Amor sobre ruedas. Mara Oliver
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—¿La de los albaricoques?
—Esa misma, ya ha hecho efectivo el pago. —Óscar usó un tono misterioso y macabro y susurró—: Tenemos víctima inocente.
—No lo digas así, no es un sacrificio ritual.
Óscar no pudo sofocar una carcajada.
—Ella no, pero, ahora que lo dices, los guionistas querían meter uno como parte del viaje y no sé si al final lo hicieron. Un momento, ¿tú no te habías leído el guion?
Pepe giró fuera de la pista y trotó un poco entre los árboles, buscando el camino más corto para regresar a su casa.
—No me ha llegado el guion definitivo al correo hasta esta mañana, pensaba leerlo después de cenar. Podríamos leerlo juntos.
—Perfecto, ¿vas a tardar mucho?
—Unos diez minutos —supuso Pepe y colgó. Saltó los setos y entró en una avenida, justo cuando pasaba uno de los coches del equipo de seguridad de la urbanización.
El coche aminoró alertado por el movimiento sospechoso. Le había visto aparecer de repente desde la arboleda y le dio las luces largas.
Pepe saludó, el conductor lo reconoció y bajó la ventanilla para darle las buenas noches educadamente, como de costumbre.
Pepe sopesó la posibilidad de pedirle que le acercase y, finalmente, no lo hizo. Decidió que aprovecharía para correr los últimos metros que le separaban de su casa y se arrepintió apenas unos minutos después, cuando vio una figura extraña agazapada junto a la valla de entrada a su mansión.
Las pulsaciones volvieron a subir en su reloj de muñeca e inquirió, autoritario:
—¿Quién anda ahí?
El extraño se puso de pie y Pepe lo inspeccionó a conciencia. Era alto, espigado pero fuerte, y con la pinta que llevaba era imposible que hubiese pasado el control de entrada de la urbanización.
La ropa parecía nueva y estaba limpia; sin embargo, la barba y la melena que lucía se veían muy desaliñadas, y lo más sospechoso era que llevase puestas unas gafas de sol siendo de noche.
El extraño sonreía bajo la luna como el gato de Cheshire y tenía unos dientes grandes, muy grandes, blancos y resplandecientes.
Pepe cerró una mano alrededor de su móvil, preparado para apretar tres veces el botón de inicio y mandar una señal de emergencia a su marido, cuando cayó en la cuenta.
—Óscar, eres tú, ¿verdad? —preguntó, aún desconfiado.
—Si lo tienes que preguntar es porque no lo sabes seguro y sí que es un disfraz de diez.
Pepe se aproximó.
—Ni siquiera a un metro me pareces tú, te veo algo que sí, pero no. ¡Y menudos dientes te han puesto! ¿Puedo…? —Pepe alargó una mano y tocó las carillas falsas. Los dos incisivos centrales se veían muy anchos, ya que cubrían parte de los incisivos laterales. Pepe los golpeó levemente con un dedo y exclamó—: ¡Es un disfraz del carajo, estás horrible!
Óscar se llevó una mano a la nuca y, con alivio por haber pasado la prueba de fuego, frotó el inicio de la peluca, que estaba bien disimulado y sujeto a su propio pelo.
—La peluca puede aguantar días. ¡Me han tenido que enseñar cómo quitármelo todo!
Pepe no dudó en golpear su ego con un comentario en apariencia casual:
—Si te viesen ahora los de Vanity Fair, no volverían a decir que eres el hombre más guapo del mundo.
Óscar asintió, apretando los labios.
—Debería renunciar a la corona, pero ya se la han dado a otro este año. ¿No te lo he contado?
Habían hablado muchas veces del nuevo ganador del concurso de belleza de la revista americana porque este había hecho algunos comentarios públicos menospreciando a Óscar, que no había entrado en la polémica.
Se abrazaron entre risas y la verja se abrió desde dentro para dejarles pasar.
Capítulo 6
Bodorrio de Alejandro y Susana, la tropa contraataca
(Grupo de chat-27 participantes)
(Ayer)
Belén, la aboná
Amiguitos míos, al final no voy.
Me han mandado reposo absoluto,
así que no puedo moverme de la cama.
Haced muchas fotos, por favor, y contádmelo todo.
Si Gago se desnuda, no quiero saberlo, mucho menos verlo.
Y casi que, si se lo impedís, MEJOR.
Alba Cruz
Vaya, te vamos a echar mucho de menos.
Cuídate y tómatelo con calma.
El striptease de Gago es tradición obligatoria,
no podemos impedirlo y seguramente
nosotros mismos se lo recordaremos después de la conga.
Gago, el abonao
Lo siento, Belén, mi amor.
Ya ves, se lo debo a mi público
y lo haré porque es mi deber de amigo.
Tengo que desearle suerte a la pareja
porque todos los que han visto mi culo calvo en su boda
siguen casados, incluso nosotros.
DOY SUERTE.
Jana
Lo de Gago es un fenómeno inexplicable,
pero es cierto.
Yo me casé en Viena,
sin la tropa y sin el culo de Gago en las fotos,
así me fue y aquí me tenéis: recién divorciada.
Gago, el abonao
Toma, Jana, mi culo en todo su esplendor mañanero
para que te dé suerte en esta