Macarras interseculares. Iñaki Domínguez
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10. En Alcalá 20 tuvo lugar un gran incendio en la noche del 17 de diciembre de 1983 en el que murieron 81 personas.
11. En 1984, Pilar Miró, Directora General de Cinematografía, eliminó la clasificación «s» y se legalizaron los cines porno («x») en España. A esas alturas, el género anterior no tenía sentido alguno.
12. Donde ahora está el teatro Valle-Inclán.
13. Me cuenta Miguel Trillo, más conocido como el «fotógrafo de la Movida madrileña», que viendo Perros callejeros (1977) en uno de dichos cines, al morir un guardia civil, todo el auditorio aplaudió.
14. Me cuenta un amigo del boxeador Dum Dum Pacheco que los serenos en esa época llevaban un revólver del calibre .22 y un chuzo, que era como una barra gruesa de madera.
4. Zona Cuatro Caminos:
territorio salvaje
En un amplio primer piso del barrio de Chamberí murió hace no mucho una anciana de más de noventa años. Era la matriarca de una familia numerosa. Allá por los años cuarenta, debió de ser una de las pocas mujeres que estudiaban una carrera. Lo cierto es que, tras finalizar sus estudios de matemáticas, trabajó como ejecutiva para una importante constructora durante el resto de su vida adulta. De entre su numerosa prole, algunos eran varones, otros no. Todos ellos nacieron en los cincuenta y sesenta. Cosa curiosa, casi todos tuvieron algún vínculo —más o menos estrecho— con la contracultura española, que proliferó en Madrid durante los años setenta y primeros ochenta. Aunque bien podría fijar mi atención en cualquiera de sus historias, optaré por acercarme a uno de ellos, nacido a principios de los sesenta, apodado O., cuya pandilla y andanzas nos desvelarán misterios pasados sobre la ciudad de Madrid, el surgimiento de las tribus urbanas y no pocas anécdotas sobre violencia, el hampa y las drogas. Entre otras voces, haré uso de la de uno de sus hermanos que, a pesar de no ser partícipe directo de mucho de lo que relata, es un excelente historiador oral de esos tiempos en los que deseo fijar mi atención. Dicho esto, iniciemos nuestra andadura.
Pregunto a J. cómo conoció su hermano O. a la que sería su pandilla, sus amigos de toda una vida: «Mis padres mandaron a dos de mis hermanos a un colegio que tenía un amigo de mi madre en la calle Lagasca. El colegio cambió a la calle Modesto Lafuente pero [al poco tiempo] el tío cerró. Era un chanchullo. En los sesenta cualquiera podía abrir un colegio. Era como tener una tienda de zapatos. Si tenías el título necesario podías…. O. tenía trece años. Ya tenía amiguetes de esa calle. El colegio cerró y mi padre nos mandó a otro en Cuatro Caminos, un colegio protestante en Bravo Murillo. Nuestro padre lo eligió porque la ventana de su despacho daba al patio del colegio y así podía tener vigilados a los niños. Que fuesen protestantes, adventistas del séptimo día o musulmanes le daba igual... Su oficina estaba en Bravo Murillo. Nuestros hermanos mayores ya eran unos rebeldes, y no quería que le pasase lo mismo con los dos pequeños. Hicimos la egb y, cuando llegamos a bachillerato, nuestras hermanas estaban muy concienciadas con la enseñanza pública. A finales de los setenta, los institutos públicos en Madrid comenzaron a brotar como hongos. Una amiga de mi madre, E., era profe del Santamarca, y enviaron a la más pequeña de mis hermanas y a O. al Santamarca. Ahí coincidieron con gente como Alaska, que no iba a clase nunca porque era famosa siendo tan solo una adolescente. Mi hermano [entró] en 2º de bup [Bachillerato Unificado Polivalente]». «Otra gente del colegio anterior fueron, en cambio, al San Mateo, que estaba enfrente de la sede de Fuerza Nueva, en calle de la Beneficencia. Eso era un nido de maleantes. El O. ya tenía amigos del barrio. Mezcló colegas del Santamarca con los de Cuatro Caminos [ahora en el San Mateo], que eran hijos de militares. Los del Santamarca eran modernillos todos»1.
J.: «Paco “Churrero” iba al San Mateo. Su padre era el portero de un puticlub de Costa Fleming y su madre era cerillera.2 La familia vivía en las Colmenas del barrio de la Concepción. Apareció para estudiar en el San Mateo. Siempre sintió adoración por dos personajes: David Bowie y Raphael. Pero, claro, era más parecido a Raphael. Sabía todo de Bowie, estaba poseído. Intentaba disfrazarse con lo que había disponible en ese momento. Era completamente genial. Su chica le dejó, pero antes de irse se pasó por la casa familiar y dijo a los padres del “Churrero” que este le había dicho que podía llevarse la tele, y un montón de cosas. Le robó todo lo que tenía, y más... El “Churrero” se presentaba al Villa de Madrid, y no sabía tocar ningún instrumento. Siempre concursaba como cantante. Aunque ganó una vez como letrista de la mejor canción de Rock Duro: “Sangre y alcohol sobre la tumba de un amigo muerto”».
«Las dexedrinas [dextroanfetamina] estaban muy de moda y era importante saber quién podía hacerse con una receta. Muchos estudiantes eran consumidores. Las tomaban para estudiar o para pasar el rato. Un amigo mío de la época tenía tanto vicio que separaba los granitos de un color concreto porque eran los elementos más potentes. De hecho, empezó a estudiar farmacia para ver cómo podía hacerse con ellas. Descubrió que había amapolas en el Pardo, para obtener opio. Se convirtió en un recolector de primer orden. Al parecer había que ir con unas gomas en el pantalón, porque te picaban los bichos y [el picor] era insoportable. Había que sacar las cabezas de la amapola, dejar que saliera el látex, luego lo cogías y hacías bolas. El tipo este era capaz de extraer el principio activo porque controlaba de química. Los demás hacíamos infusiones, primero con el látex, luego con las cabezas y, finalmente, con las cañas. Se aprovechaba todo. Gracias a ello lograbas un estado de estupor. Estabas de puta madre. No era una droga social. Durante algún tiempo fue la droga del barrio».
«A principios de los ochenta no se hablaba de tribus urbanas, sino de modernos y antiguos. En esa época, sin embargo, no había ni tiendas donde comprar [cosas] de moderno. Uno de los pocos modernos escandalosos era McNamara y compraba la ropa en sepu, unos grandes almacenes de ropa barata. En la calle Arenal ahí había un sepu. Los modernos se hacían sus “looks” con lo que pillaban».
«En el setenta y ocho mi hermano entra en Santamarca. Sin embargo, pasaba mucho de su tiempo con los amigos de Cuatro Caminos. Lo que marcó o sirvió para definir Cuatro Caminos fue la estación [de autobuses] de la Continental en la calle Alenza, que luego fue trasladada a la avenida de América. No me preguntes por qué, pero toda estación de autobuses atrae maleantes. Había muchos taxistas, ambientillo... Los taxistas, naturalmente, eran una presencia constante en la zona ya que los recién llegados de provincias eran, para ellos, clientes codiciados. La zona estaba repleta de casas militares, pero no de altos mandos. Los taxistas eran la peor chusma de la tierra. Había en la zona un par de bares de taxistas que eran jugadores, puteros, borrachos, y encima manejaban mucha pasta. Se jugaban licencias de taxi al póker. Era una entrada a Madrid de gente de todo tipo y condición. Algunos de tales personajes traían sustancias ilegales consigo. Había mucho descontrol. La Conti era un sitio de paso. Venía toda la peña de los pueblos, de las provincias, de Bilbao, del norte».
Estación de autobuses «La Conti» en la calle Alenza.
R. —alias La Carrá—,3 amigo de O., habla: «Era un sitio ideal para el trapicheo porque había gente que estaba de paso. Muchísima gente. Los de Eskorbuto [famoso grupo punk] venían por ahí. Había una personalidad televisiva, un famoso actor de españoladas que la liaba en los bares de la zona. Iba por ahí a pillar cocaína.