El último beso. Jessica Lemmon

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El último beso - Jessica Lemmon Miniserie Deseo

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recogida en un moño. Era la segunda del Departamento de Operaciones, una profesional seria y eficiente. Justo lo que el hermano mayor de Gia, el más serio y severo de los tres, necesitaba en su vida.

      Hacía un año que había anunciado que esperaba un hijo de Royce y desde entonces estaban comprometidos. Le deseaba de corazón que su matrimonio fuera mejor que el suyo con Gia. En la ceremonia estaría su hija de seis meses, nacida el mismo día de la boda de Addison y Brannon Knox o, como Jayson prefería pensar, la misma noche en que había estado a punto de perder la cabeza y acostarse con su exesposa.

      En su despacho, Gia estaba recostaba en su sillón de cuero, con su larga melena oscura suelta sobre los hombros. El vestido rojo que llevaba haría morir de envidia a Jessica Rabbit. Era una mujer menuda, con un bonito cuerpo curvilíneo al que había llevado al éxtasis en más de una ocasión. Si la compatibilidad física fuera garantía de matrimonio exitoso, aún seguirían juntos.

      Taylor dejó un par de tarjetas sobre la mesa junto a unos bolígrafos.

      –Rellenad esto. Una cada uno.

      Gia y Jayson intercambiaron miradas antes de que Gia tomara una de las tarjetas y la leyera.

      –Ya está rellena, Tay.

      –La mía también –dijo Jayson.

      Su nombre figuraba en la otra tarjeta y debajo estaba marcada la casilla de asistencia.

      Taylor le quitó la tarjeta de la mano y señaló un apartado en blanco.

      –Aquí dice: «Acompañante: sí o no». Debajo hay un hueco para poner un nombre –explicó Taylor, y le devolvió la tarjeta–. Hay que poner sí o no. Es así de simple, se trata de cumplimentar una pregunta, no veinte. Me da igual quién venga, solo necesito saber el número de asistentes para decírselo al catering.

      Jayson entornó los ojos para mirar a Gia y ella hizo lo mismo.

      –Por mi parte, voy a ir acompañada –anunció Gia, marcando la casilla correspondiente–. Pero teniendo en cuenta que mi acompañante es alguien famoso, será mejor que la empresa de catering no sepa su nombre.

      Devolvió la tarjeta a Taylor y sonrió, de manera algo forzada para el gusto de Jayson.

      –¿Ah, sí? Ya hablaremos más tarde. ¿Y tú qué me dices, Coop?

      –Qué casualidad, mi caso es el mismo –contestó, marcando la casilla del sí.

      Gia arrugó la nariz y Jayson evitó mirarla.

      –Ya está, tampoco era tan difícil –dijo Taylor con su sonrisa almibarada.

      Se dio media vuelta y salió del despacho.

      –Uf, es mi mejor amiga y la quiero, pero ¡cielos! –exclamó Gia una vez se hubo ido–. No sabía que estuvieras saliendo con alguien –añadió volviéndose hacia él.

      –Yo tampoco sabía que tú también.

      Jayson trató de mostrarse indiferente y metió las manos en los bolsillos. Un silencio incómodo se hizo entre ellos.

      –Bueno, no quería ir a la boda de mi otro hermano y que pasara lo mismo que en la de Bran –dijo Taylor jugueteando con el bolígrafo–. Aquello fue un error.

      Haberlo arrastrado hasta un dormitorio de la mansión de sus padres y haberlo besado apasionadamente había sido un gran error, y no era la única que pensaba así. Desde entonces, a Jayson le había sido difícil concentrarse en el trabajo y evitar adentrarse en terreno sexual en sus conversaciones con ella. No paraba de recordar el delicioso sabor de Gia de aquella noche. Si había un olor ante el que se sentía impotente era la esencia embriagadora de su exesposa.

      Después de la boda de Bran y Taylor se habían besado ardientemente, escondidos en el cuarto de invitados, Gia con el vestido subido hasta la cintura mientras lo acariciaba por debajo de los pantalones. El recuerdo de aquellos momentos de fogosidad seguía muy vivo en él.

      Entrelazó las manos a la altura de la entrepierna para ocultar su reacción y desvió sus pensamientos hacia lo que los había interrumpido aquella noche: el alboroto que se había formado cuando Taylor se había puesto de parto.

      Aquello lo ayudaba a contener el deseo.

      –No sabía que tuvieras pareja –dijo Gia en un intento por saber más.

      Jayson no estaba saliendo con nadie. El trabajo le había mantenido ocupado y tampoco tenía ningún interés en mantener una relación en aquel momento. Tendría que buscar a alguien, preferiblemente a alguna celebridad, tal y como le había dicho a Gia. No estaba dispuesto a admitir que había mentido solo por salvar las apariencias.

      –Llevamos poco tiempo –replicó él–. Yo tampoco sabía que estuvieras con alguien.

      En otoño había asistido solo a la boda de Bran. Jayson seguía siendo considerado uno más de la familia. Bran y Royce eran como hermanos. A pesar de eso, aunque fuera cierto que tuviera pareja, ir acompañado a una reunión de los Knox sería incómodo para él y para su acompañante.

      No se le había pasado por la cabeza que Gia fuera a ir con alguien a aquella boda. Había asumido que ella también seguía aquella regla no escrita de nada de citas cerca de su ex.

      –La actualización de la tableta está a punto de salir –dijo él, derivando la conversación al terreno seguro y neutral de ThomKnox.

      Los temas de trabajo eran los límites de aquel terreno neutral. En asuntos laborales compartían objetivos. ThomKnox era una prioridad en la vida de ambos. Siempre harían lo mejor por la compañía.

      Tomó asiento y se dispuso a explicarle en detalle la actualización del software. En su situación, lo mejor para la compañía era que se llevaran bien, estuvieran juntos o no.

      Capítulo Dos

      Seis meses antes, en la boda de Bran

      «Esto es una locura. Estás loca, los dos estamos locos».

      ¡Pero qué bien sabía Jay! Después de tanto tiempo sin sexo, Gia había empezado a preocuparse de los efectos nocivos. Había tenido varias citas en verano. De no haberlo hecho habría sido como admitir que no había olvidado a su ex. Pero cada una de aquellas citas había acabado con un beso de buenas noches que le había recordado a Jayson Cooper. Así que mientras que él había pasado página, ella seguía sin olvidarlo.

      Un buen ejemplo era su lengua. Era imposible negar que era muy bueno con ella, la forma en que la entrelazaba con la suya y luego la deslizaba por su cuello… Se entretuvo lamiéndola allí donde más se sentía su pulso a la vez que le subía el vestido y hacía lo que mejor se le daba: proporcionarle placer.

      Con la mano bajo sus bragas, le acarició sus pliegues más íntimos. Gia sintió que perdía el sentido y gimió junto a sus labios. Entonces, la besó con fuerza en un intento de acallarla. Lo más increíble de todo, aparte de estar con él, era que aquel encuentro estuviera teniendo lugar en la mansión de sus padres en los viñedos, después de la boda de su hermano. Cuando los invitados empezaron a congregarse alrededor de la chimenea exterior, lo arrastró hasta el dormitorio más cercano.

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