La Pasión de Dios por Su Gloria. John Piper
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Otra Extraña y Dolorosa Providencia
Cuatro meses después de completar su última gran obra,el yerno de Edwards y presidente de la Universidad de Princeton, Aaron Burr, murió el 24 de septiembre de 1757. Dos días más tarde, “la corporación de la universidad” se reunió e “hizo la elección del Sr. Edwards como su sucesor,”142 Es un tributo a la fe de Edwards y a su paternidad que Esther, su hija viuda quien había estado casada por solo cinco años, respondiera con tanta confianza en la bondad de la soberanía de Dios. En una carta a su madre dos semanas después de la muerte de su esposo ella escribió,
Diré para gloria del nombre de Dios, que creo que él se ha, en un grado no común, mostrado a sí mismo como un Dios todo-suficiente, una fuente repleta de todo bien. Que aunque las vertientes sean cortadas, aún la fuente se mantiene llena. Creo que se me ha permitido poner mis cargas sobre él, y he encontrado gran paz y calma en mi mente, tanto como la que el mundo no puede dar o quitar... Permítanme suplicarle a ambos, que rueguen fervientemente al Señor, que yo nunca desprecie sus reprensiones, ni desmaye bajo su severo golpe.143
Su Inútil Resistencia al Llamado de Princeton
En cuestión de siete meses, la madre de Esther le escribiría una carta similar a su hija cuando su esposo Jonathan recibió el mismo “severo golpe”. Pero nada de eso pudo ser detectado en el momento, y Edwards estaba “no pocamente sorprendido” al recibir la noticia de que había sido elegido como presidente de Princeton, si lo aceptaba. Él no estaba seguro que fuese una decisión sabia. En una carta a la corporación el 19 de Octubre de 1757, delineó sus reservas. Además de “apenas haber comenzado a tener nuestros asuntos en una situación comoda” el desaprobaba su capacidad para el papel de presidente:
Soy de una constitución, que en muchos sentidos es, peculiarmente desafortunada, pues sufro de flacidez, de fluidos insípidos, viscosos y escasos y de un bajo nivel de energía que con frecuencia me ocasiona una cierta debilidad infantil, una conversación, presencia y conducta menospreciables y una desagradable pesadez y rigidez que me inhabilitan para conversar, y especialmente para el gobierno de una universidad…también soy deficiente en algunas áreas del conocimiento, particularmente en algebra, las partes elevadas de las matemáticas y el griego clásico; mi conocimiento del griego ha sido principalmente del Nuevo Testamento.144
Además de su incapacidad personal, como él lo veía, tenía a la vista proyectos para escribir que consumirían el resto de su vida; y describió esos proyectos con algún detalle en su carta diciendo: “creo que puedo escribir mejor de lo que hablo. Mi corazón está tanto en estos estudios que no puedo desear ponerme en la incapacidad de proseguirlos en parte futura de mi vida.”145 Pero concluyó la carta con la promesa de buscar consejo y considerar el asunto seriamente.
El concilio asesor tuvo lugar el 4 de enero de 1758 en Stockbridge y decidió que era la responsabilidad de Edwards aceptar el llamado. Cuando se le comunicó la decisión “rompió en llanto por la ocasión, lo cual era muy inusual para él hacer en presencia de otros.”146 Él protestó que ellos hubiesen pasado por alto tan fácilmente sus argumentos, pero al final accedió. La sociedad misionera en la que servía dio su permiso y se fue hacia Princeton en Enero, planeando mudar a su familia en la primavera.
Gran Fe Antes de la Fatal Defensa por la Vida
El 13 de febrero de 1758, un momento después de haber asumido la presidencia de Princeton, Edwards fue vacunado contra la viruela. Pero esto tuvo el efecto opuesto a lo que se buscaba. Las pústulas en su garganta crecieron tanto que no podía tomar fluidos para combatir la fiebre. Cuando supo que no había duda de que estaba muriendo, llamo a su hija Lucy—la única de su familia en Princeton—y le dio sus últimas palabras. No hubo quejas por tener que irse en la plenitud de su vida sin haber cumplido sus grandes sueños de escribir. Más bien, con confianza en la buena soberanía de Dios, habló palabras de consolación a su familia:
Querida Lucy, me parece que es la voluntad de Dios que pronto tenga que dejarlos; por lo tanto dale mi más tierno amor a mi querida esposa y dile que la unión inusual que ha subsistido entre nosotros por tanto tiempo ha sido tal que confío que es espiritual y continuará por siempre: y tengo esperanza de que recibirá apoyo durante esta gran prueba y que se someterá gozosamente a la voluntad de Dios. Y en cuanto a mis hijos ustedes se van a quedar sin padre, lo cual espero que sea un estimulo para que busquen un Padre que nunca les fallará.147
Él murió el 22 de marzo. Su médico escribió la difícil carta a su esposa que estaba aun en Stockbridge. Ella estaba bastante enferma cuando la carta llegó, pero el Dios que sostuvo su vida fue el Dios a quien Jonathan Edwards predicaba. Así que el 3 de abril ella escribió a su hija Esther:
Qué diré: un Dios santo y bueno nos ha cubierto con una nube negra. ¡Oh que pudiéramos besar la vara y poner nuestras manos sobre nuestras bocas! El Señor lo ha hecho; Él me ha hecho adorar su bondad que hemos tenido de Él por tanto tiempo. Pero mi Dios vive; y Él tiene mi corazón. ¡Oh qué heredad nos ha dejado mi esposo y tu padre! Estamos entregados a Dios: ahí estoy, y amo estar.
Tu siempre afectuosa madre
Sarah Edwards148
La Búsqueda de Visión Espiritual
Así terminó la vida terrena de uno cuya pasión por la supremacía de Dios fue probablemente sin igual en la historia de la iglesia. La búsqueda fue con vehemencia porque él sabía lo que estaba en juego y que el mero conocimiento especulativo o racional de Dios no podía salvar su alma o bendecir la iglesia. Toda su energía estaba inclinada a servir a lo que es la verdadera meta de todas las cosas, es decir a la manifestación de la gloria de Dios en una visión espiritual al disfrute de esa gloria.
Una verdadera conciencia de la gloria de Dios es la que nunca podrá ser obtenida por la especulación [razonamiento]; si los hombres se convencen a sí mismos con argumentos de que Dios es santo, eso nunca les dará conciencia de Su amable [i.e., agradable, admirable] y gloriosa santidad. Si argumentan que Él es muy misericordioso, eso no les dará conciencia de Su gloriosa gracia y misericordia. Tiene que ser un descubrimiento más inmediato y sensible el que habrá de darle a la mente una verdadera conciencia de la excelencia y la belleza de Dios.149
En otras palabras, no sirve meramente creer que Dios es santo y misericordioso. Para que esa creencia tenga algún valor salvador tenemos que tener “conciencia” de la santidad y la misericordia de Dios. Es decir, debemos tener un verdadero conocimiento de esa fe y deleitarnos en ella por lo que es en sí misma. De otra manera el conocimiento no difiere del que tienen los demonios.
La meta de la Vida en la Labor de la Mente
¿Significa esto que todo estudio racional e inteligente es en vano? No. Porque él dice, “mientras más conocimiento racional de las cosas divinas tengas, mas oportunidad habrá, cuando el Espíritu sea soplado en tu corazón, de ver la excelencia de estas cosas, y de probar la dulzura de ellas.”150 Pero la meta de todo su estudio era este conocimiento espiritual consistente no solo en conocer a Dios sino deleitarse en Él, saborearlo y apreciarlo. Pero a pesar de todo su poder intelectual, Edwards estaba muy lejos de ser un académico frío, desconectado, neutral y desinteresado.
Él dijo en su resolución #64, “Resuelvo: cuando encuentre esos ‘gemidos indecibles’ de los cuales habla el apóstol, y esos ‘suspiros del alma por