La Pasión de Dios por Su Gloria. John Piper

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La Pasión de Dios por Su Gloria - John  Piper

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La Adoración es para magnificar a Dios, no a nosotros, y Dios es magnificado en nosotros cuando nos satisfacemos en Él. Por lo tanto, la esencia inmutable de la adoración (no la forma externa que si cambia) es la satisfacción profunda y sincera en la gloria de Dios, el temor de no tenerla y el anhelo de ella.

      El movimiento básico de la Adoración el domingo por la mañana no es venir con nuestras manos llenas para darle a Dios, como si Él necesitara algo (Hech. 17:25), sino venir con nuestras manos vacías para recibir de Él. Y lo que recibimos en Adoración es la plenitud de Dios, no sentimientos de entretenimiento. Debemos venir con hambre de Dios. Deberíamos venir diciendo, “Como el siervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti oh Dios el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Sal. 42:1-2). Dios es poderosamente honrado cuando un pueblo sabe que morirá de hambre y sed a menos que tengan a Dios.

      Nada hace a Dios más supremo y central en la adoración que cuando un pueblo está plenamente persuadido que nada—ni el dinero, ni el prestigio, o el entretenimiento, o la familia, o el trabajo, o la salud, o los deportes, o los juguetes, o los amigos—nada le va a traer satisfacción a su pecaminoso, culpable y dolido corazón sino Dios. Esta convicción produce un pueblo que va tras Dios con fuerza cada domingo por la mañana. Este pueblo no se confunde respecto a por qué asisten al servicio de adoración. Ellos no ven los cantos, las oraciones y los sermones como meras tradiciones u obligaciones sino como medio de acercarse a Dios o por los que Dios los acerca a ellos para darles más de su plenitud—no importa cuán doloroso pueda eso ser para los pecadores a corto plazo.

      Si el foco de la adoración congregacional cambia en darle a Dios en lugar recibir de Él, un resultado que he visto una y otra vez es que sutilmente ya no es Dios quien permanece en el centro, sino la calidad de nuestra adoración. ¿Estamos cantando como Dios se lo merece? ¿Están tocando los músicos sus instrumentos con la calidad que corresponde a la alabanza al Señor? ¿Es la predicación una ofrenda digna de Dios? Y así, poco a poco el foco deja de ser la indispensabilidad del Señor hacia la calidad de nuestra ejecución. Luego comenzamos a definir la excelencia y el poder en la adoración en términos de los distintivos técnicos de nuestros actos artísticos. Nada pone a Dios en el centro de la adoración como la convicción bíblica de que la esencia de la adoración es una profunda y sincera satisfacción en Él y la convicción de que la búsqueda temerosa de esa satisfacción es la razón por la que nos reunimos.

      Además, esta visión de la adoración evita la trivialización pragmática de este acto santo. Si la esencia de la adoración es satisfacción en Dios, entonces la adoración no puede ser un medio para algo más. Simplemente no podemos decirle a Dios, “quiero satisfacerme en ti para lograr algo adicional.” Eso significaría que no estamos realmente satisfechos con Dios sino con algo más. Y eso lo deshonra, no lo glorifica.

      Pero, de hecho, para miles de personas, y para muchos pastores, el evento de la “adoración” el domingo por la mañana es considerado como un medio para lograr algo que en realidad no es adoración. “adoramos” para recaudar dinero; “adoramos” para atraer multitudes; “adoramos” para sanar heridas humanas; para reclutar obreros; para mejorar la moral de la iglesia; para darle a los músicos talentosos oportunidad de ejercer su llamado; para enseñarle a nuestros niños los caminos de la justicia; para ayudar a los matrimonios a estar juntos; para evangelizar a los perdidos; para motivar a la gente a proyectos de servicio; para darle a la iglesia una atmósfera familiar.

      Todo eso evidencia que no sabemos lo que es la verdadera adoración. Los afectos legítimos hacia Dios son un fin en sí mismo. Yo no puedo decirle a mi esposa: “me deleito grandemente en ti para que me hagas una buena comida.” No es así como funciona el deleite. El deleite debe enfocarse en ella no en una buena comida. No le puedo decir a mi hijo, “me gusta jugar pelota contigo—para que cortes el césped del patio” Si tu corazón se deleita verdaderamente en jugar pelota con tu hijo, ese deleite no debe ser un medio para que él lo que te favorece.

      Yo no niego que la adoración congregacional autentica pueda tener cientos de buenos efectos en la vida de la iglesia. De la misma manera que el verdadero afecto en un matrimonio, la adoración autentica hace que todo sea mejor. Mi punto que en el grado en el que “adoremos” por otras razones que no sean Dios mismo, la adoración deja de ser autentica. Mantener la satisfacción en Dios en el centro nos guarda de esa tragedia.

      Las Misiones Mundiales: Pasión por la Gloria

      de Dios en el Gozo de las Naciones

      Implicación #11 . Si el despliegue de la gloria de Dios y el más profundo gozo del alma humana son una misma cosa, entonces las misiones mundiales son una declaración de las glorias de Dios entre todas las naciones no alcanzadas con el fin de reunir adoradores que magnifiquen a Dios con el gozo de vidas radicalmente obedientes. “Proclamad entre las naciones su gloria” es otra manera de expresar la Gran Comisión (Salmo 96:3); “Alégrense y gócense las naciones” también lo es (Salmo 67:4). La meta es la misma: la gloria de Dios exaltada en el regocijo de las naciones.

      El apóstol Pablo combinó la gloria de Dios y el gozo de las naciones diciendo que la meta de la encarnación fue “mostrar la verdad de Dios…para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito… Alegraos, gentiles, con su pueblo”. (Rom. 15:8-10). En otras palabras, el regocijo en Dios y la adoración a Dios son una, y eso es la meta de las misiones mundiales.

      Nosotros Recibimos la Ayuda, Él Recibe la Gloria

      Implicación #12. La oración es clamar a Dios por ayuda pues es claro que en Él es gloriosamente capaz y nosotros humilde y felizmente necesitados de gracia. El Dador recibe la gloria. Nosotros recibimos ayuda. Esa es la historia de la oración. “invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás”. (Salmo 50:15). Jesús dice que busques dos cosas en la oración: tu gozo y la gloria de Dios: “pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido” ( Juan 16:24), “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” ( Juan 14:13). Estas no son dos metas sino una. Cuando nos deleitamos en el Señor, el Señor es glorificado en concedernos el deseo de nuestro corazón (Salmo 37:4).

      Erudición: Contemplando y Degustando a Dios en Cada Rama del Saber

      Implicación #13. La labor de los estudios académicos cristianos es estudiar la realidad como la manifestación de la gloria de Dios para hablar de ella con precisión y saborear la belleza de Dios en ella. Creo que Edwards consideraría una masiva abdicación a la erudición el hecho de que tantos cristianos hagan tanto trabajo académico con tan escasa referencia a Dios. Si el universo y todo lo que en él existe es el diseño de un Dios infinito y personal para que su multiforme gloria sea conocida y amada, entonces abordar cualquier tema sin referencia al Dios de gloria no es erudición sino insurrección.

      Además la demanda es aún mayor: pues la erudición cristiana tiene que ser permeada por afectos espirituales para la gloria de Dios en todas las cosas. La mayoría de los académicos saben que sin el apoyo de la verdad los afectos degeneran en un emocionalismo sin fundamento. Pero no muchos académicos reconocen lo contrario: que sin el estimulo de los verdaderos afectos espirituales, ver la plenitud de la verdad en todas las cosas es imposible. Por eso Edwards dice, “donde hay luz sin calor o una cabeza que almacena nociones y especulaciones con un corazón frio y desafecto no puede haber nada divino en esa luz y ese conocimiento no es el verdadero conocimiento espiritual de las cosas divinas.”62

      Uno podría objetar que el tema de la de la psicología, la sociología, la antropología, la historia, la física, la química, el inglés, o la computación no son “cosas divinas” sino “naturales.” Pero eso pierde de vista el primer punto: para ver la realidad en verdad tenemos que verla en relación a Dios

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