Saber estar en las organizaciones. Claudia Liliana Perlo

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Saber estar en las organizaciones - Claudia Liliana Perlo Proyectos de investigación

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lo representan son dos. Por un lado, se lo suele presentar como a un viejo. Señor del tiempo y de lo que no se mueve, de lo que no nace ni muere, de lo perfecto. Por otro lado, también se presenta como un joven que sostiene el Zodiaco por donde circulan las estaciones: “pues, aunque haya muerte en cronos y cada invierno todo muera, siempre hay repetición, y cada primavera todo renace” (Núñez, s.f., p. 2).

      Aión refiere a tiempo subjetivo, a la manera que tienen las personas de experimentar la rapidez, la lentitud, la aceleración y la desaceleración del tiempo. Es un pasado presente y un futuro presente, haciendo evidente su multiplicidad y convirtiéndose en tiempo simultáneo e invitando a la acción que tiene sentido en sí misma. Kairós, por su parte, aparece como el momento oportuno. Esta tercera divinidad es menor, no es un gran dios sino un diosecillo, un duende, un daimon o demonio. Es hijo de Zeus y de Tijé (diosa de la suerte o de la fortuna). Por lo tanto, está relacionado con Cronos (es parte de su descendencia indirecta) pero también con la suerte o la fortuna, con la oportunidad (Núñez, s.f.). Esta deidad menor suele ser representada como un adolescente con los pies alados que sostiene una balanza desequilibrada con su mano izquierda. Es calvo o sólo tiene un mechón de cabello en la parte delantera de la cabeza, esto da cuenta de que es muy veloz y que hay que encontrarlo y tomarlo del pelo en el momento justo o se escapará y no se lo podrá tomar del cabello cuando se esté yendo. Es bello porque “para los griegos, la belleza siempre es oportuna y la oportunidad es el único artífice de la belleza” (Núñez, s.f., p. 3).

      Es posible observar a partir de lo que se plantea muy sintéticamente hasta aquí, que la concepción del tiempo en la mitología griega presenta una gran complejidad, y al mismo tiempo, permite y valida diversas experiencias del tiempo (temporalidades). Con el tránsito del griego a latín (mitología romana) se pierde esta triplicidad del tiempo, comenzando con la progresiva simplificación del mismo en Occidente.

      En la mitología romana, Aiôn se traduce como aeternitas, perdiendo su estatuto divino. Por su parte, Kairós se traduce como occasio y pierde su significación positiva, pasando a significar una fuente de imprevistos no deseados. Mientras los griegos consideran a Cronos una fuerza cruel y devoradora, los romanos adoptaron una visión más positiva e inocua de esta deidad (incluso la guadaña en este caso implicaba su relación con la agricultura y las cosechas) dando a Saturno una importancia mayor, prácticamente suprema, en la religión romana. Sin embargo, es con la mitología romana en donde comienza a darse la paulatina simplificación del tiempo que será continuada por la filosofía y las religiones occidentales a lo largo de los siglos.

      Por el lado de Oriente, sin embargo, la situación es otra. Según el Taoísmo (sistema de pensamiento basado en el Tao o Dao, base del pensamiento filosófico y una de las religiones más importantes de China) las cosas no pasan en el tiempo, sino que lo hacen (Lizcano, 1992). El tiempo es tiempo propio, interior a las cosas, los procesos y las situaciones. Por este motivo, más que tiempo, hay muchos tiempos. De esto se desprende que el tiempo se encuentra siempre mezclado con el acontecimiento, es creado por el mismo, se anudan. Pero, además, este anudamiento se da con el espacio; que deja de ser el espacio, para ser un espacio, el espacio de ese acontecimiento. “El acontecimiento no ocurre en el espacio y el tiempo, más bien se hace sitio y construye su momento, teje su lugar y su ocasión singulares, que a su vez le prestan una densidad específica” (Lizcano, 2008:86).

      El budismo, sistema filosófico y religioso que surge en India a mediados del siglo VI a.C, considera que el tiempo se constituye por un flujo continuo (samtâna) y, por el hecho mismo de la fluidez del tiempo, toda forma que se manifiesta en el tiempo no sólo es perecedera, sino también ontológicamente irreal (Eliade, 2001). Los filósofos budistas han reflexionado ampliamente sobre la instantaneidad del tiempo, esto es, sobre la fluidez y en última instancia, la no-realidad del instante presente que se transforma continuamente en pasado, en no-ser.

      Como dice Cantaraksita, “la naturaleza es en todo instante su propia instantaneidad (hecha de un número considerable) de éxtasis y de destrucciones”. La destrucción a la que alude no es la destrucción empírica, sino la aniquilación intrínseca y continua de todo lo existente, que se halla ligado al tiempo. Por esta razón escribe Vasubandhu: “Porque el aniquilamiento es instantáneo e ininterrumpido, no existe movimiento (real)” (Eliade, 1986 citado por Indij, 2014:28).

      El movimiento y en consecuencia el propio tiempo, la duración, son postulados pragmáticos. Para Buda no existen ni el pasado ni el futuro, todos los tiempos se reducen al presente; “Buda ha abolido la irreversibilidad del tiempo” (Eliade, 1986 citado por Indij, 2014:28).

      Podría considerarse que esto último se contradice con la declaración previa de no-realidad del instante presente, sin embargo, es necesario aclarar que el presente total, el presente de los místicos, es el éxtasis, la no-duración. “El presente-eterno es la inmovilidad” (Eliade, 1986 citado por Indij, 2014:29). El instante, el momento actual, el nunca, se denomina en sánscrito ksana. Por el ksana, por el “momento”, se mide el tiempo. Pero este concepto también tiene el sentido de momento favorable, oportunidad, y para Buda, sólo se puede salir del tiempo gracias a la ayuda de este momento favorable.

      Volviendo a Occidente, aún en las obras de algunos presocráticos y sofistas es posible encontrar huellas de las concepciones míticas griegas del tiempo, asimismo ya aparece la idea general de un tiempo cíclico, personificado, junto al cual aparece también la necesidad de establecer un tiempo eterno, que tuviera más relación con la inmortalidad del alma (Melero, 2012).

      Heráclito, por su parte, habla del río en el que uno no puede bañarse dos veces, para hacer referencia al cambio constante en la naturaleza y la irrepetibilidad de cada instante, pero también habla del fuego en el cual se generan todas las cosas y en las que terminan todas las cosas, y que al extinguirse todas las cosas forman el universo, y así sucesivamente (Serna Arango, 2009).

      De esta forma, considerando al tiempo y al espacio como aquello que posibilita el devenir de las cosas, los excluye de la experiencia, se trata aquí de conceptos intuitivos que pueden ser percibidos con independencia de toda experiencia concreta.

      Además de esta concepción cíclica del tiempo, como ha sido planteado, aparece desde los comienzos mismos de la civilización griega, un tiempo divinizado y absoluto (Melero, 2012). “El ser que plantea Parménides es ajeno al tiempo, permanece sin cambios, inmutable, inmóvil, ingénito: eterno. Es esta la primera noción que se desarrolla del concepto de Eternidad como un no-tiempo” (Cantarutti, 2008, s.n).

      Parménides (502 a.C.) plantea que todas las percepciones de este mundo, todo lo que se aprehende por medio de los sentidos, atañe al no ser, entre estas el movimiento, el cambio y el tiempo. A partir de esto, Cantarutti (2008) concluye que es posible plantear que para Parménides el tiempo pertenece al no ser, el tiempo no existe.

      En este momento se evidencia una separación entre la experiencia del tiempo y la conceptualización religiosa del mismo, que comienza ya desde los orígenes de la filosofía occidental, pero que se manifestará con el paso del tiempo en la separación entre el pensamiento religioso, el filosófico y el planteamiento científico del fenómeno (Melero, 2012).

      El tiempo en la Edad Media es el tiempo de la espera, es lento y se dirige hacia la eternidad (Serna Arango, 2009). “El tiempo medieval es el tiempo de la salvación” (Le Goff, 1999:148); en este sentido, lo que importa en la Edad Media no es lo que cambia, sino lo que perdura (Le Goff, 1999). En este momento de la historia comienzan a tomar fuerza las religiones monoteístas, y la mitología es relevada por la historia sagrada. Si hay un solo dios, hay un solo tiempo verdadero, hay una sola historia (Serna Arango, 2009). Sin embargo, es necesario aclarar que a nivel social y colectivo es posible encontrar una gran multiplicidad de concepciones de tiempo que no se ajustan completamente a la del monoteísmo. Se trata de una etapa transicional clave para la historia del tiempo en la humanidad.

      Al cristianismo y al feudalismo no sólo los

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