Cartas (I). Josemaria Escriva de Balaguer
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Los temas son variados, y algunos de ellos están tratados en más de una Carta: la santificación de la vida ordinaria; la humildad; la misión del Opus Dei en servicio de la Iglesia; el apostolado de la doctrina; el apostolado en el campo de la enseñanza; los sacerdotes en la Obra y la primera aprobación jurídica; diversos aspectos del espíritu de la Obra, especialmente la santificación del trabajo; el itinerario jurídico y algunas contradicciones, la fisonomía secular del Opus Dei y las diferencias con los institutos seculares; las Obras de San Miguel y de San Gabriel, etc.
A lo largo de 1966 siguieron apareciendo más Cartas: el 6 de mayo se enviaba una de 51 páginas sobre la secularidad de los miembros de la Obra y su libertad en las cuestiones sociales, políticas, etc.[34]; el 22 de noviembre salieron tres más: una —que ya hemos mencionado—, de 61 páginas, que consta había sido impresa ya en 1963 y que trata sobre los rasgos característicos de la llamada al Opus Dei y de su misión evangelizadora al servicio de la Iglesia[35]; una más de 54 páginas sobre la labor de San Rafael[36] y otra de 67 acerca del apostolado de la opinión pública[37].
Por fin, en 1967, concretamente el 6 de febrero, se mandaron otras tres Cartas: una de 41 páginas sobre la libertad y el espíritu de servicio que caracterizan la vida de los miembros del Opus Dei [38]; otra de 59 páginas sobre las Administraciones domésticas[39] y una más, de 77, sobre el diálogo apostólico[40]. Aunque no se envió hasta 1971, se tienen datos de que en enero de 1967 estaba terminada de redactar una Carta larga, de 191 páginas, sobre la fidelidad a la doctrina católica, ante la confusión que había contagiado algunos sectores[41].
Sin contar la últimamente mencionada, hasta el 6 de febrero de 1967 san Josemaría había impreso y enviado 32 Cartas, por un total de 1270 páginas. Un mes antes, en enero, había salido una nueva edición de las seis Instrucciones, con amplias notas de Álvaro del Portillo.
Faltan por mencionar otras cinco que completan este largo ciclo; dos de las cuales fueron impresas y enviadas en vida de san Josemaría, pero se ignora en qué fecha. Una trata de la auténtica renovación de la vida cristiana y de la Iglesia, en fidelidad al Magisterio[42]; otra, sobre la necesidad de un cambio en la configuración jurídica del Opus Dei, de modo que se respete la realidad de su espíritu y de su vida[43]. Una más fue impresa, pero no se envió[44]; mientras que las dos restantes no hay seguridad sobre su impresión ni envío en vida de san Josemaría[45]. Estas tres últimas son más bien largas: dos superan las 200 páginas y la tercera casi llega a 400. Tocan temas jurídicos y de historia de las contradicciones, junto a otras cuestiones. Su contenido exigía esperar tiempo antes de darlas a conocer y el mismo fundador indicó que esa decisión fuera tomada después de su muerte, a juicio prudencial de sus sucesores[46].
No sabemos qué orden siguió san Josemaría en el proceso de redacción, pues no llevó un diario del trabajo que realizaba, por lo que la fecha de terminación de las diversas Cartas puede deducirse —como se ha hecho hasta aquí— sólo de las notas en las que consta su entrega a la imprenta para proceder a su edición o su envío a las diversas circunscripciones regionales.
III. Datación de las Cartas
Al irse desarrollando el trabajo, san Josemaría tomó la decisión de conservar sólo el texto de la última versión. Esto ha tenido una consecuencia positiva de gran importancia: no hay duda sobre cuál es el texto del autor. Pero a la vez hace que resulte difícil e incluso, en ocasiones, imposible determinar sus diversas capas redaccionales, es decir, qué párrafos o frases provienen de papeles antiguos, y cuáles, en cambio, de años posteriores o del momento en que san Josemaría procedió a completar su redacción. El texto final cobra así una importancia decisiva. Y esto era, precisamente, lo que el fundador del Opus Dei deseaba conseguir.
Refirámonos ahora a la datación que quiso que llevaran las Cartas. En las que están datadas en los años sesenta, su fecha coincide —con mayor o menor aproximación— con la de la redacción material. Otras tienen una fecha antigua, que puede ser eco de la datación de los papeles que sirven de base a la redacción final o de su memoria viva de todo el proceso fundacional. Dicho con otras palabras: las fechas antiguas de las Cartas no son las de su última redacción —que se sitúa, como ya se ha dicho, entre 1962 y 1967—, sino la de papeles antiguos y la del tiempo en el que la substancia de esa Carta estaba presente —aunque tal vez, en algunos casos, con otras palabras— en la predicación de san Josemaría. Quiere, ciertamente, dejar constancia de que en los años treinta, cuarenta o cincuenta predicaba la substancia de lo que recoge en las Cartas que llevan esas fechas, pero lo que le interesa no es tanto la forma literaria o el detalle cronológico, cuanto, precisamente, la substancia, que es lo que, como fundador, se sabía comprometido a entregar a quienes le siguieran.
En algún momento san Josemaría consideró —y así lo comentó tanto a Álvaro del Portillo como a Javier Echevarría, a quien debo la información— la posibilidad de dar a las Cartas de origen antiguo dos fechas, como había hecho en 1950 con la Instrucción de San Gabriel, que inició en 1935 y terminó en 1950, una vez que la Santa Sede autorizó que se admitiera como miembros del Opus Dei a personas unidas en matrimonio o que aspiraban a casarse. Pero —continúa el testimonio de Mons. Echevarría— desechó pronto esa idea[47]. Pensó que, atribuyéndoles dos fechas, podía dar la falsa impresión de que la substancia de esos escritos era consecuencia de su reflexión personal en los años en que terminó de prepararlos, y no —según era la realidad— como parte de la inspiración fundacional. La decisión que san Josemaría tomó en aquel momento testimonia su conciencia de la acción de Dios en el origen y la historia de la Obra.
No hay en las Cartas ningún intento de imitar el estilo de sus escritos de años pasados ni de reconstruir la historia. Se sirve de textos antiguos junto a otros más modernos, pero, con plena conciencia de estar situado en los años sesenta; no aspiraba a realizar obra de historiador, sino a trasmitir, con el lenguaje y el bagaje espiritual que en ese momento poseía, el espíritu y la realidad del Opus Dei tal y como la ha ido contemplando y viviendo a lo largo de los años, atento siempre a las luces recibidas de Dios a partir del 2 de octubre de 1928. De ahí que en las Cartas —excepto, claro está, en las jurídico-canónicas— haya muy pocas referencias históricas concretas. Como es lógico, intenta evitar los anacronismos, para mantener la indispensable coherencia de cada escrito[48].
En unos casos la determinación de la fecha deriva de acontecimientos concretos que la Carta presupone o a los que hace referencia (por ejemplo: las primeras ordenaciones de sacerdotes; las distintas aprobaciones jurídicas; la terminación de la Ratio institutionis o plan de los estudios filosófico-teológicos de los miembros del Opus Dei; la celebración del Concilio Vaticano II, etc.). Otras dataciones podrían provenir de una decisión, de cuño no histórico sino simbólico, de san Josemaría[49]; es decir, de su deseo de referir el conjunto del ciclo de las Cartas a la totalidad de la historia de la Obra. En este punto san Josemaría actuó siguiendo un principio claro: procurar que las Cartas fueran cubriendo, por su fecha, la totalidad de los años de vida del Opus Dei, dando así testimonio, también con sus fechas, de la continuidad, dentro de los lógicos desarrollos, de su mensaje[50].
IV. Título de las Cartas
Cuando, en los años 1934 y 1935, san Josemaría redactó y envió a los miembros del