Lo que hacen los chicos malos - Los hombres de verdad… no mienten. Victoria Dahl
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Читать онлайн книгу Lo que hacen los chicos malos - Los hombres de verdad… no mienten - Victoria Dahl страница 13
–Poco respetuoso –repitió Jamie con una sonrisa–. ¿Sabes? Tienes razón. Es de muy mala educación, así que ¿hasta dónde quieres llevar todo esto?
Olivia le miró con los ojos entrecerrados.
–¿Qué quieres decir?
–¿Un beso? ¿Un beso para darle una lección sobre etiqueta?
–Sobre etiqueta, ¿eh?
Olivia soltó una carcajada y el sonido de su risa danzó sobre la piel de Jamie. Pero mientras reía, él continuaba pendiente de la pregunta que había formulado y Olivia le miró nerviosa.
–¿Te refieres a besarme ahí, delante de todo el mundo?
–No, aquí.
Miró los labios de Olivia mientras esta se los humedecía, asomando la lengua durante un instante tan fugaz que le hizo desearla mucho más.
–Pero entonces, ¿cómo sabrá que me has besado?
–No te preocupes, se enterará –dijo Jamie.
–Bueno, si crees que puede funcionar.
–Sé que puede funcionar –afirmó Jamie con voz queda, acercándose a ella.
Parecía fácil sobresaltar a Oliva y Jamie no quería hacerlo. Tal y como esperaba, Olivia se movió un poco y echó la cabeza hacia atrás.
Jamie sonrió.
–¿Adónde vas?
–No sé, yo solo…
Pero sus palabras murieron en el instante en el que Jamie le rozó los labios. Fue una caricia delicada, apenas podía considerarse un beso.
–De acuerdo –Olivia suspiró y cerró los ojos–. Solo un beso.
Jamie cerró los ojos y volvió a besarla. Aquella vez fue un beso algo más largo, aunque todavía ligero. Pero cuando Jamie comenzó a apartarse, fue Olivia la que cerró el espacio que los separaba y se besaron de verdad. Entreabrió los labios lo suficiente como para permitirle percibir su aliento y el calor de su boca. Jamie le besó el labio superior y el inferior, acariciando con la lengua aquella boca rosada y carnosa.
Olivia volvió a suspirar contra su piel y Jamie ya no fue capaz de aguantar ni un segundo más. Necesitaba saborearla. Cuando deslizó la lengua sobre la de Olivia, la descubrió caliente y dulce como el vino. Continuó besándola, rozándole apenas la lengua, dándose tiempo para deleitarse. Estaban en una cocina, en la fiesta de unos desconocidos. No habría nada más que un beso y él quería disfrutar cada segundo.
Unos instantes interminables después, Jamie retrocedió y abrió los ojos a las luces relucientes de aquella moderna cocina un poco aturdido. Olivia también parecía perpleja, estaba parpadeando como si acabara de despertarse. Tenía las pupilas dilatadas, las mejillas sonrojadas y los labios rojos como cerezas. A su ex no podría pasarle por alto aquel beso aunque quisiera.
–¡Vaya! –susurró Olivia–. Se te da muy bien besar.
–Me gusta besar.
–Creo que a mí también –dijo ella, y Jamie no pudo evitar una carcajada.
–Vamos, será mejor que volvamos a la fiesta antes de que desaparezca.
–¿Qué desaparezca qué? –preguntó Olivia, pero Jamie sacudió la cabeza.
Olivia no podía ver lo guapa que estaba. Cálida, sonrojada y, por una vez, en absoluto tensa. Era casi como verla desnuda. Casi.
Jamie le tomó la mano y la condujo de nuevo a aquella fiesta llena de gente altiva y aburrida que estaba fingiendo disfrutar.
–¿Vienes a muchas fiestas como esta?
–No a muchas. Por lo menos ahora. Ahora intento decidir a las que de verdad quiero ir, pero, por desgracia, todas son como esta. Todo el mundo intenta impresionar a los otros y comportarse de manera intachable. ¿A qué clase de fiesta sueles ir tú?
–Yo no voy a fiestas. Trabajo.
–¿Tu trabajo no es tan glamuroso como parece?
–Es muy glamuroso, señorita Bishop, pero trabajo muchas horas.
–No me llames así –le pidió Olivia, dándole un cachete en el brazo.
–No seas así, Olivia. Me resulta muy excitante que seas mi profesora.
–Apenas puede decirse que sea tu profesora –le dijo, recordando lo que el propio Jamie le había dicho.
–Solo lo suficiente –le corrigió él.
Olivia soltó una carcajada y le dio un codazo en las costillas mientras se dirigían hacia unas puertas que daban a una terraza. Jamie ya había localizado a Víctor Bishop y era indiscutible que el tipo estaba tenso. Jamie le brindó una sonrisa.
–¿Y por qué has decidido apuntarte a las clases? –le preguntó Olivia mientras salían a la terraza.
Jamie estaba tan relajado que estuvo a punto de contestar con sinceridad. Pero recordó que estaba guardando un secreto y selló sus labios.
Olivia inclinó la cabeza.
–¿Por qué? –insistió ella.
– Por nada en particular. Solo quería actualizar algunos conocimientos básicos sobre el mundo de los negocios.
–No, me estás ocultando algo –habían llegado a una barandilla desde la que se disfrutaba de una vista espectacular, pero Olivia se colocó de espaldas a ella para mirarle a los ojos–. ¿Por qué te has apuntado a esas clases? Tengo la sensación de que llevas muy bien la cervecería.
Jamie miró por encima de ella.
–Qué vista tan maravillosa.
–Suéltalo.
Mierda.
–No quiero hablar de eso.
–¿Por qué no?
–Es demasiado pronto. Apenas estoy empezando a pensarlo.
–¿Estás pensando en montar tu propio negocio?
–¡No!
Olivia arqueó una ceja.
–No es eso, de verdad. Es solo que… No sé. Estoy pensando en ampliar las prestaciones de la cervecería.
Ella adoptó una expresión neutral y a continuación formó con la boca una bonita O de sorpresa.
–¡Vas a incorporar un restaurante!
–Shh –Jamie miró a su alrededor