Despierta a mi lado - Placaje a tu corazon. Lorraine Murray
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Fabrizzio regresó a su hotel para prepararlo todo para el viaje al día siguiente. Se sentó sobre la cama mientras se sujetaba la cabeza con las dos manos y cerraba los ojos para dejar que el rostro de Fiona fuera lo único que viera. Sonrió cuando este hecho se produjo y se quedó pensativo preguntándose dónde diablos se habría metido. ¿Adónde había ido con tal celeridad? ¿O se trataba de una excusa para salir del despacho y alejarse de él? No lo sabía. Cogió el teléfono para ver si había alguna llamada o algún mensaje suyo. Pero no era así. De manera que se dispuso a enviarle un WhatsApp para recordarle la hora de salida del vuelo a Florencia. Decidió no llamarla porque no sabía dónde se encontraba, o con quién. Al menos el mensaje lo leería. Acto seguido dejó su teléfono sobre la cama y se dispuso a darse una ducha para relajarse. El día no es que hubiera sido muy duro, pero las últimas horas…
La vibración de su móvil en el interior de la chaqueta de piel la hizo volver al mundo real. ¿Quién podía ser a esas horas? ¿Las chicas para tomar algo? La verdad era que no estaba de humor para copas de vino. Sacó su teléfono y se quedó mirando la pantalla mientras el nombre de Fabrizzio aparecía en esta. Una extraña sensación, mezcla de enojo y por otra parte tranquilidad se apoderó de ella. Seguía enfadada con él por lo sucedido, pero al ver su nombre no pudo evitar que una sonrisa de cariño y complicidad se dibujara en sus labios. Sin embargo, se borró al leer el mensaje. Le escribía para recordarle que debería estar temprano en el aeropuerto. Un mensaje formal. Directo. Profesional. Ni un ciao. Ni un beso. ¿O cómo estás? ¿Dónde estás? ¿Y por qué no la había llamado y había recurrido a algo tan frío como un WhatsApp? Sacudió la cabeza, contrariada, mientras tecleaba un OK. Allí estaré Devolvió el teléfono a su bolsillo y se subió a la moto para regresar a casa. Había querido despejarse y olvidar lo sucedido. Pero, él parecía seguir empeñado en comportarse de manera profesional. Muy bien. Pues se comportaría como una profesional si era lo que buscaba. Puso en marcha la moto y regresó a casa dando un rodeo por detrás del castillo.
Fabrizzio contempló la respuesta en la pantalla de su móvil cuando salió de la ducha. ¡Una escueta respuesta! ¡Nada más! Estaba cabreada. Lo intuía, pero por ahora sería mejor descansar. Ya lo hablaría con ella en el avión.
5
Se despertó mucho antes de que sonara la melodía de su móvil. Lo apagó de manera automática, ya que le bastaba con extender el brazo hasta la mesilla de noche junto a su cama. Continuaba mirando de manera fija el techo de su habitación. Le estaba dando vueltas a la manera en la que se despidió de Fabrizzio. Dejándolo con la palabra en la boca en su despacho para subirse a su Honda Black Shadow, y surcar las calles de la ciudad como si quisiera huir de todo. Se había acostado tarde, ya que era consciente de que esa noche le costaría conciliar el sueño. Y no porque no lo intentara, sino porque tenía a cierto italiano metido en la cabeza. Cada vez que cerraba los ojos, los recuerdos la asaltaban sin tregua obligándola a permanecer en vela durante horas. Nunca antes una relación… sonrió al pensar en esa palabra, bueno la verdad era que no sabía si podía calificarse como tal. Mejor lo dejaría en un simple «rollo» o «aventura» que no sabía hacia dónde iba. Pues eso, nunca antes un tío le había dado tantos quebraderos de cabeza. ¡Y solo habían pasado una noche y un día juntos! Se sentía rara, como si no se conociera a sí misma. No se había preocupado por lo que pudiera suceder, ya que los tíos siempre se marchaban en mitad de la noche sin dejar señales. Nunca se había planteado nada con él y, como decían sus amigas, los asustaba. Pero entonces, ¿por qué Fabrizzio no había salido corriendo? Aparte de ser quien era, y su relación profesional con ella, claro está. ¿Por qué se quedó a pasar la noche en su cama? Frunció el ceño y en un acto reflejo estiró el brazo hacia el otro lado para comprobar que estaba vacío. Hizo una ligera mueca de disgusto por este hecho pero se dijo que en parte era lo mejor que podía suceder. «Solo es una relación profesional. Nada más. NO más besos. NO más caricias. NO más miradas provocativas. Y mucho menos juegos bajo las sábanas. O encima», se dijo con determinación, antes de levantarse de la cama y caminar hasta la ducha. Necesitaba estar despejada para enfrentarse a él. Sin embargo, se detuvo de repente cuando los recuerdos de sus cuerpos juntos bajo el chorro de agua la envolvieron y no pudo evitar sonreír con cierta nostalgia. Sintió que la piel se le erizaba con solo pensar en sus sensuales caricias, sus apasionados besos y sus juegos mientras el agua y el jabón recorrían las curvas de sus cuerpos como si de uno solo se tratara. ¿Es que todo le recordaba a él? ¿Tampoco iba a poder desayunar? Sacudió la cabeza y, tras desprenderse de su ropa interior y de la camiseta que empleaba para dormir, abrió el grifo de la ducha y se sumergió bajo el agua fría. Tembló, chilló, y sintió la piel de gallina al contacto con esta. Maldijo el hecho de no haber regulado la temperatura y, tras unos segundos de espera, logró adaptarla a su gusto. Apretó los dientes pensando que el día no empezaba nada bien.
Abandonó el hotel con tiempo para llegar al aeropuerto y esperar allí a Fiona. Confiaba que fuera puntual. Se habían limitado a intercambiar sendos WhatsApp la noche antes para concretar el viaje. Nada más. No la había llamado porque no quería ser inoportuno, además, tal vez debería haber sido ella quien lo hiciera después de su impetuosa salida de su despacho. Le dio la impresión de que la información que le había facilitado no le parecía interesante, después de todo. Pero, en fin, era su exposición. Él solo se estaba limitando a echarle una mano. Se maldijo por el giro que habían tomado los acontecimientos. Tan solo cuarenta y ocho horas antes había amanecido en su cama, después de haber pasado una inolvidable noche con ella. Y ahora ni siquiera sabía cómo reaccionaría al verla. Al menos sabía que no la recibiría con dos besos. Aquella mujer era impredecible. Sin duda que David tenía razón cuando le mencionó su carácter. ¿Por qué se había comportado de aquella manera? Primero intentó seducirlo y después salió pitando de su despacho dejándolo con la palabra en la boca. ¡Una mujer increíble!
Decidió tomar el autobús Airlink 100 que lo dejaría en la terminal. Llegaría con tiempo para un café y repasar algunas notas. Al llegar a la terminal la buscó incesantemente por si estuviera por allí, esperándolo. Pero sus deseos se esfumaron en un minuto. Sacudió la cabeza mientras echaba un vistazo a su vuelo. Volarían a Pisa y desde allí a Florencia en tren. Confiaba en que pudieran limar diferencias durante el viaje. Echó un vistazo al reloj para comprobar que les quedaban casi dos horas para que el vuelo saliera. Caminó hasta los asientos que habían dejado libres un par de viajeros y se dispuso a esperarla allí sentado sin poder dejar de pensar en ella.
Se apeó del bus y cruzó las puertas de la terminal de salidas con una sonrisa en sus labios. Echó un vistazo al monitor donde se reflejaban las salidas y llegadas de los aviones. El suyo, que iba a Pisa, saldría en una hora y media aproximadamente. Consultó su móvil por si tuviera algún mensaje de Fabrizzio, pero no había rastro de él. Frunció el ceño, desconcertada por este hecho. ¡Que no la hubiera llamado para quedar en la terminal era imperdonable! De verdad que su comportamiento le parecía algo infantil. Tal vez por ese motivo ella no tenía pareja. ¡Y luego decía Moira que los asustaba! ¿No