Saber estar en las organizaciones. Claudia Liliana Perlo

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Saber estar en las organizaciones - Claudia Liliana Perlo Proyectos de investigación

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nos señalan que el desorden, el desequilibrio y lo irregular (Prigogine, 1974) también forman parte de “un orden natural”.

      Sobre el disciplinamiento, la obra de Foucault constituye un vasto trabajo, aquí presentamos sólo un esbozo para subrayar una vez más, que la normalidad constituye una eficaz herramienta de control de la segunda modernidad. Dicha normalidad se configura a través de la represión del ser y su potencia, siendo los instintos el punto de apoyo y base de esta represión.

      La represión de los instintos

      La represión sexual sirve a la función de mantener más fácilmente a los seres humanos en un estado de sometimiento, al igual que la castración de potros y toros sirve para asegurarse bestias de carga.

      Reich, 1927

      Si bien debemos reconocer que fue Sigmund Freud (1901- 1905) el primero en plantear la represión sexual y desarrollar con amplitud el concepto, en este apartado queremos desarrollar la cuestión a partir de los desarrollos teóricos de uno de sus principales discípulos Wilhelm Reich. Este último en su libro “La función del orgasmo” (1927) profundiza y trasciende el argumento que Freud plantea en torno a la represión sexual y la sociedad occidental. Reich retomó en dicha obra la idea freudiana sobre la psicogénesis de las neurosis, causadas por la represión de la energía sexual y sostuvo que los síntomas y rasgos de carácter neuróticos son productos de la sexualidad bloqueada por nuestra sociedad represora. La energía biológica bloqueada se convierte en fuente de las más diversas manifestaciones de conducta irracional. Las perturbaciones psíquicas son el resultado del caos sexual originado por la naturaleza de nuestra sociedad opresora. Ese caos ha tenido como función el sometimiento de las personas a las condiciones sociales existentes y es funcional al propósito de mantener una civilización mecanicista y autoritaria, a través del anclaje que logra que las personas pierdan la confianza en sí mismas. La conducta antisocial es un emergente de la represión de la sexualidad natural. Reich sostenía que las personas estaban educadas en la negación de la vida y que la consecuencia directa de esto era la angustia de placer. Además, valientemente sostenía que estas ideologías negadoras de la vida eran la base de las dictaduras. Las personas que viven natural y libremente su sexualidad, difícilmente puedan ser sometidas y disciplinadas. Según Reich, la negación de la sexualidad genera angustia de placer y define a ésta como:

      La base del miedo es el temor a una vida libre e independiente. Se convierte en una poderosa fuente de donde extraen su energía individuos o grupos de individuos a fin de ejercer toda clase de actividad política reaccionaria y dominar a la masa obrera mayoritaria. (Reich, 1927:23).

      La cultura patriarcal y autoritaria produce en el hombre moderno un acorazamiento en contra de su propia naturaleza, que lo deja enajenado en el sí mismo. “Esta es la causa de la soledad, desamparo, el insaciable deseo de autoridad, el miedo a la responsabilidad, la angustia mística, la miseria sexual, la rebelión impotente, así como de una resignación artificial y patológica” (Reich, 1927:127).

      Reich expresa que los seres humanos han adoptado una actitud hostil a lo que está vivo dentro de sí mismos. Esta actitud no es de origen biológico sino social y responde al orden patriarcal en el que estamos inmersos. Sostiene que, sin una inhibición psíquica, la energía sexual no podía nunca encontrarse mal dirigida. Las energías vitales en circunstancias naturales se regulan espontáneamente sin la intervención de una moralidad compulsiva. Una actitud no neurótica está en directa relación con la capacidad de amar. Consecuentemente la enfermedad mental es el resultado de las perturbaciones en la capacidad natural de amar. La cura de estos trastornos requiere el restablecimiento de esa capacidad.

      Finalmente resulta interesante señalar la perspectiva apreciativa de Reich, quien, a diferencia de Freud, no habla de pulsión de muerte, sino de angustia de placer. En este sentido, no existiría en el hombre una actitud innata de autodestrucción o actitud destructiva hacia otro sino angustia de placer. En tal caso, el camino de la cura estaría orientado hacia la expresión de los deseos, fuente y origen de dicho placer.

      Un currículum orientado a la “normalidad” despontenciadora, solo generará más o peor de lo mismo en una sociedad humana devastada por tanta represión: “No sería excesivo afirmar que las revoluciones culturales de nuestro siglo están determinadas por la lucha de la humanidad por el restablecimiento de las leyes naturales de la vida y del amor”. (Reich, 1927:226).

      Necesitamos restablecer la armonía entre las necesidades biológicas fundamentales y las organizaciones humanas que hemos creado. En este sentido las “normas” no constituyen un punto de partida saludable. Si somos capaces de permitir la expresión plena del ser, el núcleo de la vida permanecerá inalterable y los acuerdos que podamos establecer para vivir juntos, serán inevitable consecuencia de dicha rehabilitación existencial. (Toro, 2007).

      El lugar del cuerpo en el modelo normativo-disciplinario.

      El abordaje de esta cuestión encuentra nuevamente a este indiscutible referente Michel Foucault, quien en uno de los tres volúmenes que escribiera sobre historia de la sexualidad, titulado “La voluntad de saber” (1976), puso en relación el concepto de poder con el “control total de los cuerpos vivos”. Como señalamos al principio, la disciplina guarda un doble propósito en principio aparentemente contradictorio, sin embargo, bajo un sutil análisis funcionalmente complementario. Aumenta la fuerza física a la vez que disminuye la potencia creadora del cuerpo.

      En una palabra: disocia el poder del cuerpo; de una parte, hace de este poder una “aptitud”, una “capacidad” que trata de aumentar, y cambia por otra parte la energía, la potencia que de ello podría resultar, y la convierte en una relación de sujeción estricta. (Foucault, 1975:115).

      De este modo los cuerpos resultan en una “aptitud aumentada” y una “dominación acrecentada”. Esta fuerte represión conducente a la “interiorización de la norma” llegó a formulaciones extremas en el discurso pedagógico que sostuvo “la letra con sangre entra”.

      Al respecto, a partir de nuestros trabajos de investigación hemos recogido los siguientes testimonios:

      -“Hay una construcción que enyesó nuestra vida para que esté así (…) ¿Qué es lo que fue preso, para que la vida no se pudiera expresar? Los mandatos son yesos, y lo que se enyesó es la libertad, la posibilidad de ser, nuestro cuerpo fue enyesado, acorazado, de la cabeza a los pies”

      -“Nosotros estamos cortados entre el cuerpo y la cabeza (la razón) vivimos en un pensamiento cartesiano que dice, pienso luego existo. Pero, hay que integrar la cabeza con el cuerpo para que haya conocimiento. También tenemos otro corte entre la parte derecha e izquierda del cuerpo; lo siniestro y lo diestro; fijáte la palabra que usamos, decimos lo siniestro para referir al pensamiento simbólico. La parte derecha de nuestro cerebro que maneja el simbolismo, está disminuida ante los hechos que están controlados por la parte izquierda del cuerpo; ahí hay toda una disociación inmensa. La otra disociación es entre lo profano (genitalidad, sexualidad) y lo sagrado (la cabeza, lo racional) en el mismo cuerpo, esto es una inmensa y tremenda disociación porque decimos profano a aquello con lo que hacemos hijos, creamos vida, ¡lo más sagrado!”.

      Teniendo en cuenta desarrollos teóricos que constituyen una larga tradición, como lo son los aportes de Jean Piaget (1969), como los más recientes desarrollos de las neurociencias (Iacoboni, 2009; Ramachandran, 2012; Rizzolatti, Sinigaglia 2006) entendemos la estrecha relación entre aprendizaje y desarrollo motor. El aprendizaje es movimiento e integración. Por lo que podrá advertir el lector las graves consecuencias para el aprendizaje y desarrollo de un abordaje corporal fragmentario y normativo.

      La imagen que sigue, tomada del texto de Foucault, “Vigilar y Castigar” (1976) explica mejor que mil palabras la tarea educativa y el irremediable esfuerzo de los educandos

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