Migrantes. Roger Norum

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Migrantes - Roger  Norum

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Las cuevas de El Castillo en Cantabria (España), por ejemplo, contienen un mapa de puntos de la constelación de la Corona Borealis que data del 12.000 a. C. Podemos aventurar que esta representación del límite más lejano que podían percibir estos artistas del final del Pleistoceno ha debido de poner en juego ideas sobre su propio lugar en el universo, sobre su relación con otras personas, y sobre su relación con ese límite. Por su parte, la fascinación que han sentido geógrafos e historiadores hacia los mapas y los atlas, también da testimonio de los intentos del ser humano para entender dónde comenzaban y terminaban los límites de su mundo.

      Las primeras representaciones del mundo hechas sobre papel (o papiro) son del siglo VI a. C. Anaximandro de Mileto (h. 611-546 a. C.), el antiguo sabio griego que dibujó uno de los primeros mapas de mundo en forma de cilindro, estaba fascinado por la idea de las fronteras y los límites, en buena medida porque pensaba que estos permitían a los seres humanos definir quiénes eran y cómo llevar adelante sus vidas. En sus estudios se ocupó de la idea del infinito y también de la creación de mapas, y pensaba que estos últimos eran útiles para mejorar la navegación y el comercio entre las colonias del Mediterráneo y el Mar Negro (y, por lo tanto, para fortalecer el poder central). Creía además que la idea filosófica de una representación física global del mundo constituía una enorme contribución al conocimiento humano[49].

      La más reciente preocupación por las fronteras y los límites puede haber estado influenciada por el efecto de acercamiento geográfico de las regiones del mundo a raíz de las expediciones de descubrimiento de los siglos XV y XVI. Saber que los humanos estaban relativamente mucho más interconectados los unos con los otros quizá contribuyó a que se impusiera a la reflexión de algunos grupos humanos —o al menos de algunas personas dentro de ellos— el tema de los vínculos y similitudes entre las personas; y a la vez llevó a otros a enfocarse en determinar las distinciones entre ellos, generando la necesidad de pensar e imponer límites y fronteras.

      Más recientemente, las fronteras se han convertido en un asunto de creciente preocupación política en muchas partes del mundo. La libre circulación de capital, bienes e información, y el creciente movimiento libre de personas entre varios países en regiones como Europa (con el advenimiento de la Unión Europea) ha sido el resultado de nuevas políticas en el marco de las transformaciones del sistema económico global. Igualmente, la creciente discusión sobre las formas de producción y de consumo en un mundo globalizado ha cuestionado la naturaleza fija de las fronteras políticas y geopolíticas de los estados, invitando a reconsiderar los nexos entre los territorios geográficos y la soberanía nacional. Los procesos de globalización y transnacionalismo parecen sugerir que quizá ya no necesitemos fronteras. Si hay tantos movimientos alrededor del mundo, y si la gente ahora está tan interconectada, quizá las líneas divisorias que definieron al mundo durante la guerra fría y las guerras mundiales puede que ya no sean tan necesarias. Tal vez estemos entrando paulatinamente en un nuevo «mundo sin fronteras». Después de todo, se está volviendo cada vez más común para la gente tener identidades múltiples y fluidas; y —al menos en ciertas partes del mundo, como Europa y algunas regiones de Asia— los territorios geográficos remotos o desconocidos aparecen cada vez menos como barreras y cada vez más como invitaciones para ponerse en movimiento, viajar y explorar nuevas regiones y formas de vida.

      Sin embargo, aunque sea cierto que ahora hay un mayor movimiento de personas, cosas e ideas alrededor del mundo, también es cierto que en muchos contextos los límites se están volviendo más infranqueables y más vigilados. De hecho, hoy existe más preocupación que nunca antes por controlar a quienes se mueven entre países. ¿Cómo podemos reconciliar el hecho de que hoy las fronteras a la vez se derrumban y se erigen con más fuerza, tanto conceptualmente como en la realidad? Esta paradoja fundamental comienza a entenderse si nos preguntamos quién puede moverse libremente y quién no, para qué personas significan las fronteras un límite y para quiénes no. Por más que las fronteras internacionales sean cada vez más porosas, solo un pequeño porcentaje de la gente en el mundo es capaz de moverse a través de ellas sin ser controlada.

      Migrantes y ciudadanos

      Una de las razones por las cuales la migración constituye un tema tan candente de debate tiene que ver con su relación con los temas de fronteras, su control y el otorgamiento de derechos de acceso privilegiado a los países delimitados por estas. Cuando un gobierno abre las fronteras de su país y concede a ciertos grupos de personas acceso y privilegios específicos (como derecho a la residencia, derecho al trabajo, beneficios sociales, etc.), se hace evidente la complejidad que entraña el manejo de estos asuntos, así como las discusiones sobre ellos.

      DISTINTOS CAMINOS HACIA LA CIUDADANÍA

      Según el principio ius sanguinis (ley de la sangre, en latín), la ciudadanía se determina de acuerdo a la filiación —esto es, por tener uno o ambos padres que ya son ciudadanos del estado—, en vez de por el lugar de nacimiento. Los niños pueden ser ciudadanos automáticamente al nacer si sus padres tienen ciudadanía del estado, o determinadas identidades étnicas o culturales incluidas en los criterios de ciudadanía. Este principio contrasta con aquel del ius soli (derecho del suelo), según el cual la ciudadanía se otorga sobre la base del nacimiento en un territorio. La ciudadanía jus soli tiene la ventaja de ofrecer membresía en una comunidad política dada a aquellos que seguramente ya viven ahí, para que puedan estar sujetos a sus leyes y contribuir a su desarrollo económico y social. Este principio provee una vía para promover la integración social y la legitimidad democrática, reduciendo las preocupaciones sobre la exclusión interna y la inseguridad de la residencia. Al otorgar ciudadanía a aquellos nacidos en el país, el jus soli incorpora a los niños de los inmigrantes como miembros desde su nacimiento. El principio ius domicile (ley de residencia), sin embargo, permite a un migrante obtener la nacionalidad a través de la naturalización después de haber sido un residente legal en el país por un número de años. Esta vía es quizá la más común para los migrantes internacionales.

      ¿A partir de qué momento pueden los migrantes obtener los mismos beneficios que los locales? ¿Cuándo termina la condición de migrante? Suele decirse que una de las vías para que termine el período en el que alguien es caracterizado como tal (al menos en términos legales o políticos) es la concesión de la ciudadanía naturalizada. Cada país tiene sus propias políticas para estos fines, algunas muy estrictas, y otras más laxas. Tradicionalmente existen tres formas para obtener la ciudadanía: por filiación, por nacimiento y por residencia en el país.

      El camino de migrante a ciudadano dibuja una trayectoria compleja, llena de obstáculos y estaciones para los migrantes; pero también para las sociedades receptoras, al exponer las dificultades que tienen para manejar sus dinámicas básicas y sus transformaciones. En este proceso aparecen muchas más variables que las consideraciones demográficas o el incremento potencial del desempleo, por citar algunos de los temas que frecuentemente están en la opinión pública. En esta situación se pone en juego una de las decisiones más importantes y sensibles con las cuales se enfrenta cualquier comunidad política o social: cómo definir quién pertenece o debería pertenecer a su círculo de miembros.

      NEPAL Y LOS TRABAJADORES MIGRANTES

      Nepal es un pequeño país enclavado entre China y la India, con una población de unos 28 millones. Cada año, cerca de 400.000 nepaleses dejan atrás sus ciudades y pueblos para trabajar en ultramar, con frecuencia en el Golfo Pérsico, en países como Catar o los Emiratos Árabes Unidos, donde enormes proyectos de construcción demandan mano de obra barata (como los de la Copa Mundial de 2022). Los nepaleses que trabajan en el extranjero, mayoritariamente hombres, envían remesas de dinero a sus familias, que proveen a estas de un aumento significativo de sus ingresos. Este incremento puede ser, por supuesto, muy positivo, pero también puede conllevar aspectos negativos. Por ejemplo, en Nepal las familias que reciben remesas tienden a emigrar de los pueblos a las áreas urbanas, donde existe la posibilidad de una vida con más lujos, pero también con más gastos.

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