Barcelona inconclusa. Laureano Debat

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Barcelona inconclusa - Laureano Debat страница 8

Barcelona inconclusa - Laureano Debat Candaya Abierta

Скачать книгу

Tragamos todos los líquidos, mientras los legionarios nos sonríen y nos dicen que, si fuera por ellos, vivirían sólo de estos productos y que serían tan felices. ¡Lástima que hay que comer! Bromean. ¡Hombre, aquí también hay lugar para las bromas! Y se ríen. Porque Herbalife predica la nutrición responsable y acepta el mal menor de tener que deglutir alimentos sólidos.

      Mientras seguimos tragando potajes, el árabe es arrinconado por dos legionarias guapísimas. El del aro gigante está tratando de ligar con la chica que estaba sentada a su lado, pero Gerard lo marca muy de cerca. El bello Jordi es arrinconado por tres futuras legionarias jovencitas que quedaron encantadas con su discurso y quieren más información. Y justo antes de que empiece a entrarme el pánico, vuelve la música sobre las imágenes de Mark Hugues corriendo de felicidad por el escenario.

      Mis ojos se cruzan con unos grandes lamparones negros. Ornella. ¡Bella Ornella! Milagro de la industria de la nutrición en sobre. ¿Me han inoculado nuevas paranoias, Ornella? Dime la verdad, Ornella. Me voy a morir ¿no es cierto? ¿Y todo por comer mal? Pero le puedo ganar a la mortalidad, si tú me ayudas. ¿Verdad que puedo? Vivir más y mejor, gracias a ustedes. Fumo, Ornella. Me encanta fumar. Fumo mucho. Bebo café y tengo gastritis. Reflujos por el esófago, Ornella. ¿Necesito Herbalife de por vida?

      Pero como variado. Me encanta comer. Me encantan la fruta y la verdura. Desde que llegué de Argentina casi ni pruebo la carne ¿sabes? ¿Necesito Herbalife de por vida, Ornella? ¿Quién sacó las plantas de la tierra y las metió en esos laboratorios algodonados? ¿Tú lo sabes? Me han quitado los nutrientes ¡joder! Me los han quitado. ¿Tú me los devolverás, Ornella? ¿Tú asesinarías por mí a los saqueadores que entraron a mi pirámide alimentaria y se robaron todos los tesoros del faraón de los nutrientes? ¿Verdad que sí lo harías, bella Ornella?

      Un vendedor puede manejar a más vendedores. Por cada cliente que consiga ese vendedor, el encargado gana dinero. Todo es ganancia. No hay pérdida. Yo te veo emprendedor. Te veo decidido y valiente. Eres guapo. Tienes buena presencia. Estás predestinado a trabajar con nosotros. Sólo tienes que animarte. Mirar hacia adelante. Esto es el futuro. Y el pago lo puedes hacer ahora mismo, si quieres. ¡Y ya comienzas con nosotros! Salimos muchas veces de cañas. ¡Venga, hombre! ¡Que será divertido!

      Me entrega su tarjeta. Leo “Ornella Barbini” sobre un dibujo circular con tres hojas verdes. Su título es de “distribuidora independiente”. Las webs de referencia hablan de un Centro de Bienestar y de Tudesayunoideal. Ni rastro del nombre Herbalife, como si escribirlo fuese una obviedad.

      CASTINGS PARA UN PISO COMPARTIDO

      Almudena y María son amigas. Se conocieron en un máster de algo que incluía business y también marketing. Les encantaría vivir con gente como ellas, que gusten de la diversión sin abusar y que tengan la preciada virtud del “don de gentes”. Almudena y María se sientan en la terraza, una al lado de la otra. Almudena apunta, María pregunta. Almudena hizo Derecho y Administración de Empresas, pero ahora se dedica a la danza porque dice que ahí ha encontrado su razón de ser. María es licenciada en Comunicación Audiovisual y ahora trabaja en un estanco, aunque, para serme franca, tampoco le gusta mucho lo que estudió.

      Almudena y María hoy tienen la agenda completa, irán cuatro personas más a ver el piso. Yo me fumo un cigarrillo y hablo de mí. Almudena apunta todo, sin descartar nada. Me promete que buscará en Wikipedia donde queda Lobería. Subraya con trazo fuerte que tengo vendada mi mano por una lastimadura que me hice abriendo la heladera. ¡Mala jugada! Y muchas gracias, ha sido un placer, vosotros los argentinos nos caéis bien, sois muy cachondos, cualquier cosa te llamamos y hasta pronto.

      De haberlo sabido antes, quizás me hubiera preparado algún speech o me hubiera puesto el perfume que reservo para salir de fiesta. Hasta incluso puede que usara la ropa más cara que tengo. Pero nunca imaginé que la odisea de ver pisos para compartir iba a terminar convirtiéndose en una variante intermedia entre el casting actoral y las entrevistas de trabajo.

      Encima es verano. Hay que tener mucho cuidado con Barcelona en verano. Hay que tocarla con suavidad y delicadeza porque al mínimo movimiento brusco empieza a transpirar y a expulsar fluidos. Aunque nunca renuncia a su coquetería, la ciudad huele bastante en verano. El olor no sale en las fotos, pero huele fatal. Los bloques para la basura y las cloacas colapsadas se maridan en un tufo omnipresente. En esta atmósfera pesada, bajo por Príncep d’Astúries a las 11 de la mañana, cabizbajo por haberla pifiado con Almudena y María.

      La siguiente parada es Francesc Macià. Toco el timbre y me atiende Natalia, una chica peruana que se acerca a los 40. Su casa se cae a pedazos. La habitación que alquila es pequeña, húmeda y con un ventanuco insignificante. Pero estamos en el sueño de Sant Gervasi y merece la pena vivir aquí aunque no te puedas duchar demasiado tiempo porque ha subido el agua, ni tampoco tener la luz encendida hasta las tantas y la gente que venga deba ser poca y controlada. ¿Tú te drogas? Porque no me gustan los drogadictos, desde ahora te lo aclaro. ¿Vale? Ni tampoco los que están de fiesta todo el día. ¿Vale? Soy así, me gusta vivir así y al que le guste bien y al que no a tomar por saco. Me ha costado mucho llegar a donde llegué y así son las cosas conmigo. Su tremenda verborrea me ahorra el trabajo de presentarme. Lo único que me deja emitir es un número de teléfono falso para que me llame en caso de que se haya quedado contenta con mi cara.

      Llegando al mediodía, Barcelona se convierte en un enorme animal acalorado al que parece molestarle que la gente le camine por el lomo. Una fiera que respira en un descanso sobresaltado y eléctrico, con un ojo abierto, como duermen todos los animales. Me uno a la marea que sale vomitada de los portales de los edificios y todos juntos hacemos transpirar al animal, que expulsa su sudor vaporoso hasta envolvernos y hacernos sentir que está incómodo, pegajoso y muy molesto.

      Se acerca la hora de comer y Roger parece estar juntando toda la gula posible. Me atiende en su piso de Les Corts fumándose un porro, dándome la mano como si fuéramos negros del Bronx y presentándome la vivienda en claves antinómicas. Las paredes se caen a pedazos, pero la cocina es grande. La habitación es pequeña, pero está iluminada. Vivirás con tres fumetas, pero que trabajan y son limpios. Toda la casa, hasta el más pequeño rincón, es un desorden trabajado de meses y meses, indescriptible y muy poco fotogénico. Ni siquiera hay detalles de cosas sueltas, porque todo son capas superpuestas de cosas y más cosas. Me avisará por e-mail pronto a ver qué tal. En casa de Roger, aunque no se cuiden los protocolos en las presentaciones oficiales, también hay que pasar por el filtro del casting.

      Sigo camino hacia una nueva visita bajo el calor despiadado. Aunque el barrio de Gràcia siempre es un alivio, porque también ha sufrido los machaques de la burbuja inmobiliaria y sus altos edificios embutidos en calles muy estrechas proveen de buenas sombras al caminante.

      Voy a encontrarme con Icar, que acaba de salir de su trabajo. Icar vive en el piso donde antes vivía con su familia. Ahora lo maneja él, alquila las habitaciones y paga los impuestos. Ya es todo un hombrecito de gafas, un informático que no titubea jamás cuando habla, como todos los informáticos. Su piso reformado es grande y luminoso. Mi habitación reformada, además de ser grande y luminosa, tiene balcón. Es perfecta. Pero en la casa no hay comedor. O no he visto bien. No, no hay comedor, me confirma Icar con su vocecita nasal. ¿Qué clase de casa no tiene comedor? Pues la de Icar, que ha hecho un cerramiento para quedárselo él bajo llave, junto con la habitación donde lo engendraron sus padres.

      Por la tarde pruebo con el Eixample. Camino hasta Roger de Flor para encontrarme con Marcelo. Por teléfono sonaba catalán, pero ahora que lo veo me doy cuenta de que es chino. Un chino con acento catalán que maneja una cadena de restaurantes chinos distribuidos por toda la ciudad. Un chino simpático y charlatán. También tiene su habitación al fondo y bajo llave, con un enorme salón que se alcanza a ver por una de las ventanas entreabiertas. Dice que no está casi nunca en

Скачать книгу