Querido Timoteo. Группа авторов

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Una división así de la vida podría ser aceptable en otras profesiones, pero no es apropiada para un cristianismo real y mucho menos para un ministerio pastoral fiel.

      Muchos hombres buenos han tropezado en esto tan básico. De hecho, la galería de pastores caídos es un serio recordatorio de la absoluta necesidad de que tu discipulado cotidiano y personal sea tu prioridad principal. Algunos de los momentos más difíciles de mi ministerio, emocionalmente hablando, han llegado al recibir las noticias de que un hermano más se ha auto-descalificado del pastorado por una caída moral. Tu todavía estas joven en el ministerio, pero no dudes que pronto, tales noticias llegaran a tus puertas también. Hombres que conoces de cerca o por referencias, hombres cuyos dones y privilegios consideras que son muy superiores a los tuyos, serán descubiertos en pecados escandalosos.

      ¿Como sucede esto? Puedes estar seguro que no pasa de un día para otro. Estos pecados descalificadores siempre tienen un historial. Y en la raíz de ese historial está el descuido de las disciplinas espirituales. Tal como el personaje de nombre Cristiano del escritor Bunyan lo describe, uno de los primeros pasos hacia abajo en el camino de la apostasía llega cuando los reincidentes “abandonan gradualmente sus deberes privados, como la oración intima, refrenar sus lascivias, el estar atentos, afligirse por su pecado, y otros similares.”4

      Así que, mi querido joven hermano, guarda tu corazón. Ve a la palabra de Dios en primer lugar como un creyente. Recuerda que antes de ser un pastor eres una oveja. Como pastor tú necesitas las mismas cosas que les encomiendas a otros. Sigue la sabiduría de Robert Murray M’Cheyne quien dijo, “Dios no bendice tanto a los de mucho talento como a los de mucha semejanza a Cristo. Un ministro santo es una terrible arma en las manos de Dios.”5

      Pablo les dijo a los diáconos de Efesios, “Tengan, pues cuidado.” Cuando repite la amonestación a Timoteo agrega que el hacer esto es un ingrediente esencial para salvar tanto a él mismo como a sus oidores (Hechos 20:28, 1 Timoteo 4:16). Un pastor debe tener como disciplina prioritaria el leer, meditar y memorizar las Escrituras, por el propio bien de su alma. También debemos orar por el trabajo del espíritu en nuestras vidas. Algo menos que esto es negligencia espiritual.

      Un Esposo

      Después de ser un cristiano, Dios me ha llamado a mi (y también a ti) a ser un esposo. Igual que tú, he sido bendecido con una esposa fiel y piadosa. Donna y yo tomamos nuestros votos matrimoniales muy en serio, lo cual significa que debo tenerla en una estima superior a la de cualquier otra persona. Después de Jesucristo, ella es mi prioridad principal.

      Ser un esposo es una responsabilidad maravillosa. Jesucristo en su relación con la iglesia es nuestro modelo. Ser la cabeza de un hogar es un gran desafío. Una esposa piadosa necesita y desea un liderazgo piadoso por parte de su marido. El llamado a ser un esposo piadoso conlleva el ofrecer ese liderazgo. En cuanto a la manera de relacionarse con su esposa, Cristo llama a un hombre a luchar en contra de dos errores que son opuestos pero igualmente mortales, la pasividad auto-protectora y un autoritarismo egoísta. Un esposo pasivo promueve la frustración en su esposa, ya que ella desea ser guiada, esto podría tentarla a tomar un papel dominante. Un esposo autoritario intimida a su esposa y bien podría ahogar el desarrollo de sus dones espirituales.

      En Efesios 5, Pablo deja claro que Jesucristo es nuestro modelo como esposo. Su amor, sacrificio y cuidado por su esposa debe ser el patrón de tu relación con María. Ella necesita estar segura en tu amor. Necesita saber que es más importante para ti que tu reputación o el ejercicio de tus dones públicos.

      Puede ser que la esposa de un pastor tenga el papel más difícil de toda la iglesia. Carlos Spurgeon dijo esto con su característica sutileza y cariño dos años antes de su muerte. Hablando en una boda, él dijo:

      “Si fuera una joven, y estuviera pensando en casarme, no me casaría con un ministro, porque la posición de esposa de un ministro es muy difícil de cumplir para cualquiera. Las iglesias no dan a los ministros dos salarios, uno para el esposo y el otro para la esposa; pero, en muchos casos, ellos buscan los servicios de la esposa, ya sea que ellos paguen por ello o no.

      Se espera que la esposa del ministro sepa también todo acerca de la iglesia, pero en otro sentido se espera que ella no sepa nada; y algunas personas igualmente le echan la culpa en cualquiera de los casos. Sus deberes consisten en estar siempre en casa y atender a su marido y su familia ¡y estar siempre afuera, visitando a gente, y haciendo toda clase de cosas para toda la iglesia! Bueno, por supuesto, que esto es imposible; ella no puede estar disponible para todos, y tampoco puede esperar que los complacerá a todos. Su esposo no puede hacer eso, y pienso que seria muy tonto si tratara de hacerlo; y estoy seguro que así como el esposo no puede complacer a todos, tampoco la esposa puede. Habrá seguramente más de uno que estará disgustado, especialmente si ese alguien había esperado ser la esposa del ministro. Dificultades surgen continuamente hasta en las iglesias mejor reglamentadas; y, como lo dije antes, la posición de esposa de pastor es siempre ardua. Aun así, pienso que si yo fuera una joven cristiana, me casaría con un ministro cristiano si pudiera, porque hay en ello una oportunidad de hacer tanto bien ayudándolo en su servicio a Cristo. Es una gran ayuda para la causa de Dios el mantener al ministro bien organizado para su trabajo. Es el deber de su esposa ver que él no este incomodo en la casa; porque, si todo allí está bien cuidado y con alegría, él podrá dar todos sus pensamientos para la preparación del púlpito; y la mujer piadosa que ayuda así a su esposo a predicar mejor, es también ella misma una predicadora aunque nunca predique en publico, y así ella llega a ser de la manera más excelente, útil para la iglesia de Cristo comprometida al cargo que tiene su marido.”6

      La esposa de un pastor ve todos los defectos y fallas de su marido y aun así debe recibir su instrucción continuamente sobre la Palabra de Dios. Ella vive en una pecera. Las expectativas poco realistas de la congregación a menudo pueden agregar gran estrés a su familia. Comentarios descuidados, los cuales podrían o no haber tenido la intención de herir, pueden herirla profundamente. Si, además de estas otras presiones, ella siente que su esposo la está descuidando, la presión puede volverse muy grande de sobrellevar. Como marido, mi responsabilidad y privilegio es asegurarle a mi esposa que ella es más importante para mí que cualquier otra relación humana que yo tenga. He sido llamado a nutrirla y alentarla, ayudarla a cumplir su propio llamado como una mujer de Dios.

      Nuestras esposas necesitan tener la confianza que son más importantes para nosotros que nuestro ministerio en la iglesia. Cuando este mensaje se comunica clara y frecuentemente, esas inevitables temporadas de demandas inusualmente altas en la iglesia son más fáciles de soportar.

      Un Padre

      La tercera cosa que Dios ha hecho de mi es un padre. Donna y yo tenemos seis hijos, así que tengo mucha práctica en cuestiones de paternidad. Si las esposas de los pastores han recibido una preocupación especial, los hijos de los pastores se han vuelto aun más notorios. También a menudo son sacrificados por “causa del ministerio.” Recuerdo estar sentado en mi cuarto de estudio cuando era un joven pastor y escuchar a un pastor jubilado cuyo exitoso ministerio era ampliamente aclamado. El habló acerca de las muchas cosas maravillosas que había experimentado en las iglesias que había servido. Entonces agregó, “Pero pagué un alto precio por mi éxito. Mis hijos no recibieron lo que deberían haber recibido de su padre, y hoy se han desviado del Señor y la iglesia.”

      Mientras él lloraba, yo reflexionaba. En ese entonces mi único hijo rondaba los 3 años. La atracción de oportunidades para ministrar y de satisfacer interminables necesidades, estaban tentándome a descuidar a mi familia a causa de “mi ministerio.” Pero Dios, me recordaba que en términos de prioridad, él me llama a ser un padre antes de llamarme ser un pastor. Mis hijos necesitan saber que, después de su madre, ellos son la gente más importante en mi vida. Mi congregación también necesita saberlo.

      Un pastor puede fácil aunque involuntariamente, descuidar

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