Los buitres de la deuda. Mara Laudonia

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Los buitres de la deuda - Mara Laudonia

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la radio Rock & Pop.

      En segundo lugar, esa audiencia de Griesa puso de relieve, una vez más, la existencia de un vacío legal para la resolución de conflictos de quiebras de países soberanos con sus acreedores –que continúa aún hoy–, a diferencia de las quiebras en empresas privadas, que tienen un proceso legal establecido.

      Los países son soberanos en sus decisiones, pero al emitir deuda en el exterior se someten a la diversa legislación internacional y gozan de cierta inmunidad soberana en activos como embajadas y reservas internacionales, que no podrían ser embargados en caso de algún incumplimiento. Pero, en la práctica, no pueden disolverse como una empresa en quiebra, puesto que permanecen. Kirchner exponía el problema claramente esa tarde desde Buenos Aires: “Cuando una empresa quiebra en Estados Unidos paga 14 centavos por dólar, y nosotros pagamos lo que podemos”, sostuvo, en alusión al emblemático caso de quiebra de la energética Enron.

      En tercer lugar, se comenzaba a advertir el verdadero peso de los fondos buitre, que tienen un tremendo poder de lobby internacional, pueden poner en jaque a los países y ser pacientes por años, esperando agazapados ad eternum para actuar y poder cobrar, aprovechando este vacío legal internacional. En esa circunstancia, Kirchner ya alertaba esa misma tarde a los argentinos de lo arriesgado y del terreno desconocido por el que se transitaría –y se transita aún– en la estrategia legal argentina a nivel internacional, y que era “factible” que “nos fallaran en contra” en la Corte de Nueva York.

      Otra curiosidad es que a partir de esa audiencia los buitres comenzaron a funcionar en tándem y a realizar acciones coordinadas en las estrategias legales, lo que obligó a dejar un poco de lado el ego característico de estos personajes sobre quién de ellos prevalecería en la disputa por la deuda en default. Llegaron al punto de contratar al mismo abogado: el joven americano Dennis Hranitzky, quien por su trabajo visitó varias veces la Argentina, país que cada vez le agradaba más –hasta se compró un departamento en Recoleta–. En los inicios de la causa había trabajado para Dart en el estudio Dechert. Su participación en la audiencia representando al magnate de los vasos plásticos, a quien jura que nunca pudo conocer personalmente, cautivó a Newman, quien luego lo contrató para representar a Elliott y lo mudó a uno de los edificios más emblemático de la Gran Manzana, el Met Life, donde funcionan las oficinas de Elliott justo frente al Bryant Park, donde todos los años se levantaba, en septiembre, la carpa blanca del Fashion Week, que desde 2010 se mudó al Lincoln Center. Ahora, Hranitzky representa a los dos mayores acreedores en default de la Argentina, en juicios combinados.

      Un aspecto destacado es el cambio de actitud de Griesa desde el inicio formal del caso judicial contra el país por el default, que fue inaugurado a mediados de 2002 con una demanda judicial de los fondos Old Castle y Lightwater, los primeros en obtener sentencia contra el país en abril de 2003. En una primera etapa, Griesa mantuvo el estilo coherente que había caracterizado sus sentencias, pero esto duró hasta entrada la crisis financiera internacional que explotó en 2008.

      La lógica de Griesa fue la de crear un contexto donde las partes puedan sentarse a negociar entre ellas, intentando darle espacio al soberano para que tenga la oportunidad legítima de presentar su propuesta de reestructuración de la deuda, más que decidirse por uno u otro bando. Siempre trató de reconocer parte de los argumentos de cada uno en sus sentencias. “En los primeros tiempos de la renegociación de la deuda, era muy típico que Griesa te diera victorias amargas o derrotas dulces”, opinó un funcionario familiarizado con el juez desde el principio.

      Otro colaborador del gobierno considera que Griesa “es un juez de equidad y eso no es un concepto que tenga que ver con las finanzas en sí. Actuaba por sentido común y trataba de generar un contexto para que arregláramos entre nosotros, si bien con el tiempo se puso más duro”, quizá debido a los años que lleva la resolución del tema.

      Tiempo después, el juez denotaría cansancio y tendría una actitud con el país que por momentos resultaría hostil, y hasta contradictoria, ante la imposibilidad de cerrar el caso con la Argentina. Muy probablemente se jubile antes de ver el final del conflicto judicial. Esa impotencia de Griesa fue reflejada en los sucesivos fallos, a causa del mencionado vacío legal internacional sobre los defaults soberanos, y, aunada a la actitud de rapiña de los buitres, llevó al gobierno argentino a encarar una estrategia defensiva caso por caso.

      Así, para el país, los fondos buitre nacieron tras la crisis y el default de 2001. Comenzaron a posicionarse rápidamente en bonos ya a fines de 2001, pero hicieron el grueso de sus compras luego de declararse el default, cuando lo papeles no pasaban los 25 centavos de dólar.

      Desde entonces, vienen ensayando incansablemente desde hace diez años distintas hojas de ruta para presionar al país a pagarle el 100% de sus tenencias por la vía de litigio, y tocando puertas en los poderes ejecutivos y legislativos de Estados Unidos y países europeos. A Elliott y Dart se sumaron otros fondos buitre menos conocidos, como Aurelius, Blue Angel y Capital Venture Investments (CVI), que salieron en los últimos años a la caza de distintos activos argentinos desperdigados por el mundo, susceptibles de ser incautados.

      Ambos buitres encabezaron la mayoría de las demandas y lograron títulos rimbombantes en los diarios locales y del exterior. Desde satélites y dependencias públicas, activos de Aerolíneas y hasta el Tango 01, fondos de las ex AFJP, una cantidad importante y variedad de bienes estuvieron embargados o se vieron tocados por el desarrollo de los juicios en estos diez años –que no se desarrollaban sólo en Nueva York sino también en Europa, entre otros lugares–, a raíz de los fondos buitre, si bien en la casi totalidad la Argentina pudo demostrar soberanía y por lo tanto sortear la incautación definitiva.

      Uno de los casos más emblemáticos tuvo como protagonista a las reservas internacionales de la Argentina, y más específicamente la validez legal de su utilización para pagar deuda pública, sin que pudiese ser interceptada por los buitres. Fue, como se verá más adelante, una batalla campal que se libró en el verano de 2010, cuando se puso a prueba el modelo económico encarado por la Argentina desde 2003, que priorizó el crecimiento y la acumulación de reservas internacionales, junto a la estrategia de desendeudamiento que los funcionarios protagonistas de este libro transitaron con demasiado vértigo.

      Otro de los casos, más reciente, involucró a la nave insignia, la fragata Libertad, demorada en octubre de 2012 (y por dos meses) en el puerto por la justicia de Ghana, y la decisión de la Corte de Apelaciones de Estados Unidos, que le dio la venia a los buitres sobre la definición de pari passu, esto es, “tratamiento igualitario” que merecen los acreedores (ver capítulo 16).

      El estilo buitre

      Los fondos buitre no tienen ningún prurito en arrinconar países pobres o en problemas, y buscan por todos los medios presionar a gobiernos y funcionarios.

      Una reciente investigación del Banco Mundial sostuvo que más de un tercio de los países que califican en el programa mundial de condonación de deuda, debido al hambre y la pobreza que padecen, estuvieron jaqueados por juicios de al menos veintiséis fondos buitre, que recibieron en total 1.000 millones de dólares.

      La era de los buitres comenzó a cobrar notoriedad entre los países emergentes casi de la mano de la crisis de deuda surgida luego de la crisis del petróleo de los 70 y el posterior advenimiento de los planes Brady que adscribieron los países de América Latina, planteados inicialmente como una solución al problema de la deuda que llegó casi al culminar la década de los 80.

      Estos fondos, que rechazan de plano ser tildados como buitre argumentando conductas legales –cuando no morales–, comenzaron a entrar en acción en las cortes internacionales en casos de default soberanos de países emergentes en los 80 y los 90, como los de Brasil, Ecuador y Perú.

      No es casual que hayan aparecido hace treinta años entre los países latinoamericanos: fue el

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