Saber estar en las organizaciones. Claudia Liliana Perlo

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Saber estar en las organizaciones - Claudia Liliana Perlo Proyectos de investigación

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para ayudar a mantener la disciplina de la vida (Zerzan, 1994 citado por Indij, 2014).

      Los siglos XIV y XV constituyeron en Europa Occidental una época de transición. Se produjo un cambio lento en todos los órdenes de la vida. La forma de vida feudal comenzó a transformarse partiendo de nuevas concepciones de carácter social, político, religioso, artístico, ideológico, económico, etc., derivando en una nueva concepción: lo moderno.

      Con la invención del reloj en el siglo XIV, el tiempo se supedita al ritmo uniforme de la máquina, tendencia que se impone progresivamente hasta alcanzar su punto culminante en la Revolución Industrial (Serna Arango, 2009). Momento en que también logra imponerse definitivamente el capitalismo como sistema socioeconómico.

      La invención del reloj mecánico fue uno de los puntos de quiebre más importantes en la historia. La mejora en su exactitud proporcionó a la autoridad y al nuevo sistema reinante oportunidades más perfectas para la opresión (Zerzan, 1994 citado por Indij, 2014).

      Se considera que a partir de las reflexiones de Descartes se produce el nacimiento de la denominada Filosofía Moderna. Este filósofo afirma en relación al tiempo, que la duración es una noción general, al igual que la substancia, el orden y el número y que todas ellas poseen cierta existencia física, esto es, no son verdades eternas que sólo existen en nuestra mente. El tiempo es una categoría cartesiana, tanto de su física como de su metafísica. Descartes fue uno de los primeros defensores de la idea moderna del progreso, que puede relacionarse con la idea de un tiempo lineal infinito y con el propósito de en cierto sentido controlarlo, lo cual queda expresado de manera muy característica en su famosa invitación a que el hombre se convierta en “amo y poseedor de la naturaleza” (Zerzan 1994 citado por Indij, 2014:180).

      Todos los factores previamente mencionados fueron las bases sobre la cual se erigió el universo mecanicista de Newton basado en una concepción de un tiempo absoluto, verdadero y matemático, respecto de sí y de su propia naturaleza, fluyendo invariablemente, sin relación alguna con lo eterno (Zerzan 1994 citado por Indij, 2014). La física mecanicista fue el logro que coronaría la Revolución Científica en el Siglo XVII y a partir de la cual el tiempo comienza a considerarse como el gran gobernante; no es influido por nada y es totalmente independiente del entorno: consiste en el modelo perfecto de una autoridad inasible, y garante perfecto de una alienación inalterable.

      En la época, Benjamin Franklin nos deja su famosa frase “El tiempo es oro”, al momento en que la burguesía comienza a disponer del tiempo como una mercancía, a la que se coloca un “precio ajustado por la ley de la oferta y la demanda” (Serna Arango, 2009:85). Esta relación tiempo-dinero, plantea Serna Arango es de doble vía, “no solo el tiempo se compra y se vende, sino que, además, el valor se mide en términos de tiempo” (2009:85).

      El tiempo de la modernidad puede considerarse entonces, a partir de todo lo planteado hasta aquí, como un “tiempo enajenado que, abstraído de las cosas, se separa de ellas para después imponérseles desde afuera (desde el afuera de la objetividad con el tiempo absoluto newtoniano o desde el de la subjetividad trascendental con el tiempo kantiano)” (Lizcano, 2008:86).

      Como se plantea previamente, desde los desarrollos de la física hasta finales del siglo XIX, Newton afirma que el tiempo es algo puramente objetivo y físico, que fluye sin relación a nada externo y realiza además, una diferenciación del tiempo absoluto y verdadero, del relativo y vulgar. Si el tiempo es homogéneo, quiere decir que cualquier parte que tomemos de él, debe ser exactamente igual a cualquier otra de la misma duración. El tiempo no podría haber tenido origen ni fin, ya que esos límites romperían con la naturaleza homogénea del mismo, entonces, se extiende desde el infinito hasta el infinito, sin relación alguna con los objetos (Cantarutti, 2008).

      En 1905 Einstein, inicia un movimiento casi sísmico de estas ideas, que luego continuarán, Heisenberg, 1925, De Broglie, 1929 y Bohm, 1951. Para Einstein, diferentes observadores ordenan los acontecimientos de forma diferente en el tiempo si los mismos se mueven a diferentes velocidades con relación a los acontecimientos observados (Capra, 1996).

      La teoría especial de la relatividad, plantea que el espacio no es tridimensional y que el tiempo no constituye una entidad separada, sino que ambos están relacionados y forman una continuidad cuatridimensional “espacio-temporal”. Esto es, el espacio y el tiempo se unifican en una sola entidad, el espacio-tiempo (Capra, 1996; Cantarutti, 2008; Hawking, 2015).

      Las ideas del espacio y el tiempo fueron absolutamente revolucionadas por esta teoría. Desde la teoría de la relatividad el tiempo parece ser una dimensión básica indefinida, la física no contiene la idea de un instante presente de tiempo que pasa.

      Paralelamente y en respuesta a algunos desarrollos de Einstein, Henri Bergson da nacimiento a lo que se denomina tiempo psicológico (Cottle, 1968), el mismo considera al tiempo como duración real y evolución creadora de la conciencia. Este filósofo rechaza el tiempo de las matemáticas, planteando que el mismo se trata de una mera abstracción fruto de una previa espacialización. Esta actitud le valió una fuerte discusión con Einstein, a quien le reprochaba haber dejado fuera de la teoría de la relatividad el aspecto subjetivo del tiempo: por qué unos momentos importan más que otros; planteando que, si bien estos aspectos podrían ser matemáticamente insignificantes, eran esenciales para el ser humano.

      La idea fundamental de Bergson es la duración y plantea que no solamente el hombre se percibe a sí mismo como duración (durée réelle), sino que también la realidad entera es duración. La duración es para este autor el “continuo progreso del pasado que va comiéndose al futuro y va hinchándose al progresar” (Bergson 1994 citado por Indij, 2014:286)

      Para este filósofo, al igual que para Dilthey, la experiencia interior es la que permite comprender mejor la vida propia. Bergson enfatiza el carácter irrepetible de cada fenómeno psíquico en el interior de la conciencia, ya que, “para él, el único tiempo real es el que se capta en la experiencia interna” (Solá Morales, 2012:168). Esta percepción está sujeta a la idea de cambio como estado constante en el que se encuentran los sujetos vivos arrojados al tiempo y su flujo imparable.

      Por su parte, Heidegger, el filósofo más importante del siglo XX, rompe con la tradición gnoseológica en filosofía, dando forma a partir de su obra Ser y Tiempo al existencialismo, El Dasein es “un ente existencial” (Feinman, 2013), es el ser (literalmente significa “ahí-ser”).

      El tiempo es equiparable al Dasein (al ser). El Dasein siempre se encuentra en un modo de su posible ser temporal, por ende, el Dasein no es el tiempo, sino la temporalidad. En tanto el tiempo es en cada caso del ser (de cada ser), existen muchos tiempos, por lo tanto, el tiempo es temporal (Santana, 2012).

      La cuestión de ¿Qué es el tiempo?, se ha convertido en la pregunta: ¿Quién es el tiempo? Más en concreto: ¿Somos nosotros mismos el tiempo? Y con mayor precisión todavía: ¿Soy yo mí tiempo? Esta formulación es la que más se acerca a él. Y si comprendo debidamente la pregunta, con ello todo adquiere un tono de seriedad. Por tanto, ese tipo de pregunta es la forma adecuada de acceso al tiempo y de comportamiento con él, con el tiempo como el que es en cada caso el mío. Desde un enfoque así planteado, el Dasein sería el blanco del preguntar. (Heidegger, 1999:60).

      Desde la física, en el siglo XX surgen nuevas reflexiones sobre el tiempo de la mano de Ilya Prigogine, quien desarrolla la teoría sobre “La flecha del tiempo” donde postula que la temporalidad es innatamente unidireccional en todos los niveles de existencia. Prigogine considera que el tiempo brota de lo complejo (1991) y que los estados de no-equilibrio son generadores de tiempo, de irreversibilidad y construcción (Prigogine, 2012). “La flecha del tiempo es, simultáneamente,

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