Despierta a mi lado - Placaje a tu corazon. Lorraine Murray

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Despierta a mi lado - Placaje a tu corazon - Lorraine Murray Tiffany

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de su amiga.

      –Pero, ¿qué ha pasado entre vosotros? –preguntó Eileen desconcertada por la actitud de su amiga.

      Fiona sonrió mirando a Moira y pensando en lo que iba a preguntarle.

      –¿Podrías decirme que ves en tu bola de cristal? ¿Qué me espera en Florencia a partir de pasado mañana? Sería mejor decir qué no ha pasado –se corrigió con ironía mientras sus labios se curvaban en una mueca irónica.

      Las tres amigas se quedaron en silencio mirando a Fiona, como si acabara de confesar algo que no debía. Moira parpadeó en varias ocasiones sin poder creer lo que acababa de escuchar.

      –Me estás vacilando ¿no? –le preguntó esbozando una sonrisa nerviosa y mirando a Catriona y Eileen en busca de una respuesta.

      Fiona sonrió mientras cerraba los ojos y sacudía la cabeza en clara señal de abatimiento, lo cual sorprendió en gran medida a sus tres amigas.

      –Ya no sé qué pensar, pero admito que no me vendría mal si pudieras ver mi futuro.

      –¿Es por Fabrizzio? –inquirió Catriona mirando a su amiga con seriedad.

      –¡Pues claro que es por él! ¿Por quién va ser? –respondió alterada por todo lo que había sucedido entre ellos, y porque ahora mismo no sabía lo que sentía. Ni siquiera quería planteárselo. No fuera a ser que lo que descubriera no fuera de su agrado.

      –¿Qué sucede? Vamos suéltalo, somos tus amigas –le comentó Eileen cogiendo su mano–. Oye, te recuerdo cómo me sentía yo cuando pasé por esta situación. Fue conocer a Javier, y Rowan se presentó de vuelta de Londres. Entonces no sabía qué pensar o hacer, y vosotras estuvisteis ahí. A mi lado.

      Fiona sonrió agradecida mientras palmeaba la mano de Eileen.

      –Lo sé. Sé que estáis aquí.

      –Pues entonces, ¿por qué no empiezas por el principio y nos cuentas qué te sucede? Te ayudará a desahogarte –le sugirió Moira mientras asentía sonriendo y tendía las manos al frente invitándola a continuar.

      Fiona resopló pensando por dónde comenzar. ¿Qué iba a contarles? ¿Que el día con Fabrizzio había sido maravilloso? ¿Que él era todo un dechado de atenciones con ella? ¿Que no sabía qué pensar de su comportamiento?

      –Cuanto más tiempo pasamos juntos, más se complica todo –comenzó dejando suspendida la mirada en el contenido de su copa, y sus recuerdos volvieron al momento en el que Fabrizzio y ella entrechocaron las suyas a la hora de la comida. ¿Cómo debía interpretar su mirada cuando él bebía de su copa sin apartarla de ella en todo momento?

      –¿A qué te refieres? ¿Es que ha sucedido algo más entre vosotros? –preguntó Catriona pasando su mirada por las tres amigas.

      –Se suponía que él no debía estar en mi cama. Ni debía ser tan atento conmigo. Que yo no debería sentirme como lo hago cuando estoy con él –le confesó molesta por todo ello, mientras sus tres amigas se mantenían expectantes, y Fiona seguía con su mirada fija en la copa con la que jugueteaba–. Que sus miradas, sus cumplidos y sus atenciones no deberían afectarme. Ni siquiera deberían importarme. Pero no puedo evitarlo.

      –¿Qué te sucede con él? Sabemos que te gusta, pero… ¿es que hay más? –preguntó Eileen con un tono pausado, midiendo la reacción que sus palabras podrían causar en Fiona. Si de verdad estaba comenzando a sentir algo por Fabrizzio sería mejor que lo reconociera cuanto antes y tomara una decisión.

      Fiona se quedó callada. Pensando en lo que iba a decir y en las reacciones que sus palabras provocarían en sus amigas. Se humedeció los labios y deslizó el nudo que los nervios habían formado en su garganta.

      –Es lo que trato de averiguar. Y no sé si quiero. No sé qué debo hacer. Hay momentos en los que siento una imperiosa necesidad de besarlo, de acariciarlo. Y en otras me digo a mí misma que no es lo correcto. Que estamos juntos por la exposición. Nada más.

      –Os habéis acostado y, según parece, hay muchas probabilidades de que entre vosotros pueda surgir algo –precisó una Eileen confundida, mientras sacudía la cabeza sin comprender el comportamiento de Fiona. Aunque por otra parte también entendía sus sentimientos. A ella misma le había sucedido con Javier.

      –¿A qué viene comerse la cabeza como lo estás haciendo? ¿Por qué no le das una oportunidad? –le sugirió Catriona convencida de sus palabras.

      –Porque lo más seguro es que una vez que todo esto de la exposición termine, cada uno se quedará en su ciudad.

      –Eso no lo sabemos –intervino Eileen–. Tal vez te proponga que te quedes con él en Florencia.

      –O que él se quede aquí contigo –apuntó Moira tratando de animar a su amiga.

      –Sabéis cómo animar a una amiga, gracias. Pero no sé…

      –Tienes miedo de sentir algo más fuerte por él. La cosa se ha descontrolado, se te ha ido de las manos –le dijo Catriona resumiendo la situación–. No contabas con su manera de ser, de comportarse y te ha sorprendido hasta el punto de que ha dado la vuelta a tu vida.

      –No quiero depender de un sentimiento, chicas. Ni preguntarme si él siente por mí lo mismo que yo estoy empezando a sentir por él.

      –Uy, ¿y qué es eso que estás sintiendo? –preguntó Eileen animada por las confesiones de Fiona.

      –Solo sé que me ha costado mucho dejarlo en su hotel. Y que sentía unos deseos enormes de volver sobre mis pasos y…

      –Pero no lo has hecho porque consideras que no es lo más apropiado –terció Moira señalándola con su dedo–. No puedes controlar tus emociones, Fiona. En ocasiones deberías dejarlas salir. Todo ese discurso de que eres una mujer libre, independiente y que no quieres atarte a una relación no vale nada cuando encuentras a la persona adecuada. Aunque si crees que eres así, y que no necesitas algo de cariño y ternura por parte de Fabrizzio, entonces no deberías preocuparte. Déjalo ir. Y si debe estar contigo, volverá.

      Las tres amigas la miraron como si no la conocieran, mientras Moira sonreía convencida por lo que acababa de decir.

      –Pensaba que tú eras más de medias naranjas y almas gemelas. No de personas adecuadas. ¿Me he perdido algo? –le preguntó Fiona con una sonrisa irónica, al tiempo que arqueaba una ceja en señal de incredulidad.

      –No importa cómo la definas. Es cierto lo que acabo de decirte. Y lo sabes.

      Fiona frunció el ceño mientras pensaba en las palabras de su amiga.

      –¿Vosotras pensáis igual que ella? –preguntó mirando a Catriona y Eileen, quienes se limitaron a poner cara de circunstancia.

      –Tal vez te estés escondiendo detrás de esa imagen de mujer fría e independiente que cabalga en solitario con su moto y que es feliz con la vida que lleva –le recordó Catriona con un gesto que daba la impresión de que la estuviera regañando–. Y estoy de acuerdo con Moira. Si quieres seguir yendo por libre, entonces no tienes de qué preocuparte porque al final volverás a casa tú sola y retomarás tu vida.

      –¿Qué pinta mi moto aquí, si puede saberse? –le preguntó

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