Lo que hacen los chicos malos - Los hombres de verdad… no mienten. Victoria Dahl

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Lo que hacen los chicos malos - Los hombres de verdad… no mienten - Victoria Dahl Tiffany

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retorció las manos, pero no dijo nada.

      –Imagino que Víctor es tu exmarido.

      Olivia se mostró más que un poco avergonzada al asentir, así que Jamie tuvo la certeza de que había comprendido lo que estaba pasando allí.

      –Y él es la razón por la que me has invitado a esta fiesta.

      Olivia tragó saliva.

      –Yo no lo diría así. Quiero decir, esto… no…

      Genial. Jamie se sintió más molesto de lo que esperaba. Su primera cita en casi un año y era una cita fingida. Mierda. Aquella era una nueva experiencia.

      –Bueno, supongo que me siento halagado.

      –Jamie…

      –Tu exmarido está saliendo con mujeres más jóvenes y por eso a ti se te ha ocurrido aparecer también con un hombre joven.

      –¡No es eso! –le interrumpió Olivia–. Bueno, no es solo eso. Todo esto tiene que ver más conmigo que contigo.

      –¿Y se supone que eso tiene que hacerme sentir mejor?

      Olivia se derrumbó ligeramente, dejó caer los hombros y Jamie se dio cuenta de que era la primera vez que la veía sin su perfecta compostura.

      –Lo siento –se disculpó–. Se suponía que no tenía que venir.

      Al propio Jamie le avergonzó un poco que aquella respuesta le animara tanto.

      –¿No sabías que iba a estar aquí? ¿De verdad?

      –No, no he dicho eso. Me has entendido mal. Sabía que iba a estar aquí. Pero yo no estoy jugando a nada o, por lo menos, no pretendía hacerlo. Acepté venir a la fiesta porque se suponía que estaba fuera. Ahora tengo una nueva vida. No quiero volver a verle. Cuando me enteré de que iba a venir… Lo siento, no debería haberte traído.

      Jamie no se molestó en decir lo contrario.

      Olivia bebió un sorbo de vino y cuadró los hombros, como si de pronto hubiera sido consciente de que se había encorvado.

      –Lo siento mucho. Solo quería ser capaz de soltarme un poco.

      –¿Delante de tu ex?

      –Sí, delante de mi ex. Él…

      Jamie la vio tragar con fuerza y apretar la mandíbula. Por un momento, le preocupó que fuera a llorar.

      –Escucha…

      –Esa chica con la que ha venido, Allison… No es la primera con la que sale. Y el matrimonio no le supuso ningún freno a la hora de disfrutar de ese tipo de caprichos.

      –Ah.

      –Todo muy predecible, ¿no? Pero ya no estoy amargada. Ya no le odio. Te juro que no es eso. Lo único que quiero es disfrutar de una vida que no tenga nada que ver con él.

      –¿Excepto cuando no te queda más remedio?

      Olivia se encogió de hombros y se terminó el vino antes de dejar la copa con mucho cuidado sobre el mostrador. Mientras comenzaba a volverse, musitó:

      –Me dijo que no era una mujer divertida.

      Jamie se pasó la mano por el pelo, preguntándose si resultaría muy grosero que se fueran en aquel momento. Estaba justificado. Estaba seguro de que ella no pondría ninguna objeción. Y tendría la amabilidad de dejarla en su casa.

      Olivia se volvió para mirarle.

      –Cuando le descubrí engañándome, me dijo que lo había hecho porque soy aburrida.

      Jamie esbozó una mueca.

      –Dios mío.

      –¿Y sabes una cosa? No soy divertida, pero eso no significa que no pueda intentarlo.

      –¿Quieres volver con él? –preguntó Jamie en voz tan alta que ella parpadeó sorprendida.

      –¡No! No es eso. Solo estoy intentando disfrutar de la vida. Averiguar quién soy yo. Solo tenía veintiún años cuando me casé con él, pero ya no soy esa jovencita. Quiero saber quién soy.

      Le miró a los ojos y, por primera vez, permitió que Jamie viera algo de ella misma. Algo cálido y vulnerable.

      –¿Tú crees que soy la clase de mujer que sale con alguien como tú?

      –¿Alguien como yo? –Jamie se obligó a no sentir una satisfacción casi primitiva al ver cómo parecía ablandarse su mirada.

      –Eres joven, guapo e intencionadamente encantador.

      –A mí me gusta pensar que mi encanto es algo natural.

      –¡Y lo es! –respondió ella, curvando los labios en una sonrisa irónica–, pero lo utilizas para causar buen efecto.

      –Caigo bien a la gente.

      Olivia sonrió entonces, alejando la tristeza de su rostro.

      –Lo sé. Y eres la diversión en persona. Así que pensé… –el color incendió sus mejillas.

      Enfadado o no, Jamie no podía evitar el interés que despertaba en él aquella mujer y el rubor de sus mejillas le intrigó.

      –¿Qué pensaste?

      –Estoy probando cosas nuevas. Como el club de lectura, así que pensé…

      –¿Pensaste que podrías probarme a mí también?

      Para sorpresa de Jamie, Olivia le dirigió una sonrisa traviesa.

      –Pensé que podía intentar salir contigo. Y también pensé en hacerlo delante de Víctor. No debería haberlo hecho, lo siento. Me dejé llevar por un impulso. La verdad es que cambié de idea cuando vi que no estabas en la cervecería, pero entonces apareciste y…

      Jamie se encogió de hombros.

      –No estoy diciendo que no esté bien que hayas intentado ponerle en ridículo, pero te habría agradecido que me lo advirtieras.

      Olivia le tocó el brazo.

      –Lo siento de verdad. Vámonos.

      –No sé. Ya que me he arreglado para venir podríamos intentar sacarle partido a la situación.

      –Jamie…

      –Eh –le tomó la mano con la que Olivia le estaba señalando y se la llevó al pecho–. Contesta solo a una pregunta. ¿Tienes algún interés en mí o no?

      Olivia le apretó la mano.

      –Tengo interés en ti, pero creo que…

      –Ahora mismo

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