Los buitres de la deuda. Mara Laudonia

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Los buitres de la deuda - Mara Laudonia

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y el Banco Mundial, enfrentaban la crisis de deuda de países emergentes –la denominada “década perdida” de los 80 como consecuencia de la crisis del petróleo de la década anterior– y decidieron virar su negocio.

      Ayudados indirectamente por los paquetes de rescate que el Fondo les ofrecía a los países para salir de la crisis de su deuda bajo la condiciones económicas de ajuste englobadas en lo que se denominó Consenso de Washington, los bancos buscaron reducir su exposición con la deuda soberana y la recolocaron a acreedores privados anónimos, que pasaron a denominarse “bonistas”, los nuevos tenedores de un título de de deuda.

      Se libró así una especie de ensayo donde primero comenzaron a colocarse los bonos entre grandes inversores que crecían de la mano de la globalización financiera, pero las pruebas luego se extendieron a ahorristas pequeños.[31]

      Así, los bancos ganaron por todos lados: veían reducir su exposición directa, ya que no es lo mismo un préstamo que tener un bono que puede ser vendido en el mercado secundario en cualquier momento, y al mismo tiempo pasaron a esponsorear y a lucrar con el asesoramiento de esas operaciones, y con las comisiones de las colocaciones de esa deuda.

      Este esquema se plasmó claramente en el Plan Brady para el canje de deuda aplicado en la región, que la Argentina realizó en 1992 y que tuvo como protagonistas el sindicato de bancos que lideraba el Citibank, a través de su exponente máximo de entonces para América Latina, William Rhodes.[32]

      Estos planes de reestructuración de deuda que se implementaron en catorce países –entre ellos Brasil, México, Ecuador y Perú, además de la Argentina–, se denominaron Brady en alusión a Nicholas Brady, secretario del Tesoro de Estados Unidos en las épocas de Ronald Reagan y George Bush padre, que en 1989 ideó un esquema para renegociar la deuda comercial de los bancos y con la intención de darle aire a los países en problemas, que además suscribieron sendos paquetes de ajuste con el FMI.

      Pero la deuda comercial con los bancos no desapareció: por el contrario, se convirtió en otro tipo de deuda, que podía ser negociada en el mercado secundario de bonos.

      De esta forma, todo tipo de inversores, incluidos los buitres, comenzaban a entrar en acción comprando esos papeles que idearon los bancos a su medida. Estos últimos, expertos en aprovechar los vacíos legales que dejaba la nueva estructura de deuda en bonos, eran conscientes de que un país no podía declararse en bancarrota, a diferencia de las empresas. Por ello, comenzaron a posicionarse en estos bonos y a apostar a que tarde o temprano ganarían eventuales litigios en los cortes. Otros, que tenían deuda previa a los Brady, decidieron quedar fuera del plan y ser holdouts para litigar y cobrar en los tribunales.

      El primero en salir a la luz, no en la Argentina sino en Brasil, fue el multimillonario Kenneth Dart, considerado el padre del “capitalismo buitre”. Como mencionamos, Dart también fue el primer buitre en presionar a la Argentina ante la Corte de Nueva York. Se trata de un oscuro personaje que pasó a la fama del mundo financiero cuando en 1992 compró bonos basura (o sea, con elevado riesgo de incumplimiento) de Brasil, durante la reestructuración de deuda de los bonos Brady. El magnate discutió a la misma altura que los grandes bancos de inversión, ya que se había convertido en el cuarto mayor acreedor del principal socio comercial brasileño. Pero, a diferencia de las entidades financieras, Dart amenazó al gobierno brasileño y no aceptó la reestructuración.

      La estrategia de holdout –esto es, mantenerse fuera de la reestructuración y luego pedir el 100% en la corte– tuvo sus frutos: compró deuda por un valor de entre 25 y 40 centavos por dólar, con 375 millones de dólares, y cobró luego la suma de 605 millones de dólares, obteniendo una ganancia de 61% sobre el total invertido, según la prensa brasileña.

      Ese hecho lo catapultó al trono de ser el primer buitre surgido desde la era de emisión masiva de bonos soberanos, en los 90. Agreguemos que no se le conoce ninguna foto pública.

      Dart continuó con la casa de activos ganga: compró bonos de Ecuador al 25% del valor nominal, justo antes del inicio de la reestructuración. También bonos basura de distintas empresas, y probó suerte en la compra y venta de papeles relacionados con hipotecas en Estados Unidos, con lo que se dice obtuvo ganancias de más de 300%.

      En Rusia, Dart jugó un rol protagónico en las privatizaciones que tuvieron lugar a principios de los 90. Curiosamente, allí no le fue relativamente bien en los negocios, pero ganó “prestigio” como defensor de la política del FMI y la defensa de inversores minoritarios, y como promotor de la transparencia y liberalización de los mercados.

      Antes de la crisis rusa de 1998 compró acciones de la segunda petrolera más grande de ese país, Yukos. Allí se encontró con otro de su porte, el multimillonario Mijaíl Khodorkovsky, a cargo de la firma, que tiempo después terminó tras las rejas acusado de fraude y evasión. Entre ambos se libró una dura batalla judicial, que terminó en un acuerdo secreto, por el que el fondo Dart Management quedó fuera del negocio. Dart, de todos modos, continuó con el ojo en Rusia y hoy tiene inversiones en el rubro de gas, entre otras.

      La vida de Dart fuera de los papeles de la deuda no es menos controvertida. En Estados Unidos es reconocido también por las peleas familiares y por su vocación de eludir los impuestos, tal como consignó The Wall Street Journal en un artículo publicado en 1994.

      Dart proviene de una familia poderosa de Estados Unidos, oriunda de Michigan. Su padre, William Dart, se hizo millonario gracias a que consiguió el perfeccionamiento de un invento que permitía mantener el calor en la comida, a través de la introducción del poliestireno en distintos envases. Así comenzó la historia de la firma Dart Container, que devino la mayor fábrica del mundo de vasos de café descartables y envases de plástico espumado. Como dijimos, hoy no hay taza de café fabricada con este material, recipiente para llevar comida caliente o tapita plástica que no tenga el logo Dart. En la Argentina, se pueden encontrar prácticamente en cualquier lugar: basta con caminar muy cerca de la Casa Rosada para ver los negocios que exhiben las cajas de los vasos plásticos de repuesto para vender el café, quizá sin saber que detrás de esa marca se encuentra involucrado el mayor litigante contra el país por títulos en default.

      Exiliado desde 1993, Kenneth es el CEO y presidente de la firma, que la revista Forbes ubica en el ranking de las quinientas empresas privadas de Estados Unidos más poderosas. Dart Container tiene plantas en diecisiete países, entre otros México, Canadá, Australia y la Argentina, y maneja cerca de cinco mil empleados.

      Tiempo atrás, Kenneth Dart tuvo una pelea judicial multimillonaria con su hermano Tom, en la cual se disputaron la herencia de unos fondos de su padre, que luego de varios tironeos terminó en un acuerdo extrajudicial, ya que los hermanos privilegiaron la preservación de los números de la fortuna de la familia.

      En muchos aspectos Dart hace recordar al fallecido empresario argentino Alfredo Yabrán. Es un hombre “casi invisible”, sostienen los pocos que lo conocen. De hecho, querelló a un diario de Detroit por haber publicado la casi única imagen que se le conoce, que fuera entregada por su hermano, cuando la disputa entre ellos estaba en plena ebullición.

      Hace ya veinte años Kenneth Dart tomó la decisión de expatriarse de Estados Unidos, por lo que solicitó las ciudadanías de Irlanda y Belice con el objetivo de no pagar impuestos en su país natal. Esta maniobra pudo comprobarse tiempo más tarde, cuando el gobierno de Belice solicitó infructuosamente a Estados Unidos el permiso para instalar un consulado en Sarasota, Florida –donde reside parte de la familia Dart y se ubica una planta–, y ubicar al magnate expatriado allí como miembro del cuerpo diplomático del país sudamericano.

      Tras el frustrado intento de vivir como extranjero en su propio país, Dart siguió refugiado en las islas Caimán.

      Sin embargo, la mujer de Kenneth Dart sigue

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