Exiting. Leonardo Glikin

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también, una resistencia al exiting, ya que detrás de cierta exageración en la prescindencia se esconde, muchas veces, la tentación de borrar los cambios de un plumazo, y hacer que todo vuelva a ser como era en los buenos viejos tiempos.

      Por lo tanto, resultan aconsejables las conductas moderadas: ni un apego patológico al poder, ni un desapego y abandono de tal magnitud, que enfrente a una persona con la sensación de que ya no influye en sus seres queridos, ni resulta importante para ellos, y que ha perdido el control de su patrimonio y su empresa.

      Misión imposible: el exiting de los imprescindibles

      Quizás Ud. haya dicho, alguna vez, alguna de estas frases.

      Lo que es seguro, es que más de una vez las escuchó:

      “Después de mí, el Diluvio.”

      “De aquí me van a sacar con los pies para adelante.”

      “Yo voy a morir con las botas puestas.”

      “Yo no trabajo full time. Yo trabajo full life.”

      ¿Qué es lo que tienen en común?

      Si el anuncio del Diluvio denota falta de preocupación por lo que puede ocurrir cuando uno ya no esté, las tres últimas frases implican un apego a un lugar determinado o a una función operativa que, bien visto, es otra manera de no preocuparse por el futuro, más allá de uno mismo. Es, en definitiva, otra forma de invocar el Diluvio.

      Porque si a alguien lo van a sacar con los pies para adelante, ello significa que su empresa o la institución en la que ocupa un lugar, queda expuesta a la eventualidad de su deterioro, y, en ese caso, se va a resentir durante todo el tiempo (muchas veces, indeterminado) que transcurra entre el comienzo de la decadencia y el momento en que, finalmente, ya no dirija la orientación de sus propios pies.

      Lo mismo ocurre con quien no es capaz de sacarse las botas ni siquiera para morir.

      O cuando alguien toma su trabajo como algo que no le demanda sólo un determinado tiempo del día, sino que le abarca toda la vida, y, por lo tanto, no se ejerce full time sino full life.

      Generalmente, comentarios de este tipo, propios de quien se considera imprescindible, son el antecedente inmediato de empresas o instituciones que quedan huérfanas cuando ocurre la muerte o la incapacidad irreversible de quien se empecinó en actuar como inmortal.

      Porque quien se cree inmortal no prepara una estrategia de salida, y eso significa que los posibles sucesores quedarán privados de la información o la formación necesarias para ocupar su lugar. Con esta actitud se priva a la empresa, al negocio, al estudio profesional o a la institución, de la posibilidad de una renovación menos traumática.

      “Antes creíamos que papá era inmortal. Ahora, definitivamente, lo sabemos”, dice el hijo mayor de un empresario que, a los 87 años, sufrió un grave accidente automovilístico, en el que murió su chofer, pero del que él salió caminando por sus propios medios.

      Y ojalá que esa inmortalidad manifestada tan jocosamente sea cierta, porque este hombre, tan ocupado en sobrevivir, no ha tomado un minuto de su tiempo para preparar a quienes deberían continuarlo en la empresa: los hijos no han asumido ninguna posición de responsabilidad y no tienen un espacio de diálogo ni un sistema de toma de decisiones para las cuestiones de la empresa. Todo depende de la voluntad y el criterio de papá, quien, más allá de su lucidez intelectual, tiene un evidente problema de comunicación con sus hijos, con sus empleados, y también con los proveedores y los clientes. Por eso, circula por el mundo refunfuñando y añorando “los viejos buenos tiempos”.

      Este cuadro de situación permite imaginar peleas devastadoras entre hermanos no acostumbrados a organizarse por sí, ni a asumir roles de responsabilidad, ni a liderar la empresa, pese a que se encuentran en las edades en que muchos ya están preparando su propio retiro.

      Porque, mal que le pese al padre, estos hijos que hoy actúan como secretarios de lujo, tarde o temprano deberán asumir el control de la empresa. Y, lamentablemente, nadie los ha preparado para ello.

      Al no existir una preparación adecuada de la sucesión, todo puede suceder… y ese nivel de imprevisión no es bueno para una empresa que debe subsistir en mercados que resultan, de por sí, cambiantes y desafiantes.

      Exiting: una película, no una fotografía

      Estamos muy acostumbrados a pensar las situaciones de la vida como si fueran fotografías, y no películas.

      Las cosas ocurren en un determinado momento, y, en muchos casos, resulta difícil entender qué es lo que lleva hacia ellas. Concentrarnos en situaciones puntuales, en eventos y no en procesos, nos priva en muchos casos de entender nuestro enorme protagonismo, y también las causas que llevan a un resultado determinado.

      Albert Einstein definía a la locura como “hacer las mismas cosas y esperar resultados diferentes”.

      Por lo tanto, si queremos un cambio, no tenemos más remedio que comprometernos, y cambiar nosotros, para posibilitar que ese cambio ocurra.

      El exiting y el manejo de los tiempos

      Un sabio manejo de los tiempos permitirá que el proceso culmine de la mejor manera, en el momento oportuno.

      Esto implica preparar las condiciones internas y externas, y asegurarse de que todos van a desempeñar su papel con eficacia, cuando llegue el momento de ejecutar las decisiones tomadas.

      Sin embargo, en muchos casos se peca por exceso de prudencia, y en otros por exceso de audacia.

      Veamos algunos ejemplos:

      1.- Morosidad exasperante

      “Ya venimos hablando este tema con mis hermanos desde hace 10 años, pero no creemos que haya llegado el momento de incorporar a la próxima generación. Es cierto que Andrés ya tiene 40 años, y que hace quince que se desempeña en la empresa, y que Martha, mi hija, tiene un master en administración de empresas y hace varios años que está aquí…pero, no sé, se me hace que todavía es demasiado pronto. Es cierto que mi hermano mayor tiene achaques de salud importantes, pero, qué le va a hacer…hay que aguantar hasta que estemos seguros de lo que hacemos. Para colmo, ahora Andrés dice que no sabe si se va a quedar en la empresa o va a aceptar un puesto que le ofrecieron en el exterior…”.

      Como todo proceso de cambio, el exiting requiere un tiempo prudencial.

      A veces, el empresario lo toma con tal sentido de la trascendencia e importancia, que no puede terminar de definir un rumbo.

      Participa en cuanto seminario se dicta acerca de temas afines, evidencia una sobre-exigencia notable respecto de los procesos y las personas en su organización…en fin, tanta energía invierte en que su exiting sea impecable, que va postergando cada uno de los pasos a tomar. En estos casos, se aplica el adagio de que “lo ideal es enemigo de lo bueno”.

      El resultado final es que el proceso queda tan idealizado, que las personas que potencialmente deberían participar perciben que no cuentan con la confianza del líder como para participar en el proyecto. De esta forma, baja su auto-estima, y, con ella, su capacidad de gestión exitosa.

      2.- El apuro incontenible

      Rafael anunció a su familia en el mes de noviembre: “en febrero me voy de vacaciones,

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