Luna azul. Lee Child
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—¿Cómo fue? —preguntó Reacher.
—Muy fácil —dijo Shevick—. Me acerqué a la mesa, y me quedé ahí, mientras él me inspeccionaba, y después me indicó que me sentara, y eso hice. Supongo que al principio di unas cuantas vueltas, hasta que en un momento simplemente le dije, mira, necesito un préstamo, y entiendo que tú prestas dinero. Me preguntó cuánto, y se lo dije. Me explicó los términos del contrato. Me enseñó las fotos. Vi el vídeo. Le di mi número de cuenta. Veinte minutos después el dinero estaba en mi banco. Lo transfirieron desde algún lugar imposible de rastrear vía una empresa en Delaware.
—Me imaginé una bolsa de dinero en efectivo —dijo Reacher.
—Nosotros lo tenemos que devolver en efectivo.
Reacher asintió.
—Dos cosas en una —dijo—. Las dos al mismo tiempo. Usura y lavado de dinero. Transfieren electrones sucios y a cambio reciben efectivo limpio de las calles. Más una buena tasa de interés, encima. La mayor parte del lavado de dinero incluye perder un porcentaje, no ganar un porcentaje. Supongo que esos chicos no eran tontos.
—No según nuestra experiencia.
—¿Crees que los ucranianos van a ser mejores o peores?
—Peores, imagino. La ley de la selva parece que ya lo está demostrando.
—¿Entonces cómo les van a devolver el dinero?
—De eso nos ocuparemos mañana.
—No les queda nada que vender.
—Algo puede llegar a aparecer.
—En sus sueños.
—No, en la realidad. Estamos esperando algo. Tenemos motivos para creer que va a venir muy pronto. Tenemos que mantenernos firmes hasta que llegue.
De ninguna manera iban a decir qué era lo que estaban esperando.
Veinte minutos más tarde Reacher descendió del bordillo más alejado, libre de cargas, y cruzó la calle en cuatro zancadas rápidas, y subió el bordillo más próximo, y tiró de la puerta del bar. El interior parecía estar más iluminado que antes, porque el exterior estaba más oscuro, y estaba algo más ruidoso, porque había más personas, incluyendo a un grupo de cinco hombres apretujados alrededor de una mesa para cuatro comensales, todos rememorando alguna cosa u otra.
El tipo pálido estaba todavía en la esquina de atrás al fondo.
Reacher anduvo hacia él. El tipo pálido lo miró durante todo el trayecto. Reacher se moderó un poco. Había que respetar las convenciones. Prestamista y prestatario. Caminó con lo que él consideraba que era su andar amigable, pura locomoción desinhibida, ninguna amenaza para nadie. Se sentó en la misma silla que había usado antes.
El tipo pálido dijo:
—Aaron Shevick, ¿no?
—Sí —dijo Reacher.
—¿Qué te trae de vuelta tan pronto?
—Necesito un préstamo.
—¿Ya? Acabas de cancelar una deuda.
—Surgió algo.
—Te lo dije —dijo el tipo—. Los perdedores como tú siempre regresan.
—Lo recuerdo —dijo Reacher.
—¿Cuánto quieres?
—Dieciocho mil novecientos dólares —dijo Reacher.
El tipo pálido negó con la cabeza.
—No puedo —dijo.
—¿Por qué no?
—Es un salto importante desde los ochocientos de la última vez.
—Mil cuatrocientos.
—Seiscientos de eso fueron tasas y cargos. El capital eran solo ochocientos dólares.
—Eso fue entonces. Esto es ahora. Es lo que necesito.
—¿Lo vas a poder pagar?
—Siempre pude —dijo Reacher—. Pregúntale a Fisnik.
—Fisnik es historia —dijo el tipo pálido.
Nada más.
Reacher esperó.
Después el tipo pálido dijo:
—Quizás haya una manera de ayudarte. Aunque tienes que entender que voy a estar asumiendo un riesgo, el cual va a tener que estar reflejado en el precio. ¿Te sientes cómodo con esa situación?
—Supongo —dijo Reacher.
—Y debo decirte que soy más bien una persona de números redondos. No puedo darte dieciocho novecientos. Tendríamos que decir veinte. De allí sacaría mil cien como tasa administrativa. Recibirías la cantidad exacta que necesitas. ¿Quieres escuchar las tasas de interés?
—Supongo —volvió a decir Reacher.
—Las cosas han seguido su curso desde los tiempos de Fisnik. Ahora estamos en una era de innovaciones. Operamos con lo que se conoce como tarifa dinámica. Ajustamos la tasa para arriba o para abajo, dependiendo de la oferta y la demanda y cosas por el estilo, pero también dependiendo de lo que pensamos del prestatario. ¿Será fiable? ¿Podemos confiar en él? Cuestiones como esas.
—¿Y yo dónde estoy? —preguntó Reacher—. ¿Arriba o abajo?
—Voy a empezar poniéndote bien arriba, en la cima de todo. Donde están los peores riesgos. Lo cierto es que no me caes muy bien, Aaron Shevick. No estoy teniendo una buena sensación. Te llevas veinte esta noche, me traes veinticinco, dentro de una semana a partir de hoy. Después de eso, los intereses siguen al veinticinco por ciento por semana o parte de una semana, más un cargo por mora de mil dólares por día, o parte de un día. Después del primer plazo, todos los montos están sujetos a ser pagados en su totalidad inmediatamente si son reclamados. Una negativa o una incapacidad de pago bajo demanda te pueden dejar expuesto a cosas desagradables de diferentes tipos. Tienes que entender eso por anticipado. Necesito escucharte decirlo, con tus propias palabras. No es el tipo de cosa que se puede escribir y firmar. Tengo fotos para que veas.
—Grandioso —dijo Reacher.
El tipo pulsó un poco su teléfono,