La Pasión de Dios por Su Gloria. John Piper
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De manera que en esta última parte de la vida de Edwards que transcurrió en Stockbridge lejos de los centros académicos de enseñanza filosófica, la mente de Edwards se volvió de nuevo a la posición filosófica de su preciada visión bíblica de la realidad. Pero eso no fue un abandono de los fundamentos bíblicos y teológicos, como se ve claramente en El Fin por el Cual Dios Creó el Mundo, en la segunda parte de este libro. Fiering describe el “método de utilizar filosofía moral en sus argumentos, pero ultimadamente, apoyarse en la teología moral para sus conclusiones” de Edwards121. Lo que simplemente significaba para Edwards que al final todo se apoyaba en la Biblia.
Como Ian Murray lo dice claramente, aun en las obras mas filosóficas de Edwards, “la clave para comprender a Jonathan Edwards es que él era un hombre fiel a la Palabra de Dios antes que a cualquier otra consideración.”122 Es por esto que “Edwards pertenece apropiadamente a la compañía de Leibniz, Malebranche y Pascal con cincuenta años de anticipación, figuras que como él filosofaron libremente, pero dentro de una tradición dogmatica.”123 Tal gente pudo penetrar más profundamente en la realidad a causa de su perspectiva teológica enraizada en la Biblia, pero ellos “confundieron e irritaron a sus oponentes precisamente porque amaban a Dios más que a la filosofía.”124
La Libertad de la Voluntad
La primera de las cuatro grandes obras de Edwards de este periodo en Stockbridge fue La Libertad de la Voluntad.125 El editor de este libro en la edición critica de Yale, Paul Ramsey, dice que esta obra “con amplia razón ha sido considerada el más grande producto literario de Edwards.”126 Esto es más asombroso debido a las condiciones de su composición, las cuales son probablemente típicas de las condiciones para cada una de las cuatro obras más importantes:
Hay que recordar que El Ensayo Sobre la Libertad de la Voluntad…fue escrito en el espacio de cuatro meses y medio; y no fueron meses de tiempo libre, sino de presión por las demandas de las responsabilidades de una iglesia y de dos diferentes misiones indias, teniendo en cuenta también las preocupaciones, perplejidades y deshonra de una furiosa controversia cuyo propósito era privar al autor y a su familia de su pan diario.127
El Fruto de Una Vida Entera Redimiendo el Tiempo
El libro fue finalizado en abril de 1753 y fue publicado un año más tarde después de que los pagos vinieron de Escocia al publicador en Boston. La clave practica para escribir bajo circunstancias tan imperfectas era redimir el tiempo en cada momento, lo cual Edwards había aprendido a hacer a través de muchos años de rigurosa disciplina. Aun en sus más tempranas resoluciones él se había determinado a resistir el debilitante poder de dejar las cosas para más tarde. La resolución #11 dice: “Resuelvo: cuando piense en cualquier teorema teológico que deba ser resuelto, haré todo lo que pueda para resolverlo de inmediato si las circunstancias no me lo impiden.”128
Agreguemos a esto que por más de treinta años, Edwards no había sido un lector pasivo. Él leía con el propósito de resolver problemas y retenía sus reflexiones por escrito. La mayoría de la gente tiene una lamentable tendencia hacia la lectura pasiva. Leen de la misma manera que ven televisión; no hacen preguntas, lo cual Mortiner Adler dice que es la esencia de la lectura activa.129 Pero ya hemos visto130 que Edwards leía con insistente enfoque y con la visión de resolver problemas teológicos, escribiendo y registrando siempre sus pensamientos. Se ha dicho que “quizá no haya existido persona que tan habitual y cuidadosamente registrara sus ideas sobre casi cada tema, por escrito, como el anciano Presidente Edwards. Sus estudios ordinarios eran realizados con lápiz en mano y con sus libros de notas delante de él; y con frecuencia, si era necesario, no solo se detenía en sus cabalgatas diarias al lado del camino sino que se levantaba a medianoche para poner en papel cualquier pensamiento importante que se le ocurriera."131
Aun sin un libro en la mano, su mente siempre estaba trabajando. El bisnieto de Edwards nos dice cómo él usaba las muchas horas que le tomaba ir en caballo de un pueblo al otro meditando en la solución de algún tema y luego pegando a su saco un pedazo de papel y cargando su mente para recordad la secuencia de pensamiento cuando se quitara el papel habiendo vuelto a casa.132
Él aprovechaba al máximo la oportunidad para estudiar levantándose temprano. De hecho, probablemente decía muy en serio lo que escribió en su diario en 1728, “creo que Cristo nos recomendó levantarnos temprano al resucitar y salir de la tumba muy temprano por la mañana.”133 Por eso él se levantaba entre las 4:00 y las 5:00 a.m. para estudiar, siempre con pluma en mano, elaborando cada idea que brotaba en su mente tanto como pudiese y registrándola en sus libros.134 Después de una vida entera de esta disciplina, no es como si él hubiese comenzado a escribir sus grandes cuatro obras de la nada mientras estaba en Stockbridge. Había miles de notas y treinta años de reflexión listas para ser vertidos en esos libros.
Dos Libros Más: Cuál es el Fin y Cuál es el Bien
Esto es especialmente verdad de las otras dos obras que Edwards escribió, El Fin por el Cual Dios Creó el Mundo y La Naturaleza de la Verdadera Virtud, las cuales intentaba publicar juntas (lo cual sabemos porque en La Verdadera Virtud él se refirió varias veces a El Fin como “el tratado previo”). Él comenzó la composición en la primavera de 1755 después de la más larga y penosa enfermedad de su vida. “Debería haber escrito hace mucho tiempo,” le escribió a un amigo el 15 de abril de 1755, “de no haber sido detenido por la más larga y tediosa enfermedad que he sufrido en mi vida: seguida de ataques agudos que vinieron sobre mi a mediados de Julio pasado, los cuales fueron por un largo tiempo bastante severos, y consumieron excesivamente mi carne y energía, de modo que parezco un esqueleto."135 Las Dos Disertaciones no fueron publicadas hasta 1765, siete años después de la muerte de Edwards. Esto es probablemente debido al hecho de que aun cuando habían sido básicamente completadas, él intentaba hacer algún trabajo adicional en ellas.136
Sabemos por sus Misceláneas que Edwards tenía copiosas notas preparadas para insertarlas en estas obras cuando llegara el tiempo de escribirlas. Toda su vida había luchado, por ejemplo, con el tema del fin por el cual Dios había creado el mundo. Harvey Townsend hace una lista de veintitrés apuntes en los libros de notas de Edwards que tratan con este asunto, algunos de estos hasta de nueve páginas y con fechas de cuando él estaba en sus veintes.137 En estas dos disertaciones es verdad, como dice Iain Murray, que Edwards en esencia, “está diciendo nada adicional a lo que enseñó a los hijos de los indios en ‘el fin principal del hombre’ de la primera pregunta del catecismo menor”138 Sin embargo, mucho más que esto estaba tomando lugar. Su mente “se elevaba como un águila hacia el sol,”139 y con una visión de la creación y la virtud radicalmente centrada en Dios “él responde a…la ‘nueva filosofía moral’ del siglo 18—es decir, a la ética sentimental que estaba arrasando al mundo de habla inglesa a través de las obras del Conde de Shaftesbury (1671-1713), Francis Hutcheson (1694-1746) y Samuel Clarke (1675-1720).”140
La Última Obra
La última obra literaria de Edwards fue La Gran Doctrina