Pasado y presente continuo de la memoria de los familiares de desaparecidos. El caso de Simón en Justicia y Paz. Marcela Patricia Borja Alvarado

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parte de la existencia de recuerdos y olvidos, que conducen a considerar la memoria una actividad psíquica o una operación intelectual, y, en consecuencia, se apoya en la psicología, la neurología y la psiquiatría, “pero al mismo tiempo nos conduce a la memoria histórica, la memoria social, la historia y la historiografía” (p. 42).

      La “desconfianza tradicional de los historiadores hacia la memoria” impedía que ella apareciera en los libros de historia, pero para 1978 Pierre Nora incursiona en escena con su obra Los lugares de la memoria, ubicándose entre la memoria y la historia como una al servicio de la otra y viceversa, surgiendo la historia de la memoria (Sanmartín, 2014, p. 44).

      La memoria es una fuente para la historia, pero puede ser también el objeto de estudio para historiadores que pretendan corregir memorias equivocadas o falsas, y en este sentido “la memoria necesita de la historia para que pueda ser abordada con una metodología y un rigor epistémico” (Sanmartín, 2014, p. 46; véase también Traverso, 2007, p. 72). En consecuencia, como campo de estudio, la historia se ha visto ensanchada por la memoria (Sanmartín, 2014, p. 44), y según el tipo de relación entre ellas dos se puede por ejemplo “estudiar el rol de la memoria en el proceso histórico” o “como formas de conocimiento que hacen que los relatos resultantes sean una mezcla de historia y memoria” (p. 51) en donde “la memoria sirve para la reminiscencia de las vivencias en forma presente y como soporte de lo histórico en oral” (p. 44).

      Mientras que el objetivo de la memoria es la fidelidad, el de la historia es la verdad. La memoria inocente no existe, pero tampoco existen las historias objetivas. La conservación de la memoria se conecta con la construcción de historia; por ello es también una parte de la historia. Memoria e historia se reelaboran, pero solo la memoria olvida porque la historia selecciona para construir. En donde se presenta mayormente la relación memoria-historia “es en la historia del presente donde historia y memoria tienden puentes entre pasado, presente y futuro”, como una necesidad mutua que se ha ido desarrollando en el tiempo, y que ha traído como consecuencia que no se puedan separar y que se retroalimenten (Sanmartín, 2014, pp. 45 y ss.).

      1.5. Pasado reciente traumático

      El interés por el pasado reciente “se hace mayor si se trata de una historia especialmente traumática, porque involucra quiebres profundos, enfrentamientos, injusticias. En esos casos, la búsqueda de respuestas que den un sentido al presente se hace más imperiosa” (Díaz, 2007, p. 21; véase también Bacha, 2011, p. 3). María Paula González (2012) se pregunta en el caso argentino sobre los aportes de la historiografía a la reconstrucción del pasado reciente, encontrando que el campo historiográfico dedicado al estudio de los años setenta y ochenta se ha expandido, en contraste “con el largo y elocuente silencio que desde 1984 hasta 1996 acusaron los historiadores sobre esa porción del pasado en general y sobre el periodo dictatorial en particular”, sobre el cual trabajaron “otras producciones –literarias, periodísticas, cinematográficas y artísticas así como estudios de otras ciencias sociales–, además de las luchas por la memoria, las que mantuvieron en agenda al pasado reciente” (p. 7).

      Bacha (2011) destaca el estudio sobre historia reciente referido a temáticas traumáticas desarrollado por Federico Lorenz, cuya base documental está construida a partir de entrevistas de historia oral. Metodología que “posibilita reconstruir –según Lorenz– […] vínculos sociales […], recomponer parte del tejido solidario a partir de la habilitación de un espacio para la escucha de la palabra que narra la experiencia vivida –y que incluye hablar en nombre de los que ya no están–” (p. 3). Esta tarea redunda en su utilidad política y en la ayuda a quien es entrevistado (pp. 12-13), con lo cual se hace visible “la función social del historiador” (Bédarida, 1998, p. 22). “No se trataba solamente de continuar la búsqueda de la verdad (como el destino final de los desaparecidos) sino de reconstruir sus vidas: los hijos comenzaron a reivindicar a sus padres” (González, 2012, p. 5). En este sentido, la historia reciente revalida y legitima la o las “memorias” (Carretero y Borrelli, 2008, p. 214), abriendo la posibilidad de trabajar temas nuevos como la memoria (Fazio, 1998, p. 48), cuestión que “emerge en Argentina en relación con los crímenes, desapariciones, torturas y persecuciones perpetrados por el terrorismo de Estado impuesto por la última dictadura militar” (González, 2012, p. 3), e incluye también los estudios realizados sobre los periodos de transición (Díaz, 2007, p. 16).

      El surgimiento de estos estudios y su íntima relación con los pasados traumáticos del siglo XX buscan satisfacer las preguntas de las generaciones posteriores para saber qué sucedió, con la finalidad de recordar o de no olvidar para que tales hechos no se repitan. Teniendo en cuenta que existe una referencia a un pasado violento, sobre todo en los años ochenta, parte importante de los análisis están enfocados en la figura de la víctima, figura “orientada a ser el fundamento de los procesos judiciales contra los perpetradores del terrorismo de Estado” (Bacha, 2011, p. 3).

      [Por] víctima de violaciones a los derechos humanos e infracciones al derecho internacional humanitario [se entiende ampliamente] a aquella persona o grupo de personas, colectividades o comunidades –hayan sido o no identificados o individualizados–, que por acción u omisión del Estado hayan sufrido, directa o indirectamente, daños individuales o colectivos que impliquen violaciones a sus derechos consagrados en la Constitución y en los tratados internacionales sobre derechos humanos y sobre derecho internacional humanitario, con independencia de que los agresores hayan sido identificados, aprehendidos, procesados y/o condenados y con independencia de cualquier relación existente entre el agresor y aquéllas. (Ortiz, 2009, p. 208; véanse Sentencia C-781 de 2012 y Sentencia C-052 de 2012)

      Las figuras de víctima y testigo pasan a identificarse mutuamente, como sobrevivientes del pasado (Traverso, 2007, p. 70). Bédarida nos presenta tres sentidos de la noción de “testigo”, de los cuales rescataré los siguientes dos:

      Primer sentido: un testigo, actor o espectador, informa de lo que ha visto u oído de un acontecimiento o una acción. De esta experiencia nace un relato y es en ese sentido en el que se habla de un testigo ocular o de un testigo que ha oído. Pero, en realidad, el testimonio no es la percepción misma, es un relato, una narración que implica un proceso de transferencia desde el testigo hasta el que recibe el testimonio. Un hecho por sí solo no testimonia nada. Solo testimonia si es interpretado.

      En un segundo sentido, en el jurídico, el testigo que testifica un hecho del que ha tenido conocimiento directo se sitúa en un marco institucional, la justicia, y en un lugar, el tribunal. Es, por tanto, actor en un proceso, en un litigio o en una protesta, derivados de una violación del derecho que es la que se trata de reparar. (Bédarida, 1998, p. 25)

      Este autor menciona además a Shoshana Felman, para quien el testimonio implica siempre un compromiso para responder la verdad, sea o no ante un tribunal, para dar cuenta de un hecho, sobre lo que se recuerda, lo que ha dejado huella, comprometiéndose y haciéndose responsable por lo dicho (Felman, citado en Bédarida, 1998, pp. 25-26). Constata entonces Bédarida (1998) tres cosas: como “el testimonio se inscribe en una red de discursos”, existe una unión “entre la realidad y el lenguaje”; habiendo una distancia temporal con los hechos narrados, el testigo emite “un discurso que busca conceder un sentido, es decir, una interpretación”; “el testigo no describe solamente lo que ha visto y oído, sino que queriendo establecer la verdad construye un discurso portador de unidad entre el testimonio de los hechos y el testimonio de sentido” (p. 26).

      1.6. Pasado reciente colombiano

      Teniendo en cuenta las características ya expuestas sobre la subdisciplina histórica de los estudios del tiempo presente, a continuación describiré las razones por las cuales encuentro que esta investigación se inscribe dentro de ellos, con aplicación específica a los estudios del derecho.

      En primera instancia, recordemos que la historia reciente surge como producto del proceso de globalización y de las demandas sociales que exigen respuestas

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