E-Pack Novias de millonarios octubre 2020. Lynne Graham

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E-Pack Novias de millonarios octubre 2020 - Lynne Graham Pack

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me llevas? –le preguntó con el ceño fruncido.

      Mikhail estaba esperándola, parecía furioso.

      –No me vas a dejar.

      Kat lo fulminó con la mirada.

      –¡Claro que sí! –le dijo ella.

      –Antes lo hablaremos, milaya moya –respondió Mikhail, bloqueándole el paso con su cuerpo alto y delgado.

      Kat pensó que, al fin y al cabo, le debía una explicación. Probablemente había sido poco realista pensar que podría marcharse sin más, porque Mikhail Kusnirovich jamás aceptaría un gesto tan descortés, pero no era su dueño y ella no había renunciado a su vida ni nada por el estilo cuando había firmado aquel maldito contrato con él.

      –No soy tu prisionera –le dijo, levantando la barbilla–. Puedo marcharme cuando quiera...

      –¿Y adónde planeas ir a estas horas en un país extranjero? –le preguntó él con dureza.

      –Puedo esperar en el aeropuerto a que haya un vuelo. Tengo entendido que los vuelos a Londres son bastante frecuentes –comentó ella, tragando saliva con tanta fuerza que le dolieron los músculos de la garganta.

      En realidad, no tenía suficiente dinero en su cuenta bancaria para pagar un vuelo a casa, pero había pensado llamar a Saffy y pedirle que se lo comprase ella.

      Mikhail contó hasta diez en silencio, pero no funcionó, no consiguió aplacar su agresividad. Que Kat estuviese dispuesta a marcharse sin más le había sentado como un tiro y no podía creérselo. Ninguna mujer lo había abandonado nunca, pero no le extrañó que aquella fuese la primera en intentarlo. Allí estaba, decidida, con los bonitos ojos verdes mirándolo de manera desafiante y enfadada y la barbilla alzada de manera combativa, retándolo a llevarle la contraria. Kat era una persona muy inestable. Tal vez debía haberle prestado más atención en los últimos días, en vez de dejarla a un lado como un proyecto difícil, tal vez debía haber hablado con ella antes, pensó furioso... Pero ¿hablar con ella de qué exactamente? Había tenido muy pocas conversaciones serias con mujeres fuera del trabajo. No le gustaba hablar. No era capaz de empatizar con los demás y nunca salía con ninguna mujer en serio... Lo que significaba que no había mucho de lo que hablar.

      –No quiero que te marches –le dijo en voz baja.

      –Seamos sinceros... si Stas no te hubiese avisado, no te habrías dado cuenta de mi ausencia –comentó Kat en tono seco–. Esta noche estás rodeado de mujeres...

      –Pero no quiero a ninguna –le aseguró Mikhail sin dudarlo–. Te quiero a ti.

      A Kat le divirtió que admitiese aquello.

      –Pues te estás equivocando en la manera de conseguirme.

      –Contigo no hay manera de hacer nada bien. Si ni siquiera tú sabes lo que quieres, ¿cómo voy a dártelo yo? –le dijo él con impaciencia.

      –Sé muy bien lo que quiero: quiero volver a casa –anunció ella, echando la cabeza hacia atrás.

      –Típico de una mujer –rugió Mikhail–. Encendéis la mecha y luego salís corriendo.

      Aquello indignó a Kat.

      –¡Yo no salgo corriendo!

      –Por supuesto que sí –le aseguró él–. Me deseas lo mismo que yo a ti, pero es evidente que no eres capaz de enfrentarte a algo tan sencillo.

      –¡No es tan sencillo! –replicó Kat furiosa, sobre todo, porque Mikhail parecía muy seguro de sí mismo y ella estaba cada vez más confundida.

      –Lo es. No eres capaz de manejar tus propias inhibiciones sexuales. Eres como una niña en todo lo relativo al sexo. Das un paso al frente y dos hacia detrás. Si no supiera que no hay ninguna malicia en tu comportamiento, diría que estás jugando...

      –¿Cómo te atreves? –inquirió ella, enfadada con sus críticas–. ¡Te advertí que no me acostaría contigo!

      –Mientras sigues respondiendo a mis miradas y caricias –le recordó Mikhail con tenacidad–. Te aterra tener una relación sexual normal con un hombre... ¡Ese es el único motivo por el que sigues siendo virgen!

      –¡No es verdad! –negó ella con vehemencia.

      Le ardían las mejillas y le salía fuego por los ojos. ¿Cómo se atrevía Mikhail a decir aquello si no sabía nada sobre ella?

      –¡Me niego a que los hombres me utilicen como utilizaban a mi madre! –añadió.

      –¿A... tu madre? –repitió él, frunciendo el ceño–. ¿Qué tiene eso que ver?

      Kat parpadeó rápidamente, casi tan sorprendida como él de haberle dicho aquello. Su distanciamiento con los hombres estaba basado en un miedo que se remontaba a su inestable niñez, cuando Odette se había quejado de manera constante de que en cuanto un hombre se acostaba con ella, perdía el interés y la dejaba.

      –No quiero que me utilicen solo por mi cuerpo. Solo te interesa el sexo –protestó.

      Mikhail se dio cuenta de que se había metido en una de esas discusiones de pareja que siempre había evitado como la peste. Era evidente que solo estaba interesado en el sexo, pero ¿qué tenía eso de malo? Siempre le había parecido que el sexo era algo sano, hasta que la había conocido a ella y se había convertido en una prueba de resistencia.

      –A mí también me han utilizado muchas mujeres –le dijo con frío cinismo–. Por sexo, por dinero, por mis contactos. Nos ocurre a todos. No te puedes proteger de esas experiencias y es de débiles huir de ellas...

      –¡No es de débiles!

      Pero Kat se había quedado completamente desconcertada cuando Mikhail había admitido que a él también lo había utilizado el sexo contrario. También la desconcertaba haberle hablado de su madre y en esos momentos se temía que Mikhail hiciese la misma deducción que ella había hecho. ¿Tan claro había dejado que quería de él algo más que sexo? De repente, rezó por que Mikhail no le diese demasiadas vueltas a sus palabras, porque las emociones que habían hecho que quisiese huir eran demasiado íntimas y nuevas como para compartirlas con nadie, y mucho menos con él.

      Mikhail estudió el rostro de Kat, espiró y dio un paso al frente. En un movimiento rápido, la tomó en brazos e ignoró su grito ahogado antes de sentarla en el sofá de piel que tenía detrás.

      –Siéntate y habla conmigo, después... Cuéntame cómo es posible que tu madre siga influyendo en ti...

      Mikhail se sintió benevolente al ofrecerle aquella incomparable invitación. Estaría dispuesto a escuchar lo que fuese con tal de que Kat no se marchara y, además, estaba deseando saber por qué aquella mujer le enviaba tantos mensajes contradictorios.

      Mientras Mikhail abría la puerta para hablar con Stas y después se sentaba a su lado, a ella se le llenó la mente de imágenes incómodas. Él pidió champán y ella intentó contener los desgraciados recuerdos de su infancia. Kat casi nunca pensaba en su madre, Odette, la mujer a la que había querido sin ser correspondida hasta que ella también se había convertido en una adulta, porque

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