Economía social y solidaria en la educación superior: un espacio para la innovación (Tomo 2). Rocío Rueda Ortiz

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Economía social y solidaria en la educación superior: un espacio para la innovación (Tomo 2) - Rocío Rueda Ortiz

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la filosofía, la ética, que se ocupa del estudio de la moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir. desde que Platón advirtió que la indagación acerca de la vida buena del individuo se relacionaba inevitablemente con una indagación convergente (y no paralela) acerca de la comunidad buena, se ha mantenido una íntima y continua vinculación entre la filosofía en general y la filosofía política, Sheldon S. W. (2002).

      La sociología también ha reflexionado al respecto. En consecuencia, se dan los debates producidos desde sus orígenes sobre: conflicto vs consenso; subjetivismo vs objetivismo; individualismo vs colectivismo; macro vs micro; junto con las actuales tendencias por superar estas dicotomías. Desde que Durkheim (1973), planteó su teoría de la solidaridad orgánica y la solidaridad mecánica, en la sociología no se ha dejado de debatir sobre su papel en la vida social.

      En el campo de las ciencias biológicas y cognitivas está surgiendo una visión nueva y radical de los organismos vivos y de la naturaleza humana, el neuro-científico y sicólogo Antonio Damasio (2018), demuestra cómo hasta en los organismos unicelulares se dan comportamientos y emociones de cooperación. Por su parte, descubrimientos en el estudio del cerebro y del desarrollo infantil obligan a replantear la antigua creencia de que el ser humano es agresivo e individualista por naturaleza. El descubrimiento de las llamadas “neuronas espejo”, que establecen la predisposición genética a la respuesta empática en algunos mamíferos, ha suscitado un intenso debate en torno a supuestos sobre la naturaleza de la evolución biológica y especialmente de la evolución humana. Los elementos planteados están incrementando las discusiones en otras ciencias como la antropología, la sicología, la historia, etc. (Rifkin, 2010).

      La antropóloga Eisler (2007), luego de estudiar la evolución de numerosas sociedades, demuestra que distintas culturas, incluidas las civilizaciones antiguas del mundo occidental, practicaron a gran escala y con éxito en la construcción de los valores solidarios. Sin embargo, la mayoría de las narrativas occidentales tratan la historia humana como la marcha del progreso desde la humanidad “bárbara” a la “civilizada”; idolatran a los conquistadores que trajeron la “civilización”, a la vez que ignoran expresiones vitales de la experiencia humana sustentadas en la solidaridad. Una de las ciencias sociales que mayor expresa este sismo en sus fundamentos conceptuales, es la economía, la más totalitaria y positivista de todas las ciencias sociales (Max-Neef, 2012). La alta concentración de la riqueza en el mundo; las permanentes crisis económicas; el agravamiento de la crisis ambiental, producto de nuestras formas de producir y consumir; sumado a la incapacidad del modelo económico neoliberal para garantizar el bienestar, han generado un sismo en la teoría económica que cuestiona sus paradigmas matemáticos y sociales, haciendo resurgir la pregunta por la ética que antecede el acto económico.

      En los años ochenta, prestigiosos economistas y sociólogos como Boulding, Hirschman, Galbraith, Amarta Sen, Bordieu, A. Etzione, reabrieron la reflexión sobre la dimensión moral de la economía. Al respecto, la corriente de la socioeconomía resaltará que los actos económicos de las personas no solo están motivados por el lucro, el interés individual y la “mano invisible” del mercado. Es evidente que existen otras economías que, motivadas por valores éticos, como la cooperación, la solidaridad y la justicia, actúan en la vida real. No son un discurso o una simple forma de organización, son un hecho social, una vivencia práctica que experimentan millones de personas (Martínez, 2017).

      Para dar cuenta de estas prácticas socio-económicas, de las formas de organización que adoptan las personas y proponer modelos alternativos para el desarrollo humano, han surgido distintos conceptos y teorías: economía de la solidaridad (Razeto, 1993), socio-economía de la solidaridad (Guerra, 2001), economía del decrecimiento (Latouche, 2009), economía social (Monzón, 2003), empresas sociales (Yunus, 2010), economía humanizada (Max-Neef, 2011), economía popular y solidaria (Coraggio, 2011), economía del bien común (Felber, 2012), economía participativa (Michel, 2006), etc. Todas intentan explicar lo que la teoría económica ortodoxa no explica y proponen una economía más incluyente, equitativa y sustentable.

      Podría decirse, que la economía social-solidaria la configura todas aquellas relaciones sociales que en el ciclo económico (producción, distribución, consumo y acumulación) se dan fundamentadas en valores de solidaridad, justicia y equidad. Sobre este tipo de relaciones, las personas han experimentado diversas formas de organización, varias de las cuales, otras no, adquieren reconocimiento jurídico ante los Estados.

      La cooperación y la solidaridad también han motivado importantes debates en las llamadas ciencias de la administración. Así, por ejemplo, están surgiendo “nuevas” formas de organización, de gestión, toma de decisiones, participación democrática, trabajo en equipo, liderazgos, etc., que emergen como modelo innovador ante el verticalismo autoritario del modelo empresarial dominante. Un humanismo administrativo se afianza como tendencia crítica en este campo del conocimiento. Al respecto, Aktouf (2009) afirma que,

      Importa en primer lugar, comprender que la “administración” y el “pensamiento económico neoliberal” son indisociables el uno del otro, que se generan el uno al otro. ¿Cómo, en efecto, se puede uno imaginar una teoría, una concepción o unas prácticas de la administración, desencarnadas, venidas de ninguna parte y que no traducen sino la preocupación técnica o tecnócrata de dirigir bien las organizaciones? Ya causa problema, lo que la expresión “dirigir bien las organizaciones” quiere decir. Por fuera de los sempiternos y famosos debates que conciernen “arte” o “ciencia”, “dirigentes” o “lideres”, “doctrina de los grandes jefes”, u “organización científica del trabajo”, como decían Fayol y Taylor, resulta que en el mismo seno del pensamiento económico hay obligatoriamente una concepción de lo que significa “hacer funcionar las organizaciones de manera eficaz”. Así, el pensamiento económico lleva en los elementos claves que enmarcan de alguna manera la forma como serán pensados la empresa y su funcionamiento. Es por eso que la administración no es otra cosa que el brazo armado del pensamiento económico en el marco del cual se desarrolla. (p. 448)

      De otra parte, si se hiciera una exploración por las humanidades, no nos sorprenderían las claras referencias al amor, la solidaridad, la cooperación entre los seres humanos. Hoy la ciencia del derecho debate en torno a reconocer la existencia de un derecho que no encaja en la tradicional dicotomía del derecho privado y el derecho público, reclamando la existencia de un derecho solidario. Lo anterior, es una aproximación general e invitación a estudiar los vínculos que la solidaridad, la economía social-solidaria y las organizaciones solidarias tienen con diversas ciencias y disciplinas que se imparten en las universidades. Es evidente que se avanza en el cuestionamiento del paradigma conceptual y metodológico que se impuso en el siglo xx.

      Estamos ante un cambio de paradigma que forzosamente conlleva profundas transformaciones en la educación que se imparte en los establecimientos educativos. Sin embargo, este sismo que se vive en la teoría todavía no llega con la suficiente fuerza al aula de clase, pues se siguen buscando respuestas a problemas del siglo xxi con teorías del siglo xix. Seguramente, se reclamará libertad de cátedra y pensamiento, necesario en cualquier campus académico; lo preocupante es que los estudiantes sigan expuestos a un solo tipo de pensamiento y lo que prime sean las escuelas del pensamiento individualista. Como expresa Edgar Morín, “la primera e ineludible tarea de la educación es enseñar un conocimiento capaz de criticar el propio conocimiento” (s.d.).

      La educación en solidaridad y en economía solidaria en Colombia

      La educación en la cooperación y solidaridad en la sociedad colombiana del siglo xx está estrechamente relacionada con los valores humanistas, cristianos y con el surgimiento del movimiento cooperativo. Las primeras cooperativas en Colombia surgen promovidas por destacados pensadores liberales, por presbíteros de la iglesia católica y sindicatos de la naciente clase trabajadora que incluían en sus programas de acción la alfabetización, la lucha contra el alcoholismo y estimular el ahorro.

      Las cooperativas que surgen

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