La Pasión de Dios por Su Gloria. John Piper

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La Pasión de Dios por Su Gloria - John  Piper

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su propio día,17 y es más difícil hoy. Los americanos, en general, (y los evangélicos difieren muy poco en esto), no son dados a pensar mucho, menos al nivel de pensamiento que Edward demanda de nosotros. Esto es especialmente cierto respecto a la doctrina. Nosotros somos pragmáticos. Demandamos soluciones rápidas. Definimos el éxito en medidas cuantitativas. Tenemos poca paciencia con la precisión doctrinal, y los pastores que estamos infectados con el virus del pragmatismo tendemos a justificar nuestra indiferencia a la doctrina aduciendo que tal reflexión no es lo que la audiencia busca. Además, crea tensión en las relaciones.

      Las recientes protestas18 por el desvío del evangelicalismo hacia un cristianismo pragmático, doctrinalmente vago, dirigido hacia la audiencia y que no cuestiona la cultura son, a mi juicio, validas y necesarias, a pesar de que a nivel académico profesional ha habido notables avances en los últimos cincuenta años.19 En general y en las dominantes fuerzas modeladoras del evangelicalismo, la crítica de Harry Blamires en 1963 es probablemente más verdadera que nunca, “No hay mente cristiana…la mente cristiana ha sucumbido a las corrientes culturales en un grado de debilidad sin comparación en la historia cristiana.”20

      El creciente abandono de la verdad y de los absolutos morales21 en nuestra cultura, mientras la diversidad militante amenaza toda convicción firme, ha influenciado dramáticamente la mentalidad evangélica. Los manipuladores políticos que se especializan en desviar la atención de la verdad hacia los sentimientos, las relaciones y los estilos tienen su contraparte en la tendencia evangélica a evitar las disputas doctrinales describiendo los temas en términos de actitud y método en lugar de la verdad. Los desacuerdos serios se evaden, mientras que con un lenguaje vago y preocupaciones pragmáticas se preserva una unidad superficial a expensas de la sustancia teológica y la claridad y el poder bíblicos.

      Una Voz de Protesta en Sri Lanka

      El lamento por el vaciamiento pragmático de la convicción evangélica puede sentirse con inusual agudeza cuando viene, no de la elite intelectual, sino de personas como Ajith Fernando, quien dirige Juventud Para Cristo en Sri Lanka. Él no solo expone sólidamente la Escritura alrededor del mundo sino que trabaja con los pobres y ha llorado los horrores de las 50,000 víctimas de la insurgencia que hubo en un año en tiempos conmoción en Sri Lanka. Eso sucedió en 1989 y él simplemente dice, “yo luché mucho con el desánimo ese año.”22

      Su fortaleza, dice, vino de la verdad, y en ese contexto lamentó lo que veía en el occidente: “un cambio importante…ha tenido lugar en el evangelicalismo occidental donde la verdad ha sido reemplazada por el pragmatismo como la mayor influencia de pensamiento y vida. Este camino es suicida.” Él está animado de que las voces estén siendo levantadas, pero luego dice “sin embargo, siento que muchos líderes evangélicos están tan atrapados y enceguecidos por la cautividad del pragmatismo que aunque acepten con entusiasmo los ruegos para retornar a una mayor dependencia de la verdad, su aceptación hace poco efecto en el estilo de sus ministerios y en sus estrategias.”23 Hay simplemente muy poca paciencia con las particularidades de las proposiciones bíblicas que encarnan doctrinas preciosas que sostienen la vida.

      Demasiado del Hombre, Muy Poco de Dios

      Jonathan Edwards tuvo una profunda percepción respecto al estado de las cosas, y tiene que ver directamente con la ausencia de la centralidad de Dios: “una de las grandes razones por las que los temas especulativos [de doctrina] son considerados de poca importancia es que la religión moderna escasamente consiste en el Ser Divino y casi totalmente en la benevolencia de los hombres.”24 En otras palabras, la enfermedad que necesita sanarse es el principal estorbo para el remedio.

      Esto significa que “el gran estilo de sentir y pensar” de Jonathan Edwards “no es el nuestro y es ajeno a nuestra forma de vida.”25 La absoluta seriedad de Edwards—“su intensa gravedad,” como Thomas Chalmers le llamó—lo pone fuera de tono con nuestra espiritualidad informal, humorística, caricaturesca y orientada al entretenimiento.26 La sensibilidad de Edwards respecto a la desesperada condición de la humanidad sin Dios es tan abrumadora que nos deja sin respiración. H. Richard Niebuhr comentó que la conciencia de Edwards sobre lo precario de la vida lo ponía en una rara clasificación: “Él reconocía lo que Kierkegaard quiso decir cuando describió la vida como flotar en el agua con diez mil brazas de profundidad debajo de nosotros.”27

      Necesitamos Mucho Más que a Benjamín Franklin

      Pero es en este preciso punto que las formidables dificultades para lograr la gran visión que Edwards tenía de Dios pueden dar lugar a la esperanza. Puede ser que el empobrecimiento teológico de la iglesia americana, la precariedad de la vida y el cansancio de la superficialidad “exitosa” hagan que la voz de Jonathan Edwards sea más irresistible de lo que ha sido por siglos.

      Muchos otros han tenido esta esperanza al contrastar la influencia de Edwards con su contemporáneo Benjamín Franklin. Randall Stewart argumenta que,

      Franklin nos introdujo al camino del paraíso de los entusiasmados por la tecnología. Pero ahora se hace más asombrosamente claro que los artefactos tecnológicos no pueden salvarnos y pueden más bien destruirnos con facilidad… Ahora que el pararrayos del Dr. Franklin comienza a lucir, desde nuestra perspectiva, como un patético símbolo del orgullo y la insuficiencia humana, mientras que los sondeos del alma de Edwards parecen más penetrantes a esta generación de lectores de lo que han parecido antes, es posible que Edwards surja, y ya está surgiendo, como más el más útil, verdaderamente más útil, de estos dos hombres.28

      Perry Miller, quien profesaba no compartir la fe de Edwards, tenía una visión similar de nuestra condición: "[Edwards] es un recordatorio de que, aunque nuestra civilización ha escogido deambular en los más placenteros prados a los que Franklin invitaba, hay periodos en los que por causa de los desastres o de la auto-reflexión, la ciencia aplicada y The Way to Wealth [El Camino a la Riqueza] de Franklin, parecen no ser suficientes como filosofía de vida nacional."29 Esta declaración, hecha en 1949 me parece que se queda corta a medida que termina el siglo. El pragmatismo de Franklin se halla moral, teológica, y espiritualmente en bancarrota. Esa misma bancarrota cultural puede despertar a los evangélicos de la necedad de la imitación.

      Edwards Contra la “Inteligencia Humana Iluminada”

      Durante el pináculo del optimismo del siglo diecinueve, Oliver Wendell Holmes se mofó de las convicciones de Edwards como

      No solo falsas, no solo absurdas, sino fuerzas desorganizadoras en medio del aparato pensante. El sistema de Edwards parece, frente a la luz del día de hoy, barbárico, mecánico, materialista, pesimista. Si él hubiese vivido cien años más tarde, y respirado el aire de libertad, no habría escrito con ese barbarismo del viejo mundo…La verdad es que [su] sistema completo de creencias… está siendo sutilmente desechado por la inteligencia humana iluminada, y nos cuesta comprender cuanta tiranía ejerció en otro tiempo sobre muchas de las más fuertes mentes.30

      La visión de Edwards no se ha desvanecido. Está siendo recuperada y reconsiderada hoy quizás más extensamente y con más vigor que en sus propios días.31 La razón por la que Oliver Wendell Holmes lo descartó, y por la que hay esperanza de que nosotros no lo haremos, es que el siglo veinte demostró que la “inteligencia humana iluminada” de Holmes ha sido la fábrica de los más grandes males globales jamás perpetrados en la historia humana. Mark Noll comenta, “puesto que la mayor parte del siglo 20 ha sido un periodo tan oscuro, estamos en mejor posición de oír con más claridad a Edwards de lo que estaba la generación progresista de Holmes.”32 En otras palabras, la enfermedad puede hacer que el remedio tenga sentido.

      C. S. Lewis Sobre la Necesidad de Libros Viejos

      C. S.

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