Exiting. Leonardo Glikin

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Exiting - Leonardo Glikin

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Hay personas que no se asustan frente al cambio, y que normalmente tienen una actitud positiva hacia él y hacia el futuro.

      Tienen la esperanza de encontrar nuevos desafíos, nuevas oportunidades, en un escenario diferente, y la confianza en sí mismos como para imaginarse triunfadores en cada nuevo ciclo.

      2) Otros, por el contrario, ven en cada cambio una amenaza.

      El paso del tiempo es, para ellos, señal de deterioro, y de que las cosas van a empeorar cada vez más.

      La verdadera felicidad, para algunos, está en un pasado irrepetible. Empeñarse en que ese pasado vuelva, se traduce en frustración constante.

      “Todo tiempo pasado fue mejor”, dice una conocida expresión popular.

      El problema es la consecuencia que genera en el humor, y en la posibilidad de cambio, el hecho de creer que eso es así.

      Porque, quien siente que cada vez está peor, no tiene la fuerza y la esperanza necesarias para encarar el viaje sin retorno, que implica planificar un futuro diferente del pasado y del presente.

      El cambio de uno afecta a muchos

      Enfrentar efectivamente las resistencias es, también, un proceso.

      Para que ese proceso sea exitoso, debemos recordar algunos puntos que, aunque parezcan evidentes, en muchos casos no lo son:

      No estamos solos: nuestra familia tiene una imagen de nosotros, y no siempre tiene la amplitud necesaria para permitirnos cambiar.

      Tampoco estamos solos en la empresa: los trabajadores, los socios, los clientes, los proveedores, nos rodean con sus palabras, sus intereses, sus juicios y prejuicios… y también, sus propias resistencias.

      Pensar en el exiting supone, para nuestro entorno, la posibilidad de un cambio en nuestro comportamiento, que también va a traer un cambio en nuestra forma de relacionarnos con cada uno de ellos: desde la posibilidad de tener más tiempo libre, hasta la alternativa de finalizar el vínculo empresarial.

      Muchos experimentan el fenómeno “barbas en remojo”: porque el proceso que nosotros nos disponemos a encarar les pone de manifiesto su propia realidad, sus propias resistencias. Entonces, la posibilidad de que nos escuchen y contengan está limitada por sus propios fantasmas.

      Si tenemos en cuenta estos condicionantes, podemos diseñar nuestra estrategia para superar las resistencias.

      CUADRO 4: DISPARADORES PARA SUPERAR LAS

      RESISTENCIAS

      Exprese las resistencias sin temor a la incomprensión de los otros. Después de todo, es algo que nos ocurre a nosotros, y tenemos derecho a que los demás nos respeten en nuestras sensaciones y temores.

      Encuentre al interlocutor adecuado para analizar las resistencias pormenorizadamente y desbrozar cada uno de sus aspectos. Puede ser un profesional de confianza, un amigo, un pariente. Pero, en cualquier caso, asegúrese de que no tiene un interés propio en la cuestión.

      Imagine un escenario futuro en el cual las resistencias hayan sido superadas. ¿Qué sensaciones le genera ese escenario? ¿Interés? ¿Entusiasmo? ¿Temor?

      Piense distintas alternativas para ejecutar el exiting, y escríbalas

      ¿Perder poder?

      “Mire, doctor, yo no voy a participar en este proceso. Yo, simplemente, voy a dar las instrucciones necesarias para que mis hijos aprendan a manejarse de acuerdo a mis criterios, y a mis objetivos. Y si no pueden adaptarse, en algún momento deberé vender la empresa”.

      Palabras más, palabras menos, estos fueron los conceptos vertidos por un exitoso empresario de 72 años, con hijos profesionales, cercanos a los 40 años.

      Ni una palabra ligada a compartir un proyecto con los hijos, tener una visión en común, enseñarles con calma y firmeza, con el objetivo de que el proceso llegue a buen puerto.

      “Un padre que desprecia a los hijos”, podría concluir algún lector.

      No, por el contrario. Un padre que quiere mucho a sus hijos, y los valora, siempre y cuando no los sienta como una amenaza, frente a su ejercicio del poder en la empresa.

      El tema es trascendente: de hecho, nada de lo que digamos en este capítulo va a tener verdadero sentido, si no ponemos sobre la mesa la implicancia del ejercicio del poder en la vida de cada uno.

      Encarar un proceso de exiting significa aceptar que el poder va a manejarse de una manera diferente en el futuro.

      Sólo es posible disfrutar de los proyectos alternativos a la vida actual, si se asume que la pérdida de un determinado grado de poder es el costo a pagar, y si se acepta que ese costo vale la pena.

      Para quien concluye que el poder le resulta constitutivo de su personalidad, y que no está dispuesto a delegarlo, ni a entregarlo, ni a compartirlo de manera alguna, ninguna alternativa de exiting ha de resultarle atractiva, y mucho menos ejecutable.

      Bajo ciertas condiciones de relación con el poder, el exiting no es posible.

      Para entender qué significa el poder en la vida de algunas personas, podemos tomar el caso de dirigentes políticos que, aunque su hora haya pasado, se empecinan en seguir en sus cargos, o con aspiraciones electorales alejadas de la realidad.

      Esa relación con el poder tiene características adictivas, ya que cristaliza a alguien en una posición determinada, y no le permite evolucionar ni relacionarse con las personas de una manera diferente.

      El poder, cuando no se lo dosifica, invita a acumular más poder, aunque eso vaya en detrimento de otros valores, o de otras personas, incluso queridas.

      Es recomendable que, quien padece ese tipo de relación con el poder, afronte, de ser necesario, un proceso de cambio similar a la salida de cualquier adicción, como paso previo a encarar un proceso de exiting.

      Para el entorno (familia, asesores, etc) ser capaces de identificar a una persona que prioriza su relación con el poder frente a cualquier otra alternativa debe servir para entender con más claridad por dónde es posible avanzar, y por qué caminos, cualquier intento de cambio está condenado al fracaso.

      Es recomendable que, si el ejercicio del poder por parte del titular de la empresa no permite el crecimiento de quienes lo rodean, éstos no se queden paralizados a la espera de la decisión del Gran Jefe, sino que se organicen y funcionen como un “poder en las sombras”. Sólo de esa manera podrán adquirir la práctica, y establecer las relaciones que el poderoso les está negando.

      El riesgo de perder

      En las antípodas de quien no quiere largar un ápice de su poder, está el que entrega todo, con la idea de que, de esa manera, se saca problemas de encima.

      Sin embargo, el tener una relación flexible con el poder no es equivalente a abandonarlo totalmente.

      Alternativas tales como la donación del patrimonio a los hijos (aun con reserva de usufructo), o no asistir, incluso, a las asambleas de accionistas, se convierten, en muchos casos, en un arma de doble filo, dado que, después de ponerlas en práctica, el que lo hace puede sentir que ya no ocupa un lugar tan importante en la vida

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