Cartas (I). Josemaria Escriva de Balaguer

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Cartas (I) - Josemaria Escriva de Balaguer

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de minutas desarrolladas de algunos pasajes, que él asumía, si los consideraba conformes con sus deseos, y que, en todo caso, reelaboraba[32]. Cada uno de sus escritos fue objeto de diversas lecturas en las que iba introduciendo cambios: correcciones de lenguaje, precisión de unas u otras ideas, pasajes nuevos, sustitución de unas citas por otras, matices diversos, etc. Todo esto traía consigo la necesidad de copiar varias veces a máquina los textos, labor que san Josemaría procuró siempre aliviar, indicando que, si podía evitarse, no se copiaran las páginas enteras, sino sólo las líneas o los párrafos a los que afectaba la modificación, componiendo luego, mediante el sistema de cortar y pegar —en la década de 1960 no se trabajaba con ordenadores, sino con sencillas máquinas de escribir— las páginas que se pasaban de nuevo a su consideración[33].

      Los temas son variados, y algunos de ellos están tratados en más de una Carta: la santificación de la vida ordinaria; la humildad; la misión del Opus Dei en servicio de la Iglesia; el apostolado de la doctrina; el apostolado en el campo de la enseñanza; los sacerdotes en la Obra y la primera aprobación jurídica; diversos aspectos del espíritu de la Obra, especialmente la santificación del trabajo; el itinerario jurídico y algunas contradicciones, la fisonomía secular del Opus Dei y las diferencias con los institutos seculares; las Obras de San Miguel y de San Gabriel, etc.

      Sin contar la últimamente mencionada, hasta el 6 de febrero de 1967 san Josemaría había impreso y enviado 32 Cartas, por un total de 1270 páginas. Un mes antes, en enero, había salido una nueva edición de las seis Instrucciones, con amplias notas de Álvaro del Portillo.

      No sabemos qué orden siguió san Josemaría en el proceso de redacción, pues no llevó un diario del trabajo que realizaba, por lo que la fecha de terminación de las diversas Cartas puede deducirse —como se ha hecho hasta aquí— sólo de las notas en las que consta su entrega a la imprenta para proceder a su edición o su envío a las diversas circunscripciones regionales.

      III. Datación de las Cartas

      Al irse desarrollando el trabajo, san Josemaría tomó la decisión de conservar sólo el texto de la última versión. Esto ha tenido una consecuencia positiva de gran importancia: no hay duda sobre cuál es el texto del autor. Pero a la vez hace que resulte difícil e incluso, en ocasiones, imposible determinar sus diversas capas redaccionales, es decir, qué párrafos o frases provienen de papeles antiguos, y cuáles, en cambio, de años posteriores o del momento en que san Josemaría procedió a completar su redacción. El texto final cobra así una importancia decisiva. Y esto era, precisamente, lo que el fundador del Opus Dei deseaba conseguir.

      Refirámonos ahora a la datación que quiso que llevaran las Cartas. En las que están datadas en los años sesenta, su fecha coincide —con mayor o menor aproximación— con la de la redacción material. Otras tienen una fecha antigua, que puede ser eco de la datación de los papeles que sirven de base a la redacción final o de su memoria viva de todo el proceso fundacional. Dicho con otras palabras: las fechas antiguas de las Cartas no son las de su última redacción —que se sitúa, como ya se ha dicho, entre 1962 y 1967—, sino la de papeles antiguos y la del tiempo en el que la substancia de esa Carta estaba presente —aunque tal vez, en algunos casos, con otras palabras— en la predicación de san Josemaría. Quiere, ciertamente, dejar constancia de que en los años treinta, cuarenta o cincuenta predicaba la substancia de lo que recoge en las Cartas que llevan esas fechas, pero lo que le interesa no es tanto la forma literaria o el detalle cronológico, cuanto, precisamente, la substancia, que es lo que, como fundador, se sabía comprometido a entregar a quienes le siguieran.

      IV. Título de las Cartas

      Cuando, en los años 1934 y 1935, san Josemaría redactó y envió a los miembros del

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