El último beso. Jessica Lemmon

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El último beso - Jessica Lemmon Miniserie Deseo

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que te tendrás que conformar conmigo –dijo Jay, ofreciéndole a Gia su brazo.

      –Son los sacrificios que hacemos por los que queremos –replicó ella antes de detenerse para sonreír al fotógrafo–. No veo a tu acompañante.

      –Está sentada detrás del tuyo.

      Gia volvió la cabeza y vio a su cita charlando animadamente con una atractiva morena. Tuvo que parpadear dos veces para asegurarse de que estaba viendo bien.

      –¿Esa no es…?

      –Natasha Tovar, la top model.

      –¿Así que Mason te ha emparejado con Miss Sports Illustrated?

      –Él nos presentó. Dice que le gusta mi acento.

      Cada vez que se inclinaba hacia ella, Gia sentía que no podía pensar con claridad.

      –Tú no tienes ningún acento.

      –Para Natasha sí. Es rusa.

      –Me alegro por ella –refunfuñó Gia.

      Los invitados se acercaron a la carpa que se había montado y Gia y Jayson se quedaron esperando a sus acompañantes. Al ver a la modelo acercarse, Gia frunció los labios. Al natural, aquella atractiva morena era tan guapa o más que en las páginas de las revistas. Era alta y de largas piernas, y tenía los pómulos marcados y los ojos grandes. A cada paso que daba, su vestido corto negro dejaba entrever un muslo firme.

      –¿Y tu chico? –preguntó Jay, bajando la voz–. ¿Acaso no tiene un peine o es así como se peinan ahora los jóvenes?

      Gia volvió su atención hacia Denver.

      –Admito que es divertido salir con un hombre joven después de haber estado tanto tiempo saliendo con un hombre mayor.

      Jay sonrió, muy seguro de sí mismo.

      –Uno mejora con los años, cariño.

      Se le erizó el vello de los brazos, como le sucedía cada vez que percibía la sensualidad de su exmarido, lo que ocurría más a menudo de lo que le gustaría. Por suerte, sus acompañantes se unieron a ellos antes de que Jayson se diera cuenta de su reacción.

      –Oye, tía, ¿sabes quién es? –preguntó Denver a Gia, señalando con el pulgar hacia Natasha.

      –Natasha Tovar, ¿no es así? –dijo Gia teniendo la mano–. Es un placer conocerte. No sabía que estuvieras saliendo con nuestro Jayson.

      –Coop y yo nos conocimos hace unos días y congeniamos. Él no es gay como su hermano.

      Gia apretó los labios para contener la risa y se volvió hacia Jayson.

      –No sé si deberías tomártelo como un cumplido.

      –Parece que a Denver todavía le quedan dientes –dijo Jayson entre dientes–. Me alegro por ti.

      Gia lo miró de reojo y lo vio sonreír con malicia antes de acercarse a Natasha y llevársela. Se quedó mirándolos mientras se alejaban, maldiciendo para sus adentros por lo buena pareja que hacían.

      –Es impresionante –soltó Denver, y le puso una mano en la cintura.

      –No todos nacemos jirafas –dijo ella con sorna.

      –No, muñeca, tú desde luego que no.

      Denver dobló las rodillas para ponerse a su altura, la tomó por los brazos y la miró a los ojos.

      –Tú eres preciosa, pero en otro sentido. Estás en otra liga.

      A juzgar por su sonrisa, aquello debía de ser un cumplido.

      –Gracias.

      –De nada.

      –Vayamos a pillar algo de papeo.

      Se dirigieron a la carpa que daba hacia los viñedos. Había más gente en aquella boda que en la de Addi y Bran. Fácilmente había el triple de invitados. Con un poco de suerte, no se volvería a cruzar en toda la noche con Jayson y Natasha. Pero cuando se acercaron a la barra, allí estaba Jayson, ofreciéndole una copa de champán a Natasha.

      –¿Qué te parece, muñeca? ¿Te ape unos tragos? –le preguntó Denver.

      Jayson se volvió y frunció el ceño.

      Gia se dirigió al camarero, ignorándolos a ambos.

      –Un dirty martini con tres aceitunas. Si puede ser, rellenas de queso azul.

      –Un chupito de ron y una cerveza IPA.

      Denver no parecía haber reparado en la mirada de desaprobación de Jayson. Tampoco importaba. Le gustaba tan poco su acompañante como a él la suya.

      El camarero les sirvió sus bebidas y Jayson, con una copa de vino en una mano y la otra alrededor de la cintura de Natasha, señaló hacia una mesa libre.

      –Dirty martini –dijo Natasha entre risas antes de echar a andar con Jayson.

      –¿Qué demonios significa eso? –susurró Gia para sí.

      –Significa que estás en la onda, muñeca –contestó su acompañante.

      –Gia –bramó, asesinando a Denver con la mirada–. Me llamo Gia.

      –Jee-ahh.

      Ella suspiró. Prefería que la llamase así y no muñeca.

      Capítulo Cinco

      –Las habitaciones de invitados están en la segunda planta –le estaba explicando Gia a Denver mientras subían la escalera.

      Se estaba haciendo tarde y muchos invitados se estaban yendo. Uno de sus cometidos como dama de honor era asegurarse de que no les faltara nada a los invitados que iban a quedarse a pasar la noche.

      –Estupendo, iré a por mis cosas.

      Le dio un beso en los labios, algo que le sorprendió, puesto que todavía no se habían besado. La noche en que habían tomado su primera copa juntos había acabado como había empezado, con un beso en la mejilla.

      –Eh, Natasha –dijo antes de subir corriendo la escalera.

      Gia cerró los ojos. Aquella diosa rusa había presenciado el beso. Se volvió y no le sorprendió ver que Jayson estaba allí también.

      –Nosotros también vamos a quedarnos –comentó Natasha a Gia.

      –Qué bien.

      –Sí, es muy emocionante –dijo Natasha sin percatarse de la ironía de Gia–. Voy a refrescarme, pero todavía no me voy a la cama. Quiero seguir bailando.

      Hizo a Jayson a un lado y luego subió la escalera.

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