Un cuento de magia. Chris Colfer
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Legalmente, los trolls tenían todo el derecho a quedarse con su descubrimiento y se negaron a acatar las órdenes del rey. Como represalia, Champion VIII y sus Jueces Supremos orquestaron un plan siniestro para manchar la reputación de los trolls. Esparcieron rumores desagradables y falsos sobre el estilo de vida de los trolls y su comportamiento y, luego de un tiempo, todos los residentes del Reino del Sur los creían. El rey desterró a los trolls hacia el Entrebosque, les quitó el oro y saldó la deuda del Reino del Sur con éxito.
Lamentablemente, los líderes de los reinos aledaños se vieron inspirados por la Ley de Desgarrificación del 339 y usaron el mismo método para saldar sus propias deudas. Pronto, los trolls fueron saqueados y desterrados de los cuatro reinos. De todos modos, otras especies inteligentes salieron a defender a los trolls, pero sus esfuerzos solo los llevaron a sufrir un destino similar. Juntos, los líderes del mundo promulgaron la Ley de Gran Limpieza del 345, la cual expulsaba de sus reinos a toda criatura hablante que no fuera humana.
Las poblaciones de trolls, duendes, ogros y goblins perdieron sus hogares y posesiones y fueron obligados a vivir en las condiciones extremas que les propiciaba el Entrebosque. Con recursos limitados, las especies no tuvieron otra elección más que recurrir a las medidas primitivas y barbáricas de supervivencia por las que se los conoce y teme hoy en día.
Los llamados “monstruos” del Entrebosque no son enemigos de los humanos, sino sus propias creaciones.
Brystal tuvo que leer el fragmento dos veces antes de comprender por completo lo que decía. ¿Acaso Robbeth Flagworth estaba exagerando o la Ley de Desgarrificación del 339 era tan deshonesta como daba a entender? Y a juzgar por el tamaño de su libro, si el autor tenía razón, entonces la historia del Reino del Sur estaba plagada de mentiras.
Al principio, la idea de que la historia fuera deshonesta le resultó difícil de entender a Brystal. No quería creer que un tema del que sabía mucho estuviera repleto de mentiras, pero cuanto más pensaba en ello, más posible parecía. Después de todo, el Reino del Sur era un lugar descaradamente defectuoso y opresivo, ¿por qué debería creer que era un lugar honesto?
Brystal continuó mirando los estantes y eligió otro título que llamó su atención:
LA GUERRA A LAS MUJERES
Por DAISY PEPPERNICKEL
Al igual que el libro anterior, La guerra a las mujeres estaba cubierto de cenizas y llevaba el sello con la palabra prohibido. Con un rápido vistazo a sus páginas, Brystal se sintió instantáneamente cautivada por el tema:
La mente femenina no es el florero frágil que nos hacen creer. Según numerosos estudios sobre anatomía humana, no existe evidencia alguna que avale que el cerebro de una mujer sea más débil, lento o menos capaz que el de un hombre. Entonces, la pregunta sigue abierta: ¿por qué no se les permite tener acceso a la educación y a posiciones de poder? ¡Porque los Jueces usan la opresión contra las mujeres como un instrumento para mantener su poder en el Reino del Sur!
Por naturaleza, las mujeres somos más maternales que los hombres. Si nosotras gobernáramos el Reino del Sur, lo haríamos bajo los principios de la iluminación, la empatía y la buena alimentación. Pero los Jueces y el sistema actual de cortes solo puede operar en una sociedad dominada por el miedo, el escrutinio y los castigos. Si el reino comenzara a valorar su compasión por sobre el control, los Jueces y sus técnicas de gobierno quedarían obsoletas. Es por eso que hacen todo lo posible para evitar que las mujeres se posicionen por encima de ellos.
Desde el momento en que nacemos, las mujeres recibimos un lavado de cerebro sistematizado para priorizar la maternidad y el matrimonio por sobre el intelecto y la realización personal. Nos regalan muñecas y delantales, y nos dicen que nuestros más grandes aportes se logran en la sala de partos y en la cocina. Pero esa mentira es tan dañina como degradante, porque ¡un reino es tan fuerte como sus ciudadanos más débiles! Y una sociedad con limitaciones injustificadas tiene menos oportunidades de prevalecer que una con igualdad de condiciones.
¡Cuando una nación segrega a un porcentaje de su población, solo segrega un porcentaje de su potencial! Por lo que, por el bienestar del reino, es hora de que las mujeres nos unamos y exijamos un nuevo gobierno que valore las convicciones, ideas y morales de cada ciudadano. Solo de esta manera, entraremos a un reino de prosperidad nunca antes visto.
Brystal se quedó boquiabierta, era como si estuviera leyendo un libro con sus propios pensamientos. Nunca antes había oído a nadie hablar de las cosas en las que ella creía, mucho menos las había visto impresas en un libro. Apiló Historia y otras mentiras y La guerra a las mujeres sobre la mesa, entusiasmada de terminarlas más tarde, pero antes quería ver qué otros libros podía encontrar en la biblioteca secreta. Así, encontró otra obra tentadora:
PERDER LA FE EN LA FE
Por QUINT CUPPAMULE
Al igual que los libros anteriores, este también tenía el sello de prohibido sobre la portada. Brystal lo abrió en una página al azar para tener un vistazo de los temas que trataba:
Si el Libro de la Fe es tan puro como los monjes dicen, entonces no habría necesidad de enmendarlo o publicar diferentes versiones con el pasar de los años. Sin embargo, si comparamos una versión nueva del Libro de la Fe con una de hace cien años, descubriremos que hay vastas diferencias entre la religión de hoy en día y la religión de ayer.
Entonces, ¿qué significa esto? ¿Acaso el Señor ha cambiado de parecer con los años? ¿Acaso el Gran Todopoderoso corrigió sus errores luego de convencerse de que estaba equivocado? Pero ¿acaso la mera noción de estar “equivocado” no contradice las cualidades “omniscientes” que se supone que posee el Señor?
La verdad es que lo que comenzó como una fe alegre y amorosa ahora se convirtió en una treta motivada por la política para controlar al pueblo del Reino del Sur. Siempre que el miedo de ir a prisión no sea suficiente para hacer que la gente obedezca las leyes, los Jueces alteran los principios de religión y usan el miedo a la condena eterna para reforzar su labor.
La ley y el Señor deberían ser entidades separadas, pero el Reino del Sur las ha convertido estratégicamente en lo mismo. Por tal motivo, cualquier actividad u opinión que cuestione al gobierno es considerada un pecado y todo estilo de vida o preferencia que no sirva para expandir la población es considerada una práctica demoníaca.
El Libro de la Fe ya no refleja la voluntad del Señor, sino la voluntad de hombres que utilizan al Señor como una herramienta para manipular a la gente.
Brystal quedó absolutamente fascinada por la escritura de Quint Cuppamule. En todos los años en los que había asistido a la iglesia, nunca antes había cuestionado los sermones de los monjes que denunciaban asesinatos y robos, pero siempre se había preguntado por qué los monjes predicaban con tanta pasión la importancia de pagar impuestos. Ahora, al parecer, Brystal tenía su respuesta.
Colocó Perder la fe en la fe sobre la pila y continuó inspeccionando los estantes. El siguiente libro prohibido que le resultó de interés se llama de la siguiente manera:
LAS INJUSTICIAS DE LOS JUECES:
Cómo el Rey solo