Macarras interseculares. Iñaki Domínguez

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Macarras interseculares - Iñaki Domínguez General

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«Ese tipo de gente, tan descontrolada, no dura mucho porque no es de fiar. Era muy violento, porque sí. Daba igual que fuese pequeño. Era el más salvaje, el que pegaba primero».

      R.: «Bajaron a casa del O. en Málaga. Venían de Marruecos, para la feria de Málaga. Bajó Punkito con la burra [moto] a Málaga. Hace tantos años no había mucha gente con tatuajes. Era bajito, cuadrado, con cara de mala hostia. Íbamos seis u ocho por la feria y la peña se abría. Era un hervidero, y nos metemos en la caseta del pc. Este era muy facha: “Yo ahí no me meto que esos son comunistas”. Le convencemos para entrar. Va la novia del Punkito a mear y está el típico gracioso malagueño tratando de ligar con las chicas que esperan para ir al baño. Y va la novia del Punkito y le dice al tío, “mira, yo no te voy a decir nada, pero aquel de ahí es mi novio”… El Punkito acojonaba con solo verlo. Además, te la liaba».

      J.: «El Punkito se juntó con una banda que se dedicaba a los vuelcos [a robar drogas a traficantes]. La mujer del abogado Rodríguez Menéndez tenía un amante que era miembro de la banda. La tía le encargó al amante que asesinase a su marido abogado, para quedarse con la herencia. Punkito y el susodicho fueron en moto a cumplir con la misión. El que llevaba la pistola era el amante y el Punkito conducía la moto. Se pusieron a la altura del coche del abogado —en el que iba también la mujer de Menéndez—, y dispararon. Pero el conductor-guardaespaldas del abogado repelió la agresión y le metió un tiro en un glúteo al potencial asesino, y ambos escaparon con la moto a toda prisa. Fueron luego a un médico de confianza para curar las heridas del amante, pero la policía interceptó una de sus llamadas y les pilló a todos. Punkito tuvo que pagar con varios años de cárcel».

      R.: «El Punkito era un salvaje. Estaba todo el día en el gimnasio, con el clembuterol. Estaba en todas las discotecas del mundo. Era portero de discoteca. Era más nazi que punki. Le llamaban Punkito porque metía hostias a todo dios. Pero de punki no tenía nada, eh. De punki no tenía nada. Era un nazi de la hostia». Decía la leyenda que se había suicidado en un ataque de rabia pero, al parecer, no fue así. Según R., «cuando salió del trullo estaba viviendo en la calle Cristóbal Bordiú, en una habitación compartida. Un día quedó con F. para darse una juerga. Salieron ese día y se cogieron una buena torrija. Se puso absolutamente de todo. Y entonces, se fue el hombre a su casa y a la madre le extrañó que llevase tres días sin pasar a verla, porque se pasaba a comer a menudo. Y lo encontraron muerto. Debió de ser un ataque al corazón».

      Como ocurre con tantos otros peleones con los que me he topado al investigar este libro, «Punkito sacó tanta violencia de las hostias que le dieron. Empezó siendo un chaval normal, pero le pegaban los mayores», dice R. En palabras de Fran, el Bicharraco, un informante de Malasaña: «Mucha gente que reparte mucho, les pegaban de pequeños, les hacían bullying. Porque eran buena gente». Al fin y al cabo, los humanos somos animales, y los animales que son maltratados en sus primeros años crecen hasta ser especialmente rabiosos y agresivos. Pensemos en los gatos callejeros, o en esos perros de pelea de los que hablaba R.

      Punkito no supo trascender el ciclo de dolor y abuso en el que había sido educado. Y esa violencia que tan profundamente había internalizado fue, en definitiva, la que acabó con él.

      1. El instituto Santamarca está en el barrio de Colombia, no muy lejos de lo que sería la sala Rock-Ola.

      2. La cerillera vendía tabaco y cerillas en los bares y cafés. Más adelante fue sustituida por las máquinas expendedoras.

      3. R. «La Carra» por alusión a Rafaela Carrá, la cantante italiana.

      4. Se dice que el padre del «Pequeño Nicolás» era amigo del grupo. De hecho, fue compañero de clase del O. Su ascendencia macarra parece corroborada por una noticia que salta a la prensa el 20 de noviembre de 2019: «Detenido el Pequeño Nicolás por intentar apuñalar a un camarero».

      5. Esto me lo han comentado al menos otros dos informantes. Según una de ellas, portadora también de los anticuerpos del sida, a día de hoy puede incluso limpiarse el esperma de un seropositivo, hacer una inseminación artificial y tener hijos libres del virus.

      6. Las Viviendas del Patronato de Casas Militares construidas tras la guerra.

      7. Los «hotelillos» son también conocidos como Colonia Maudes o Colonia de Ayudantes de la Ingeniería y Arquitectura. Fueron construidos en 1931 y, por defectos en la construcción, a la altura de 1965 la mitad de la colonia estaba abandonada. Dichos chalets comenzaron a ser derribados en 1975, en un proceso que concluyó en 1985.

      8. «Comer techo» es lo que ocurre cuando uno ha consumido drogas estimulantes, es decir, llega a casa, y no puede dormir. Lo máximo que uno que puede hacer en esas circunstancias es mirar el techo.

      9. El término «bakalao» se empleaba en los ochenta para hacer referencia a cosas de mucha calidad. Según el libro de Luis Costa ¡Bacalao!: Historia oral de la música de baile en Valencia, 1980-1995, de ahí surge el sustantivo «bakalao» para hacer referencia a la música electrónica en Valencia. Se decía que esa música era buena como el bacalao: «este tema es bacalao».

      10. Un abogado me cuenta algo similar de otro delincuente de altos vuelos: «Conocí a un capo de la droga. Es un tío que da pánico. Me dio doce gramos de cocaína y me dijo: “No me pagues nada, pero nunca me pidas, ¡nunca me pidas!”. Esa fue la mejor coca que he probado jamás».

      11. Otro informante dice detectar a chivatos de otro modo. Cuando se sabe que a alguien le han pillado, digamos, con un kilo de mdma y sale de la cárcel poco después, entonces es un soplón.

      12. El Planchas era tan espabilado que logró del gobierno inglés un «housing benefit» en 1995. Ya en su decadencia física causada por los estragos del caballo logró vivir a costa del Estado inglés. Tras su muerte, uno de los presentes en el tanatorio quiso llevarse las cenizas para ponerlas en una maceta de su casa. Otro también se llevó parte de las mismas consigo. A un tercero le tocó

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