La Pasión de Dios por Su Gloria. John Piper

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La Pasión de Dios por Su Gloria - John  Piper

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menor.

      JONATHAN EDWARDS

      El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo

      Jonathan Edwards,

      el hombre y su vida

      Aprendiendo de un Evangélico no Moderno69

      ¿Por qué una biografía?

      Además de que leer biografías es placentero, ¿qué otra justificación hay para este capítulo? Jonathan Edwards mismo nos da una y la Biblia otra. Edwards publicó La Vida de David Brainerd en 1749, y explicó en su prefacio por qué lo hizo: “hay dos maneras de promover la verdadera religión y la virtud en este mundo, las cuales ha sido usadas por Dios: una es doctrina y precepto y la otra es ejemplo e ilustración.”70 Lo que Edwards dijo para justificar el relato de la vida de Brainerd justifica el relato de su propia vida. La historia de una vida buena y santa es una fuerte defensa y confirmación del verdadero cristianismo y la belleza de la bondad. La Biblia dice, “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.” (Heb 13:7). Esto nos manda a considerar la vida de los líderes fieles, a trazar el resultado de sus vidas hasta el fin e imitar la manera en que la fe dio forma a su conducta.

      Edwards fue un líder que nos habló—y sigue hablando—la Palabra de Dios. Lo que él habló (y escribió) en El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo sería suficiente justificación para la publicación de este libro. Pero su sus palabras y sus escritos son lo que son por causa de lo que él era. Y nos será de gran ayuda si vemos algo de lo que John De Witt quiso decir cuando escribió, “[Edwards] fue el más grande en su atributo de prevalente, penetrante e irradiante espiritualidad.”71 Detrás de la grandeza de su pensamiento estaba la grandeza de su alma. Y su alma fue grande porque estaba llena de la plenitud de Dios. En nuestro día necesitamos ver a su Dios y ver el alma que vio a este Dios.

      Cómo No Imitar lo Grande

      Por supuesto la imitación a través de los siglos y las culturas es un asunto delicado. Las simulaciones serviles y externas de estilo o lenguaje evidenciarán una falla en entender lo que Edwards mismo buscaba en la creativa adaptación de la solida y antigua verdad bíblica a su propio día. Requiere sabiduría discernir como las fortalezas de un antiguo santo deberían aparecer en otra era. Como es en los proverbios lo es en la biografía, “Espinas hincadas en mano del embriagado, Tal es el proverbio en la boca de los necios”. (Pro 26:9). “Las piernas del cojo penden inútiles; Así es el proverbio en la boca del necio.” (Pro 26:7). Por lo tanto, cuidémonos no sea que terminemos poniéndonos el chaleco y la peluca de Edwards y hagamos el ridículo. Él tiene mucho para darnos de lo que desesperadamente necesitamos.

      Nacimiento, Familia, Intelecto Juvenil

      Jonathan Edwards nació el 5 de Octubre de 1703 en Windsor, Connecticut. Era el único hijo varón entre los once hijos de Timothy Edwards, el pastor congregacional de la localidad. La tradición dice que Timothy solía decir que Dios lo había bendecido con sesenta pies (18 metros) de hijas. Le enseno latín a Jonathan cuando tenía seis años y lo envió a la universidad de Yale cuando tenía doce. En aquellos días la universidad había comenzado apenas hacia quince años y luchaba por mantenerse a flote. Pero aun así fue un lugar de explosivo estimulo y crecimiento intelectual para Jonathan Edwards.

      Mientras estudiaba allí, cuando cumplió quince años leyó lo que vino a ser una influencia formativa en su pensamiento, Ensayo Sobre el Entendimiento Humano de John Locke. Años más tarde dijo que eso le había dado más placer “de lo que encuentra el más miserable de los codiciosos cuando junta montones de plata y oro de algún recién descubierto tesoro.”72 Ya a esta temprana edad había iniciado un patrón de escritura y pensamiento que canalizaría sus grandes capacidades mentales y del corazón hacia una extraordinaria productividad literaria.

      Siendo aun un muchacho comenzó a estudiar con su lápiz en su mano, no con el propósito de copiar el pensamiento de otros, sino de escribir y preservar los pensamientos sugeridos a su propia mente mientras estudiaba. Esta tan útil práctica la inició en varias materias de sus estudios desde muy temprano; y consistentemente la practicó en todos sus estudios a lo largo de su vida. Su lápiz parecía en un sentido haber estado en su mano siempre. De esta práctica aplicada con consistencia, él derivó las muy grandes ventajas de pensar continuamente durante cada uno de sus periodos de estudio, de pensar minuciosamente, de pensar coherentemente y de pensar habitualmente siempre73.

      Se graduó de Yale en 1720, dio el discurso de graduación en latín como el más destacado, y luego continúo sus estudios allí por dos años más para prepararse para el ministerio. A los diecinueve años recibió la licencia para predicar y tomó un pastorado en la Iglesia Presbiteriana Escocesa de Nueva York por ocho meses de agosto 1722 a abril 1723.

      La Intensidad y Enfoque Mental de Su Vida Espiritual

      La intensidad de su vida interna en esos tempranos años fue extraordinaria. Sus famosas “Resoluciones” capturan algo de la asombrosa pasión de este periodo de su vida. Había un enfoque de pensamiento que gobernaba su vida y lo capacitaba para realizar cosas asombrosas. Por ejemplo, la resolución #44 dice, “Resuelvo, que ninguna otra meta sino la religión tendrá ninguna influencia en ninguna de mis acciones y que ninguna acción será guiada, en la más mínima circunstancia, más que por la religión.”74 La resolución # 61 dice, “Resuelvo, que no daré lugar a ese desgano que encuentro que afloja o relaja mi mente de estar plena y fijamente establecida en la religión, no importa la excusa que pueda tener para ello.”75

      Esto era una aplicación radical del dictado bíblico, “Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado”. (2Tim 2:4). Fue precisamente este enfoque mental en la “religión” lo que dio lugar a una vida entera de estudios y escritos centrados en Dios. La religión, para Edwards, significaba vivir y pensar cristianamente. Y todo estaba enraizado en un sistema de conocimiento—una “ciencia” gloriosa llamada divinidad. En una ocasión predicó un sermón en Hebreos 5:12 (“deberíais ser maestros”) en el cual describió en qué tenía él enfocada su mente, es decir:

      Dios mismo, el eterno Tres en uno, es el principal objeto de esta ciencia; y luego Jesucristo, como Dios-Hombre y Mediador, y la gloriosa obra de la redención, la obra más gloriosa que jamás fue efectuada: también los grandes temas del mundo celestial, la gloriosa y eterna herencia comprada por Cristo, y prometida en el evangelio; la obra del Espíritu Santo de Dios en los corazones de los hombres; nuestra responsabilidad ante Dios, y la manera en podemos llegar a ser…como Dios mismo de acuerdo a nuestra medida. Todos estos son los objetos de esta ciencia.76

      ¡Oh, si este fuese el foco central y todo inclusivo de los pastores y líderes cristianos en nuestros días! Pero ha habido una gran pérdida de confianza de que tal foco y devoción de energía sean “exitosos”. Esta es una de las razones por las que los escritos de Edwards y su ejemplo son tan necesarios en nuestros tiempos.

      Enamorándose

      En el verano de 1723, entre su primer corto pastorado y su regreso a Yale, él se enamoró de Sarah Pierrepont. En la primera página de su libro de gramática griega él escribió la única clase de canción de amor de la que su corazón era capaz:

      Se dice que hay una joven dama en [New Haven] que es amada por el Gran Ser que hizo y gobierna el mundo y que durante ciertas épocas este Gran Ser viene a ella de alguna u otra manera invisible y llena su mente de dulces y rebosantes delicias, y que casi nada le importa excepto meditar en

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