Nuevas estrategias de inserción internacional para América Latina. Rita Giacalone
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Así se entiende por qué no son aceptados actores, sujetos ni agentes, cuyo pensamiento o forma de actuar sea distinto al administrado por el racionalismo de la gobernanza global, la misma que ha sido construida con la situacionalidad de estos principios. Esto me trae a la memoria uno de los múltiples debates tenido en la Unión Europea durante los últimos años, pues los partidarios de sancionar a las disidencias aparecidas en este bloque, las exigen por el desacato a las normas y los valores europeos, los cuales están hoy contenidos en el Tratado de Lisboa. En este documento cargado de humanística retórica y sutil oficialismo, es claro que no podría ser de otra forma, se recogen como valores fundamentales de esta institución “el respeto a la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad y los derechos humanos y establece que la Unión tiene como finalidad promover la paz y el bienestar de sus pueblos” (Parlamento Europeo, 2014).
De manera muy similar piensan quienes están siempre dispuestos a subalternizar el territorio/mundo donde viven, a partir de la profunda y acrítica admiración que sienten por aquella tradición política y cultural, sus valores e instituciones de un proceso que se sigue presentando como ejemplo y modelo para otras regiones del planeta. Después de todo, una apologética opinión considera que la UE ha logrado todo lo que tiene, puesto que es
una comunidad de países en donde predomina la democracia, la estabilidad política, la prosperidad, la economía de mercado, el respeto por el Estado de derecho y en donde las diferencias que surgen entre los miembros de la UE se solucionan de manera institucionalizada. [Un lugar] en donde prevalece la paz, la estabilidad y la integración política y económica. [Además] la UE continúa siendo un referente de integración a nivel mundial, así como uno de los actores políticos más importantes del escenario internacional (Rodríguez y López, 2018, p. 106).
Con este tipo de argumentos, México y Latinoamérica, al igual que Europa del Este para el caso que ellos más estudian, no pueden ser considerados lugares de enunciación en el entendimiento y funcionamiento del sistema-mundo, sino que deben ser simples receptores de teorías y modelos con que se construye la gobernanza global. Si académicos como Pedro Rodríguez y Gustavo López realizan sus análisis y elaboran sus reflexiones con un escaso nivel de criticidad, no debe sorprender que concluyan en que la integración donde quiera que esta se haga, siempre tendrá deficiencias. En todo caso, a esta oficialista enunciación se le podría preguntar sobre el lugar que ocupan al interior de los valores europeos el racismo, el exterminio de pueblos originarios en distintas partes del planeta, el imperialismo y el colonialismo. De igual forma, sobre la implantación del extractivismo y del carácter patriarcal de su cultura en los territorios que fueron conquistados durante el último milenio. Todos estos son también parte de una trayectoria histórica.
Me pregunto si acaso esto ha terminado, después de observar lo ocurrido en años recientes, en sitios tan dispares como Siria o el Congo, Libia o el norte de México, Yemen o Malí, Níger o la Amazonía, territorios donde los conflictos allí ocurridos cuentan con la participación de varios Estados europeos como actores políticos, y capital privado nacional y transnacional como agentes económicos. Es por ello que en América Latina, el pensamiento y la crítica decolonial cuestionan las suposiciones en que el sistema internacional legitima su existencia y funcionamiento, las mismas que dieron forma a la epistemología del eurocentrismo que hasta ahora condicionan las decisiones en la política internacional. Es lo sucedido desde sus orígenes con el realismo, y de manera más reciente con la interdependencia o el constructivismo, a las cuales hemos considerado teorías acompañantes en la organización no solo de un pensamiento situado en relaciones internacionales, sino también partícipes en la institucionalización de la fase actual del sistema-mundo moderno y colonial.
El Estado moderno terminó por dominar el sistema-mundo utilizando distintos medios, hayan sido materiales o epistemológicos. Uno de estos últimos fue la imposición del eurocentrismo en todas las formas de colonialidad existentes, las mismas que no hubieran sido posible sin el colonialismo del siglo XVI y aquellos aspectos que se condensan en el lado oscuro de la modernidad. En relación con esta trayectoria, la misma Amaya Querejazu nos habla de tres formas de violencias encubiertas que se manifiestan en el accionar de quienes propenden por alcanzar la gobernanza global: “el proceso de construcción del otro, la forma como se habilita la posibilidad de producir conocimiento sobre el mundo y, por lo tanto, las soluciones a sus problemas en la forma de Gobernanza Global, y la restricción de las categorías de análisis de RR. II. en las cuales [aquella] se circunscribe” (Querejazu, 2016, p. 154).
En este trabajo nos propusimos mostrar la importancia adquirida por la teoría de la colonialidad del poder y la teoría del sistema-mundo moderno colonial, en la formación de lo que hemos denominado los nuevos estudios internacionales latinoamericanos. Desde el momento en que ambas fueron formuladas, mediados de la década del noventa del siglo pasado, han contribuido a un mayor entendimiento del rol jugado por América Latina en la formación y funcionamiento del sistema mencionado. Sus aportes se basan en la incorporación de eventos, procesos, actores, agentes y agencias que la disciplina o ciencia normal encargada de adelantar tales estudios, pocas veces tomó en cuenta. Podemos concluir que las relaciones internacionales han tenido desde su fundación el predominio de la epistemología del eurocentrismo, y con este se le dio forma a la institucionalidad internacional que tenemos desde hace setenta años.
Para alcanzar los objetivos inicialmente planteados, consideramos darle mayor cabida a la transdisciplinariedad crítica como aspecto metodológico del trabajo adelantado. Por eso, en el primer acápite, nos permitimos presentar de una manera resumida, los principales aportes que han dado forma a esta nueva metodología. Aunque algunos incluso la llaman pensamiento, se puede decir que con los estudios realizados por sus seguidores y las propuestas que han elaborado, y donde no ocultan su voluntad política, se busca un tipo de relacionalidad heterárquica entre las distintas formas del saber actualmente existentes. Son quienes han asumido como un compromiso ético, trabajar de manera conjunta en aras de transformar el sistema actualmente vigente, y en esta voluntad de contribuir a un mundo distinto, han confluido académicos e intelectuales que adelantan sus labores en instituciones alrededor del planeta, con movimientos, actores sociales y políticos de diverso tipo que de igual manera han logrado proyectar sus propuestas a escala global.
En el segundo acápite, se trabajó la presencia de la teoría de la colonialidad del poder en distintos medios académicos y políticos latinoamericanos, sobre todo con el ánimo de constatar su cada vez mayor presencia en los nuevos estudios internacionales que se adelantan en la región. Aquí optamos por presentar las opiniones de distintos investigadores, muchos de ellos intelectuales que igualmente se definen como activistas, a los cuales hemos considerado que llegan a realizar importantes aportes a los nuevos estudios internacionales latinoamericanos. Una teoría que siendo parte del giro epistémico decolonial, de igual manera nos muestra su llegada a otras regiones del planeta, en este caso para el estudio de muy específicos territorios dentro de Europa occidental, logrando identificar causas y consecuencias muy similares en sus recientes crisis, a los tenidos en América Latina durante décadas anteriores.