La visión teológica de Óscar Romero. Edgardo Antonio Colón Emeric

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La visión teológica de Óscar Romero - Edgardo Antonio Colón Emeric

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de violencia y venganza de ambas partes. Al mismo tiempo, vio que la raíz de los problemas se encontraba en la opresión de los campesinos, sobre la cual el gobierno tenía la mayor parte de la responsabilidad. En cualquier caso, Beatriz insistió en que su comunidad no era violenta ni tomaba las armas. No necesitaban ser presionados para llevar a cabo su misión cristiana, que incluía “interceder por la vida de cualquier ser humano” (Homilías, 6:183; 13/1/1980).

      Hay una cuarta forma en la que Romero superó el impasse de ser la voz de otros. Se basa en la distinción entre la voz y la Palabra. En el tercer sermón de una serie sobre el espíritu de Adviento, Romero predica a partir del cuarto evangelio sobre la relación entre Juan el Bautista y Jesús (Homilías, 4:63–83; 10/12/1978). Jesús es el “Yo soy”, Juan es el “Yo no soy”. Jesús es la luz; Juan no lo es. Jesús es el Verbo; Juan es la voz que clama en el desierto. “La voz es el ruido que llega hasta el oído, pero en esa voz va la palabra, el verbo, es una idea” (Homilías, 4:65; 17/12/1978). Al desarrollar esta relación, el arzobispo de San Salvador recurre a un sermón predicado por Agustín para el día de la fiesta de Juan el Bautista. Allí el obispo de Hipona declara: “Una palabra; si no tiene un sentido significativo no se puede llamar palabra. Una voz, por otro lado, incluso si es solo un sonido y hace un ruido sin sentido, como el sonido de alguien que grita, puede llamarse una voz, pero no puede llamarse una palabra”.155 Agustín ilumina la relación entre el representante y el representado. Una palabra mientras permanece en la mente puede ser expresada de muchas maneras. El obispo de Hipona usa el ejemplo de la palabra Dios. Las sílabas que componen la palabra no son la palabra que está en la mente; no son el concepto, no son lo que la mente ha concebido. Cuando la mente expresa la palabra, adopta un cierto sonido, sílabas definidas. Desde la única palabra que está en la mente, una persona multilingüe puede hablar en muchas palabras externas: Adonai, Kyrios, Dominus, Herr, Lord, Señor, y así sucesivamente. Volviendo a la analogía con Jesús, la única Palabra podría expresarse en muchas voces diferentes: Moisés, Elías, Débora, Miriam. Cuando todas estas voces hablan por el mismo micrófono, por así decirlo, tenemos a Juan el Bautista. Él es “el signo y el sacramento de todas las voces”.156 El representante, Juan el Bautista, es la Voz hecha carne. El representado, Jesús, es el Verbo hecho carne. En la distinción agustiniana entre voz y palabra, Romero encuentra una razón teológica para las transmisiones de radio de sus sermones dominicales. La palabra se transmite por el sonido de la voz y las ondas de la radio. Es la presencia de la Palabra en sus palabras lo que hace que estas transmisiones sean más que un discurso. En la medida que los predicadores abrazan el instrumento en lugar del protagonismo de su voz, la Palabra se escucha con mayor claridad y aumenta el poder del sermón.157 En esta misma distinción, uno puede encontrar una razón teológica para el ministerio representativo de la iglesia en nombre de los pobres. Romero recuerda a sus oyentes cómo la palabra “concepto” se deriva del verbo “concebir” (Homilías, 4:66; 17/12/1978). Todas las palabras se conciben primero en las profundidades de la persona antes de pronunciarlas en voz alta. Análogamente, cuando las personas reciben la Palabra, la conciben de nuevo en sus corazones.

      Cuando escuchan a Cristo, los que no tienen voz encuentran su verdadera voz; sus palabras se fortalecen con el poder de la luminosa Palabra del monte Tabor, que da vida. Romero presenta a Ezequiel y Pablo como testigos. Todo salvadoreño que escucha la Palabra puede decir con Ezequiel: “El Espíritu entró en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba” y me envió a la gente de El Salvador (Ezequiel 2, 2). Como explica Romero, “Si Dios llama a un hijo de la tierra para que abra su capacidad de recibir el espíritu de Dios, lo primero que este barro siente es que se pone en pie, que se eleva, que hay una dimensión vertical que lo une con un Dios, en nombre del cual tiene que hablar” (Homilías, 5:83; 8/7/1979). La Palabra humaniza la voz. Al mismo tiempo, escuchar a Cristo es una experiencia de humildad. El ejemplo de Pablo es elocuente en este sentido. Él tiene una visión del tercer cielo y luego recibe una espina en la carne para evitar que caiga por orgullo. Y, sin embargo, incluso mientras está lastimado, Pablo continúa predicando. Romero ve en este incidente una señal muy esperanzadora. Dios usa como sus instrumentos incluso a los débiles, personas con dolores y molestias.

      Los micrófonos amplifican las voces débiles. La voz del predicador como micrófono de Cristo sirve como un instrumento del Cristo resucitado que todavía habla a través de las Escrituras y que se identifica con los pobres, las personas que se consideran desechables, las que no tienen voz. ¿Pueden hablar los que no tienen voz? La respuesta de Romero a esta pregunta es un enfático sí. Ser humano es ser capax verbi. “Cada uno de ustedes, desde su propio puesto, desde su propia vocación –la religiosa, el casado, el obispo, el sacerdote, el estudiante, el universitario, el jornalero, el obrero, la señora de mercado–, cada uno en su puesto viva intensamente la fe y siéntase, en su ambiente, verdadero micrófono de Dios nuestro Señor”. Todos están llamados a ser pequeños YSAX que transmiten el amor de Dios a sus comunidades. Esta es la lección de Juan el Bautista, el paradigma de la persona humana (Homilías, 6:232; 27/1/1980). Taylor concibe evitar las trampas del paternalismo y el silencio con un misticismo del delirio.158 Romero fundamenta su esperanza y práctica en la encarnación de la Palabra que ennoblece a todas las voces. ¿Cómo suena la voz de los sin voz? Se pueden encontrar algunos criterios de autenticidad en la práctica homilética de Romero.

      Primero, la voz de los sin voz suena como la voz que llora en el desierto. El deseo de Moisés de que todo el pueblo de Dios sea profeta (cf. Números 11, 39) comienza a cumplirse en el bautismo. “Un matrimonio santo está siendo Juan Bautista en su hogar; un abogado santo, un profesional santo, un médico santo, un ingeniero santo, un jornalero santo, una mujer santa son Juan Bautista, de los que Dios se vale para proclamar que el reino de Dios ya está cerca” (Homilías, 5:41; 24/6/1979). Cuando estas personas responden al llamado de Dios, encuentran su voz. Algunos son conocidos por sus poderosos sermones y signos, otros por su devoción tranquila, serena y paciente a Dios. Algunos son ardientes como Elías, otros son silenciosos como Ana.159

      Barbara Reid afirma acertadamente que en Romero hay algo de ambos. “Su ayuno y su oración, día y noche, le dieron forma a su espíritu; de modo que, como Ana, podía hablar de la gracia de Dios a todos los que buscaban la redención y, al igual que a Elías, podía llegar a ser ardiente en su denuncia de las fuerzas que impiden la acción de Dios”.160 Los profetas no solo condenan el pecado, sino que también ven visiones. Isaías predica oráculos de juicio contra Israel y también habla de un reino pacífico. Al revisar los acontecimientos de 1979, un año de asesinatos y esperanzas destrozadas de reforma, Romero invita con valentía a su congregación a estar agradecido. “La visión optimissa del cristiano encuentra más cosas buenas que malas” (Homilías, 6:137; 31/12/1979). La voz que llora en el desierto es la voz de un soñador que cree y espera que el Señor venga.

      Todos los cristianos tienen un papel en la preparación del camino del Señor. “Todos son llamados a la vida, todos son llamados a la gracia, todos son llamados a la felicidad, todos son un proyecto de Dios”. (Homilías, 5:38). En consecuencia, tomar una vida humana es un pecado contra Dios y una desgracia nacional. Cuando se mata a una persona, uno de los proyectos de Dios se desecha, y Romero se pregunta cuántos Juanes Bautistas, cuántos Pablos, cuántos siervos del Señor se han perdido en El Salvador no solo por la opresión estatal sino también por el aborto. De hecho, uno de los propósitos de la predicación es precisamente alentar a los que no tienen voz a clamar por otros que no tienen voz como los no nacidos. La injusticia y la violencia en El Salvador pueden atribuirse en gran parte a la cobardía de los bautizados. Al no prestar atención a la voz de la víctima los cristianos salvadoreños han traicionado su vocación bautismal.

      La existencia de esta contradicción lleva a Romero a exclamar: “Pero, ¿qué están haciendo, bautizados, en los altos campos de la política?, ¿dónde está su bautismo? Bautizados en los partidos políticos, en las agrupaciones populares políticas, ¿dónde está su bautismo? Bautizados en las profesiones, en los campos de los obreros, en el mercado. Dondequiera que hay un bautizado, ahí hay Iglesia, ahí hay profeta” (Homilías, 5:87; 8/7/1979). Es

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