Saber estar en las organizaciones. Claudia Liliana Perlo

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Saber estar en las organizaciones - Claudia Liliana Perlo Proyectos de investigación

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construcción del conocimiento y el vínculo con el mismo, en antagonismos y reducciones estériles, fomentando una perspectiva mecanizada e inerte del cosmos. Esta es la historia vigente de un desencantamiento constante (Berman, 1987) del mundo y una conciencia no participativa (Berman, 1987), en la que el conocimiento se logra reconociendo a las personas separadas de la naturaleza. Las consecuencias en la educación y particularmente en la escuela de esta cosmovisión antropocéntrica son las que hemos revisado en el apartado anterior y a su vez, las que han motivado nuestra búsqueda hacia un reencantamiento del currículum y la educación. En la perspectiva biocéntrica iniciada por Rolando Toro Araneda hemos encontrado renovada esperanza para esta tarea. Toro Araneda propone una pedagogía centrada en la conservación y preservación de lo instintivo humano a través de una educación salvaje que permite pensar nuevamente un currículum centrado en la vida.

      Ha llegado la hora de dar a la educación un abordaje orientado hacia la supervivencia y el restablecimiento de las funciones originarias de la vida.

      A partir del Principio Biocéntrico, la educación deberá cultivar las funciones que permiten la evolución afectiva de los seres humanos

      Toro Araneda, 2007

      Rolando Toro Araneda, fue maestro, psicólogo y precursor de la educación biocéntrica. Ejerció la pedagogía desde 1940 y por 16 años vislumbró en los distintos lugares donde desarrolló su práctica educativa (Talcahuano, Valparaíso, Pocuro y Santiago), que en la educación tradicional existía una carencia fundamental, la ausencia de vínculo con la vida. Toro Araneda expresa:

      En 1950, propuse el concepto de Escuela Universo, con el objetivo de dar una visión más amplia de las relaciones del niño con la naturaleza. En 1970, la llamé Educación Holística, influido por la visión del mundo como Holograma. Posteriormente, la llamé Educación Salvaje, apelando a la importancia de los instintos como fuerzas innatas de supervivencia y evolución. En un diálogo con Ruth Cavalcante, ella me propuso el nombre de Educación Biocéntrica (2005:86).

      La educación salvaje que propone Toro Araneda, encuentra fuertes antecedentes en el pensamiento Jean-Jaques Rousseau. Uno de los pensadores claves del Siglo XVIII, quien sostuvo que la razón era causa de la corrupción humana. En el Emilio, Rousseau da cuenta de un ser humano ajeno a la guerra, movido por el amor a sí mismo y la compasión. Concibe al ser humano como un buen salvaje primitivo, que vive en paz y armonía con la naturaleza. La libertad del ser, sólo es limitada por la fuerza de otro ser.

      La propuesta pedagógica biocéntrica que aquí presentamos, revaloriza lo instintivo-salvaje poniendo el foco en el desarrollo pleno del ser, al integrar la inteligencia con la afectividad. Esta corriente pedagógica encuentra profundos fundamentos científicos en la teoría biológica del conocimiento (Maturana y Varela, 1984) la que establece la imbricada conexión entre cognición y vida.

      Toro Araneda advirtió lúcidamente la fragmentación vigente en la matriz biológica-cultural (Maturana, Verden- Zöler, 2011) que hoy resulta en violencia. Esta fragmentación de la emoción y la razón inscripta en los cuerpos domesticados, desvirtúa la identidad y sedimenta vínculos empobrecidos. En este sentido, la educación tal como la hemos concebido en nuestra cultura emerge como un proceso de represión de la condición salvaje-natural, que tarde o temprano y como producto de la domesticación, se revela en espejo y reflejo de tal opresión, en su peor expresión, la violencia. Es urgente superar esta fragmentación integrando cultura y biología en una matriz unificada; esto requiere disolver las corazas represivas de una cultura que condena el deseo del hombre, sus instintos y los confina a lo pervertido. La integración coherente del sentir (emoción) pensar (reflexión) y hacer (acción), constituye un tríada fundamental en la perspectiva biocéntrica. En esta integración el factor de cohesión es el amor. Según Maturana (1993) éste es el hilo central del vivir. El amor es como fenómeno vincular biológico a partir del cual se genera una relación de vivir/convivir en respeto mutuo con uno mismo y con un legítimo otro (Maturana, 1993). En convergencia con Maturana, Toro (2007) sostiene que: “El amor es la mayor fuerza estructuradora de la existencia” (p.127) y la carencia de éste constituye una “(…) situación biológica insuperable” (p.158).

      En congruencia a lo que Toro plantea en relación a lo salvaje, en nuestro equipo de investigación hemos profundizado en torno a la rebeldía. La rebeldía en nuestro contexto cultural suele asociarse de manera casi directa a la adolescencia, etapa en la que emerge la oposición al padre, a la ley y la necesidad imperiosa del ser que adolece de identidad y busca diferenciarse con la propia. También sabemos que esta actitud humana no es exclusiva de esta etapa del desarrollo y que muchos adultos nos identificamos en diferentes períodos con dicha actitud. El rebelde, el inadaptado, se erige en cualquier etapa de la vida como una respuesta a la inadecuación al sistema hegemónico de su tiempo. Es en este sentido que, entendemos a la rebeldía como la expresión reprimida de una identidad silenciada y negada dentro de un marco disciplinario que vela por la normalidad. Fieles a nuestra naturaleza rebelde y reconociendo que ésta nos ha acarreado más sinsabores que satisfacciones dentro de un sistema que es difícil huir, proponemos en el sentido de revelación, revelar, desplegar nuestra íntegra identidad. Se trata de desenvolver nuestros dones, nuestra maestría con autoridad y fidelidad a nuestro ser. Esta revelación nos permite imaginar una educación salvaje, esto es libre, en la que los seres humanos podamos expresar con naturalidad nuestros instintos, integrando a estos últimos la incondicionalidad del sentimiento de amor, sustentado en el cuidado de sí y cuidado del otro. De esta integración trata la afectividad humana. Proponemos con esto, rescatar lo salvaje como alternativa para salvar a la educación y a sus protagonistas del flagelo de la fragmentación. Conectar con los instintos y la afectividad hace posible el reencantamiento de los vínculos, de la educación y del mundo.

      Ampliaremos estas cuestiones metodológicas en los subsiguientes movimientos a lo largo de esta obra. El recorrido realizado hasta aquí nos condujo a profundizar en el enyesamiento acontecido a lo largo del tiempo por procesos complejos que se fueron entramando, como referimos anteriormente, en torno a la construcción del conocimiento y fundamentalmente en torno a la vida, al ser humano y sus necesidades básicas-instintivas. Dicho enyesamiento condujo al ser humano a un profundo acorazamiento y fragmentación. La consideración de una visión sistémico-ecológica (Capra, 1996) del ser humano, permitirá atender a los aspectos que fueron por mucho tiempo descalificados por el paradigma moderno occidental que es la conexión con un entorno natural y social. Esto implica reconocer el valor de todos los seres vivos, como una hebra fundamental en el tejido social, cultural, ecológico, político; etc. Este reconocimiento nos devuelve autonomía, potencia, poder y conexión con la fuerza creativa y creadora del hombre en vinculación con la capacidad de auto-eco-organización humana dependiente e independiente a la vez de sí mismo y del entorno en un proceso de acoplamiento estructural (Maturana, Varela, 1984).

      En esta construcción buscamos realizar un aporte para revalorizar el concepto de educación salvaje que propusiera Rolando Toro Araneda, considerando la importante función que cumplen los instintos en la vida humana en cuanto a su conservación y continuidad.

      Por lo antedicho no podemos continuar confundiendo “lo violento” con “lo salvaje”. La violencia es la negación del otro o de lo otro,

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