Cartas (I). Josemaria Escriva de Balaguer
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Cartas (I) - Josemaria Escriva de Balaguer страница 6
II. Prehistoria y proceso de redacción del “ciclo de las Cartas”
¿Cuándo y cómo escribió estas Cartas? Ya en la década de 1930, como hemos dicho, pensaba en ellas para que pudieran ayudar, a quienes se iban uniendo a él, a profundizar en los ideales y horizontes que les había abierto mediante la predicación o en charlas personales. El 24 de abril de 1933 escribe en sus Apuntes íntimos: «Dios mío: ya lo ves suspiro por vivir sólo para tu Obra, y en lo espiritual dirigir toda mi vida interior a la formación de mis hijos, con ejercicios, pláticas, meditaciones, cartas, etc.»[8]. Dos meses después, al concluir los ejercicios espirituales que realizó ese año, anota: «Propósito: terminado el trabajo de obtención de grados académicos, lanzarme —con toda la preparación posible— a dar ejercicios, pláticas, etc., a quienes se vea que pueden convenir para la O. [Obra], y a escribir meditaciones, cartas, etc., a fin de que perduren las ideas sembradas en aquellos ejercicios y pláticas y en conversaciones particulares»[9].
En 1934 y 1935 redactó tres documentos destinados a los miembros del Opus Dei, e inició un cuarto, que no completó hasta 1950. No usó, sin embargo, el calificativo de “cartas”, sino otro diverso: el de “instrucciones”. Se trata, en efecto, de escritos que, como indica su nombre, aspiran a ofrecer orientaciones y normas concretas de acción, teniendo presentes tanto principios básicos como realidades circunstanciales[10]. La intención de san Josemaría era dar prioridad a las Instrucciones y a otros documentos necesarios para el gobierno y el desarrollo del Opus Dei, dejando para un segundo momento las Cartas, como se lee en una de ellas: «Hay escritos míos, las Instrucciones, que, por su naturaleza, no los detengo: os los entrego enseguida, para que los meditéis y los pongáis en práctica. (…) Las Cartas —en cambio— pueden esperar y, a veces, deben esperar: no sé cuándo llegará, la que ahora escribo a vuestro poder. No os hacen falta estos documentos, al menos inmediatamente, porque todo lo positivo ya lo vivís, y lo vivís bien»[11].
El curso de los acontecimientos hizo que la preparación y redacción definitiva de las Cartas se hiciera esperar, pero las fue preparando desde antiguo. Durante toda su vida anotó y reunió materiales que le servirían para diversos propósitos: tomaba apuntes —breves en unos casos, más extensos en otros— con los frutos de su oración personal y de la experiencia, y los conservaba —con frecuencia guardados en sobres— con vistas a su meditación personal, a su predicación o, eventualmente, a la redacción de escritos. Esos materiales —muy variados: frases incisivas, párrafos largos relativamente elaborados, esquemas más o menos desarrollados, guiones o esbozos de meditaciones, quizá algún borrador extenso…— pudieron ofrecer la base para las Cartas que ahora nos ocupan, junto a las trascripciones de sus meditaciones y charlas, que a lo largo de los años las mujeres y hombres del Opus Dei se preocuparon de recoger[12].
Hasta 1962 no vio necesario —o no le fue posible— emprender la redacción final de sus Cartas. La primera de la que tenemos noticia fue enviada a la imprenta a finales de 1962[13], mientras estaba teniendo lugar la primera sesión del Concilio Vaticano II y sólo unos meses después de que las gestiones realizadas ante la Santa Sede en la primavera de 1960 y enero de 1962, para la obtención de un nuevo estatus jurídico, hubieran tenido un resultado negativo, dilatando la resolución del problema. Esa Carta —la n.º 6—, dedicada a dar una visión de conjunto del espíritu y del apostolado de los miembros del Opus Dei, destacando su secularidad, testifica el trabajo del fundador en 1962-1963 para recalcar la plena secularidad de su espíritu y su apostolado. En esa misma línea está el hecho de que la siguiente Carta que se imprimió, en febrero de 1964, fue la n.º 28, que estaba dedicada a explicar que la Obra no es un instituto secular de hecho. Esta Carta, de sólo siete páginas, se colocó como introducción a las Constituciones de 1963[14], por lo que estaba ya escrita en el periodo inicial que estamos considerando.
En ese contexto histórico, teológico y jurídico[15] tomó cuerpo la decisión de san Josemaría de proceder ya, sin dilaciones, a la redacción definitiva del “ciclo” de las Cartas[16], tarea que para él tenía visos de una empresa unitaria, habida cuenta que había concluido ya —o estaba terminando— otro ciclo, el de las Instrucciones impresas, a las que —como hemos indicado— había querido dar prioridad, y estaban saliendo de la imprenta otros escritos jurídicos, de formación y de gobierno, que habían requerido su atención durante años.
La decisión de sacar sus Cartas dio lugar a un periodo de intenso trabajo. Comenzó reuniendo sus papeles personales, tanto los que tenía localizados como los que podían estar en el archivo, para lo que —a principios de 1963— se sirvió de la ayuda de algunos Delegados regionales o missi, como se les llamaba entonces[17]. En ocasiones esos papeles —inconfundibles por la peculiar caligrafía de Escrivá— no incluían fecha alguna; otros, en cambio, estaban fechados o, al menos, ofrecían datos que permitían fecharlos.
En los años siguientes, incluyendo los veranos, san Josemaría se dedicó a esta tarea, sin abandonar su dedicación a las labores de gobierno. Javier Echevarría, que le ayudó como secretario, recordaba que «trabajó de muchas maneras e intensamente. De modo fundamental dictando las viejas fichas, y completándolas en su formulación, con el uso de un magnetofón. Personalmente le ayudé en esa tarea, interrumpiendo la grabación cuando me hacía una señal con la mano, y volviendo a conectar cuando repetía esa señal en sentido inverso. Fue un trabajo intenso pero rápido, al contar ya con el material. Después me encargó que copiara a máquina las Cartas, y me dijo que reutilizara las mismas cintas para las sesiones siguientes. Quiso que no se conservaran ni las fichas ni el material. En algunas ocasiones, reunía el material y rogaba a unos pocos que lo elaboraran más»[18].
A lo largo del primer semestre de 1964, estuvieron listas las ocho primeras Cartas, que se fueron imprimiendo y enviando a las diversas circunscripciones del Opus Dei[19]. Además de la ya mencionada, de 7 páginas[20], de tema jurídico-canónico, en febrero de ese año se envió otra breve, de 11 páginas, sobre la fidelidad al Magisterio en circunstancias de confusión doctrinal[21], y en abril otra igualmente breve, en la que trató también de la unidad con el Magisterio en la investigación teológica y filosófica[22]. Siguieron, en mayo, otras dos, también de pocas páginas, sobre la vocación profesional de los miembros del Opus Dei y el sostenimiento de las obras de apostolado[23] y acerca de la formación teológica en la Obra[24], respectivamente. En julio, por fin, san Josemaría mandó otras tres, más largas, entre 23 y 30 páginas, donde escribió sobre la específica finalidad del Opus Dei en el contexto de la misión de la Iglesia[25], las características del ministerio sacerdotal en la Obra[26] y las disposiciones que deben acompañar a quien cambia de país para extender la labor del Opus Dei[27].
Estas primeras ocho Cartas estaban en latín —como se explicará más adelante—, aunque originariamente san Josemaría las redactó en castellano. En marzo de 1965 decidió mandar una nueva versión, esta vez en latín y castellano, para facilitar su asimilación, y añadió otras dos nuevas: una de 32 páginas, acerca de la necesidad de preservar y expresar con claridad la plena secularidad de los miembros de la Obra[28], y otra, de 38 páginas, sobre las diferencias entre la entrega en el estado religioso y en el Opus Dei, cuyo espíritu expone en sus rasgos esenciales[29].
Acabado este primer bloque de escritos, el 6 de junio de 1965 envió a las diversas circunscripciones regionales la siguiente nota: «1. De estos treinta y siete años, tengo mucho material escrito que no he dado a la Imprenta todavía. / 2. En la medida de lo posible, y para que lo podáis aprovechar, quiero recogerlo ordenadamente e imprimirlo con la fecha en que se escribió. / 3. Señalad temas concretos de nuestra espiritualidad y de nuestra labor apostólica, y problemas determinados que os parezcan de mayor importancia, para imprimir antes el material que desarrolla esos puntos. / 4. No se trata de que os esforcéis en encontrar temas, ni mucho menos de que resulten cosa de imaginación; sino de señalar lo que ya os veis obligados a tratar, y especialmente las cosas sobre las que conviene que yo dé la doctrina viva y perenne de la Obra»[30].
La segunda parte de 1965 registró el periodo más intenso y fecundo de trabajo, pues en enero del año siguiente san Josemaría dio a la imprenta quince nuevas Cartas, relativamente