labios cuando la había besado.

      –Es la química –musitó Jamie–. No tiene nada que ver con la razón. De hecho, es todo lo contrario.

      –La química –susurró ella

      La mirada de Olivia titiló un instante mientras la deslizaba por el cuerpo de Jamie y este sintió que la química volvía a activarse. Olivia curvó los labios antes de sacudir la cabeza y borrar por completo su sonrisa.

      –Bueno, gracias.

      –¿Por la química?

      –Por seguirme el juego.

      Jamie estaba siguiéndole el juego, sí, pero no todo había sido un juego. Aun así, si aquello la ayudaba a sentirse mejor, él estaba dispuesto a dejarlo pasar.

      –¿Quieres que te traiga otra copa de vino?

      –No. Creo que deberíamos irnos –le guiñó el ojo–. Ya has hecho tu trabajo.

      –Olivia…

      –Gracias otra vez. Por todo. Pero creo que deberías llevarme a casa.

      Jamie sonrió. Aquello no sonaba como una invitación, pero, por lo menos, había conseguido un beso. El jueves le llevaría una manzana y vería hasta dónde podía llegar a partir de ahí.

      5

      No había llamado.

      Olivia permanecía en la cama con la mirada clavada en el techo y sintiéndose estúpida por el mero hecho de pensar en ello. Sabía de antemano que no la iba a llamar. Se había dicho a sí misma que no quería que lo hiciera. Pero, en aquel momento, cuando faltaban solo unas horas para que le viera en clase, la situación le resultaba violenta. Por lo menos para ella.

      Jamie se lo tomaría a risa.

      Por lo menos no le había invitado a pasar cuando la había acompañado hasta su puerta. Solo le había dado otro beso. Un beso lento, ardiente, que había hecho cosquillear todo su cuerpo.

      Sonrió. A lo mejor merecía la pena pasar algo de vergüenza. No se sentía como una mujer nueva ni nada parecido, pero sí bastante más feliz.

      Era un buen comienzo.

      Aun así, incluso en el caso de que él hubiera mostrado algún interés, ella no se creía capaz de recorrer aquel camino con Jamie. Aquel hombre era muy potente. Se lo había parecido incluso antes de que rozara sus labios, y después le había parecido letalmente embriagador. No tenía la menor duda de que podría pasar muy buenos momentos con Jamie Donovan, pero ella no quería limitarse a ser una más de una larga lista de mujeres. No quería ni pensar lo que sería verle alejarse de ella, llevándose aquellos buenos momentos con él.

      Fueran cuales fueran sus propias intenciones, para Olivia no fue ninguna sorpresa pensar en él en cuanto oyó el sonido del teléfono. Una prueba más de que ya estaba loca por él. Se obligó a acercarse temerosa al aparato y contestó sin mirar siquiera el identificador de llamadas, fingiendo que no le importaba quién pudiera ser.

      –Olivia Bishop –contestó.

      –¡Olivia Bishop! –dijo al otro lado una amistosa voz femenina.

      –¿Gwen? –preguntó, y en ese momento se dio cuenta de lo que estaba a punto de pasar.

      –Hablé con Marcie ayer por la noche.

      –¡Ay, Dios!

      Olivia se tapó los ojos con la mano. Marcie era amiga de uno de los compañeros de trabajo de Víctor.

      –Eres una brujita traviesa –la acusó Gwen, arrastrando las palabras, sin disimular que estaba disfrutando con su secreto–. Estás enamorada hasta las trancas de Jamie Donovan. No sé si odiarte o subirte a un pedestal.

      –No estoy enamorada de Jamie Donovan.

Скачать книгу