Fausto. J.W. Goethe

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Fausto - J.W. Goethe страница 10

Автор:
Серия:
Издательство:
Fausto - J.W. Goethe Clásicos

Скачать книгу

      UN MENDIGO

      (Cantando.) Vosotros, buenos caballeros, y vosotras, bellas damas, tan bien ataviadas y de mejillas encendidas; dignaos echarme una mirada compasiva y aliviar mi necesidad. No permitáis que toque yo aquí el organillo en vano. Sólo es dichoso aquel que quiere dar. Que este día, que todo el mundo celebra, sea día de cosecha para mí.

      BURGUÉS 2.°

      Para mí, nada hay mejor los domingos y días de fiesta, que hablar de la guerra y del bullicio de la guerra, mientras allá lejos, en Turquía, los pueblos pelean unos con otros. Se está uno tranquilamente a la ventana, vacía su copita contemplando cómo se deslizan río abajo los pintados barquichuelos; y luego, a la caída de la tarde, se vuelve satisfecho a su casa bendiciendo la paz y los tiempos de paz.

      BURGUÉS 3.°

      Sí, señor vecino; también dejo yo que las cosas vayan de ese modo. Ya pueden ellos romperse la crisma y puede llevárselo todo el diablo, con tal que en casa siga todo como estaba antes.

      UNA VIEJA

      (A las señoritas.) ¡Vaya! ¡Qué adornadas! ¡La hermosa sangre joven! ¿Quién no se encaprichará por vosotras? Pero no seáis tan orgullosas. ¡Ya está bien! ¡Cuando yo podría proporcionaros lo que deseáis!

      UNA SEÑORITA

      Vámonos, Águeda. Me guardo de ir en público con tales brujas. Por cierto que ella me hizo ver, en la noche de San Andrés, a mi futuro novio en persona.

      OTRA

      A mí me lo enseñó en el cristal. Vestía de militar, acompañado de varios calaverones. Pero, por más que miro a mi alrededor y le busco por todos lados, mi novio no quiere toparse conmigo.

      SOLDADOS

      Castillos con altas murallas y almenas, mozas arrogantes y esquivas quisiera yo conquistar. Audaz es la empresa, espléndido el galardón. Y dejamos que el clarín nos llame lo mismo al placer que al exterminio. ¡Esto es un asalto! ¡Esto es vida! Mozas y castillos, todo se ha de rendir. Audaz es la empresa, espléndido el galardón. Y los soldados marchando van.

      Fausto y Wagner

      FAUSTO

      Libres de hielo están ya el río y los arroyos, merced a la dulce y vivificante mirada de la primavera. Verdea en el valle la dicha de la esperanza; el caduco invierno, en su debilidad, se ha retirado a los ásperos montes, y desde allí, en su fuga, no nos envía más que escarchas e imponentes granizos, que forman estrías sobre la verdeante campiña. Mas el sol no sufre blancor alguno; por doquiera se hacen sentir la formación y el esfuerzo; todo quiere animarlo con brillantes matices. Pero, a falta de flores en el campo, acepta al gentío engalanado con sus trajes de fiesta.

      Vuélvete, Wagner, y desde estas alturas mira hacia atrás en dirección a la ciudad. Por la honda y sombría puerta sale una compacta muchedumbre abigarrada. Hoy van todos muy contentos a tomar el sol. Celebran la Resurrección del Señor, puesto que ellos, a su vez, han resucitado también, y de las ahogadas estancias de las bajas viviendas, de las trabas de profesiones y negocios, de la opresión de paredes y techos, de la aplastadora estrechez de las calles, de la respetable oscuridad de los templos, todos ellos son atraídos a la luz. Pero mira, mira cuán presurosa se esparce la multitud por campos y huertas; mira cómo el río mece en todas direcciones tantos graciosos esquifes, y cómo se aleja esta última navecilla, que de puro cargada está a punto de zozobrar. Hasta desde las lejanas veredas de la montaña brillan los vestidos de vivos colores. Oigo ya el barullo de la aldea. Aquí está el verdadero cielo del pueblo; llenos de alborozo, todos, grandes y pequeños, lanzan gritos de júbilo. Aquí soy hombre; aquí me permito serlo.

      WAGNER

      El pasearse con vos, señor doctor, es honroso y de provecho; pero no me extraviaría solo por aquí, pues soy enemigo de toda rusticidad. El chirriar de los violines, la algarabía, el juego de bolos, todo ello es para mí un ruido odioso en extremo. Se agitan como poseídos del espíritu malo, y a eso le llaman alegría, a eso le llaman canto.

       Aldeanos bajo el tilo

      Danza y canto.

      Atavióse el zagal para el baile, con vistosa chaqueta, cintas y guirnalda; iba vestido que daba gozo verlo. No cabía más gente bajo el tilo, y todos danzaban ya como locos -¡Ole! ¡Ole! ¡Viva la alegría!- Y a compás iba el arco de violín.

      A empujones, presto abrióse paso, y le dio con el codo a una muchacha. La fresca moza se volvió y dijo: -¡Vaya, que encuentro eso tonto! -¡Ole! ¡Ole! ¡Viva la alegría!- No seáis tan mal criado.

      En tanto, reinaba en el corro la mayor animación; se bailaba a diestro y siniestro; las sayas flotaban al viento. Poníanse todos encendidos y acalorados, y apoyábanse jadeantes uno en el brazo de otro. -¡Ole! ¡Ole! ¡Viva la alegría!- Y las caderas contra los codos.

      -Pero no me hagas tan confiada. ¡Cuántos no han engañado y dejaron chasqueada a su novia!- A pesar de esto, con piropos y zalamerías se la llevó él aparte, y desde el tilo resonaba a lo lejos: -¡Ole! ¡Ole! ¡Viva la alegría!- Gritos, y dale arco al violín.

      VIEJO ALDEANO

      Bello es por vuestra parte, señor doctor, el no desdeñarnos en el día de hoy y pasear entre este numeroso gentío siendo vos un sabio tan eminente. Aceptad, pues, el más bello jarro, que hemos llenado de fresca bebida. Os lo presento deseando vivamente que no sólo apague vuestra sed, sino también que cada gota que contiene sea un día más añadido a los de vuestra existencia.

      FAUSTO

      Acepto esa refrigerante bebida, y os retribuyo con ¡salud! y ¡gracias! a todos.

      La gente se reúne alrededor formando círculo.

      VIEJO ALDEANO

      Ciertamente, muy bien hicisteis en dejaros ver por aquí en día alegre, ya que en otro tiempo y en calamitosos días os mostrasteis con nosotros muy benévolo. Más de uno hay aquí lleno de vida, a quien vuestro padre arrancó por fin al ardiente furor de la fiebre cuando puso término a la pestilencia. Y vos también, joven como erais entonces, acudíais a todas las casas donde había enfermos; llevábanse no pocos cadáveres, mas vos salíais de allí sano y salvo. Habéis soportado muchas duras pruebas; a nuestro salvador salvó el Salvador de lo alto.

      TODOS

      ¡Salud al hombre acrisolado, para que nos pueda ayudar aún largo tiempo!

      FAUSTO

      Prosternaos ante Aquél de las alturas, que enseña a socorrer y envía el socorro.

      Aléjase con Wagner.

      WAGNER

      ¡Qué impresión debes sentir, oh, grande hombre, ante el respeto de esa multitud! ¡Ah!, ¡dichoso quien puede sacar tal fruto de sus dotes! El padre te muestra a su hijo; todo el mundo inquiere, se estruja y acude presuroso; enmudece el violín; párase el que está bailando. Echas a andar, y se colocan ellos en fila, vuelan los gorros por el aire, y poco falta para que se doblen las rodillas cual si pasara el Santísimo Sacramento.

      FAUSTO

      Subamos

Скачать книгу