Lo que hacen los chicos malos - Los hombres de verdad… no mienten. Victoria Dahl
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–¿Perdón?
–Tú eres uno de los socios de la cervecería, ¿verdad? De Donovan Brothers. Me llamo Todd. He estado varias veces allí. Buena cerveza.
–Gracias.
Jamie se presentó a sí mismo y descubrió que, tal y como sospechaba, aquel tipo había jugado veinte años atrás en el equipo universitario. Jamie no era un gran deportista. Había jugado al béisbol durante un par años cuando estaba en el instituto, pero no se lo había tomado demasiado en serio. Aun así, saber algo de deportes formaba parte de su trabajo, de modo que estuvo hablando con él sobre la liga de aquel año. Muchas veces se preguntaba si aquellos tipos no acababan cansándose del tema. Estaba seguro de que Todd había hablado de la última liga más de miles de veces. Pero, bueno, tampoco él se cansaba nunca de hablar de cerveza. A lo mejor era reconfortante saberse experto en algo.
No tardaron en pasar a hablar de la alineación de la siguiente temporada y la mente de Jamie comenzó a vagar. ¿Cuánto tiempo llevaban en la fiesta? ¿Una hora? Buscó a Olivia con la mirada, intentando encontrarla en medio de la multitud, al tiempo que se mostraba de acuerdo sobre los fichajes de la próxima temporada.
Cuando por fin encontró a Olivia, esta parecía encontrarse en una situación parecida. Un anciano diminuto la tenía acorralada y ella asentía cada pocos segundos, aunque su mirada revelaba que estaba muy lejos de allí.
Jamie se disponía a escuchar la historia del último gran partido de Todd cuando advirtió que la mirada de Olivia se afilaba y todo su cuerpo se tensaba. Cambió el peso de pie. Jamie siguió el curso de su mirada por encima de la cabeza de su interlocutor. Tardó algunos segundos en identificar a alguien que destacara entre los invitados, pero al final averiguó a quién estaba mirando Olivia con tanta atención.
Una pareja acababa de cruzar la puerta. El hombre era alto y atractivo y estrechaba las manos con entusiasmo de todos aquellos que se encontraban a su alrededor. La mujer era rubia, de piel bronceada y muy, muy joven.
Olivia se volvió fingiendo ignorarlos, pero Jamie observó el momento en el que el hombre veía a Olivia, arqueaba las cejas y se dirigía hacia ella sin vacilar. Agarró a su cita de la mano con evidente intencionalidad y la guio a través de los invitados, aunque se detuvo en varias ocasiones para hablar con algún conocido.
Cuando alcanzó a Olivia, la estrechó en un abrazo en cuanto se volvió hacia él. Olivia esbozó una mueca.
Muy interesante.
Todd parecía concentrado en su propia historia, así que Jamie dijo:
–Esos sí que eran días gloriosos, ¿eh? –le palmeó la espalda–. Pásate este fin de semana por la cervecería y te invitaré a una cerveza.
Dejó a Todd sonriendo con orgullo y se dirigió hacia uno de los camareros. La copa de Olivia estaba vacía y parecía necesitar otra. Justo cuando comenzaba a avanzar hacia ella, Olivia alzó la mirada, le dijo algo al hombre y señaló a Jamie. Durante un instante fugaz, la sorpresa cruzó el rostro del hombre cuando se volvió.
–Víctor –dijo Olivia en cuanto Jamie se acercó–, te presento a Jamie Donovan. Jamie, este es Víctor. Y esta es Allison.
–Encantado de conoceros –dijo Jamie, tendiéndole primero la mano a Allison.
Se la estrechó después a Víctor, que se la agarró con la fuerza de una tenaza.
–Víctor Bishop –se presentó el hombre, sorprendiendo a Jamie tanto como esperaba.
Bishop.
Jamie intentó mantener un semblante neutral y amable. No miró a Olivia, aunque todo en él estaba deseando llevarla a un aparte y pedirle alguna aclaración.
–Y dime –continuó Víctor, estrechando la mano de Jamie por última vez, aunque resultaba ridículo–, ¿cómo conociste a Olivia?
–Le serví unas cuantas cervezas –contestó muy seco.
–¿Cervezas?–Víctor miró a Olivia con expresión incrédula–. A ti no te gusta la cerveza.
–Las mías sí –respondió él con una sonrisa.
Se atrevió por fin a mirar a Olivia. Tenía las mejillas sonrojadas y apretaba con tanta fuerza la copa que le habían palidecido los nudillos.
–Le he dado algunas clases.
Olivia le miró a los ojos e intentó sonreír, pero el resultado fue una tensa mueca.
–Jamie es socio de Donovan Brothers, una cervecería familiar –le explicó a Víctor.
–Pero no tengo nada en contra del vino. Toma, Olivia –le quitó la copa vacía y le tendió la llena.
Le entraron ganas de preguntar a Víctor cómo había conocido él a Olivia, pero ya lo sabía. Tenían el mismo apellido y era obvio que aquel hombre no era su hermano.
–Bueno –dijo Víctor–, me gusta ver que vuelves a salir con alguien otra vez, Olivia.
Pero sus palabras no parecían sinceras. De hecho, sonaron bastante forzadas, por no mencionar su brutal condescendencia.
Jamie le miró pensativo. Víctor Bishop era mayor que Olivia, debía de llevarle por lo menos diez años, y vestía como si pretendiera formar parte del reparto de una obra de teatro local en calidad de típico profesor universitario. Unos pantalones muy bien planchados, camisa gris, chaqueta de espigas y zapatos de ante de color marrón. Y todas eran prendas que parecían muy caras.
–Vaya, Víctor –intervino Jamie al ver que se hacía un incómodo silencio–, no he oído hablar mucho de ti –le pareció detectar un leve resuello por parte de Olivia–. Supongo que trabajas en la universidad.
–Por supuesto. Soy profesor de Economía.
Jamie sonrió.
–¿Y tú, Allison? ¿También trabajas en la universidad o eres una inocente espectadora como yo?
–¡Ah! –contestó la chica, alzando la mirada hacia Víctor como si quisiera consultar con él la respuesta–. Supongo que ahora soy una inocente espectadora. Durante el semestre anterior he sido asistente del profesor.
La asistente de Víctor, imaginó Jamie. No necesitó recurrir a los conocimientos sobre psicología que había adquirido trabajando como camarero para entender el trasfondo de lo que allí estaba pasando. Se preguntó cuántos años llevaría Olivia divorciada. Como si hubiera conseguido llamar su atención al pensar en ella, Olivia le agarró del brazo. Víctor clavó la mirada en sus brazos unidos.
–Será mejor que vayamos a buscar a Rashid –dijo Olivia con falsa alegría–. Todavía no le he felicitado por su nuevo destino en Stanford.
Se alejaron como si fueran a buscar a Rashid, pero Jamie la condujo a la cocina. Allí estaban los empleados del catering, pero no había ningún invitado. En cuanto estuvieron fuera de la vista de cualquiera de los asistentes a la fiesta, Jamie la soltó y retrocedió. Cuando se cruzó de brazos, Olivia clavó la mirada en el suelo.
–¿Y?