Amad a vuestros enemigos. Arthur C. Brooks

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Amad a vuestros enemigos - Arthur C. Brooks

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      –¿Queréis saber, pues, por qué existe Black Lives Matter? Porque ves a un negro morir abatido o asfixiado en televisión sin que pase nada. Y eso es algo que tenemos que arreglar.

      –Ése era un delincuente –gritó alguien, mientras comenzaban a sonar abucheos entre la multitud.

      Hawk insistió:

      –No estamos en contra de la policía.

      –¡Sí lo estáis! –gritó alguien.

      –Estamos en contra de los policías malos –replicó Hawk–. Lo que nosotros decimos es que si un policía es malo, hay que despedirlo igual que se despide a un mal fontanero, un mal abogado o un mal… político.

      Ante esto, la muchedumbre comenzó a vitorear de nuevo. Hoy en día, no hay nada que los manifestantes detesten más que a los malos políticos.

      –He dicho que soy americano. En segundo lugar, soy cristiano –dijo Hawk, que había vuelto a sintonizar con su público–. No pedimos caridad. No os pedimos nada vuestro. Queremos el derecho que Dios nos ha dado a la libertad y la búsqueda de la felicidad.

      La multitud prorrumpió en vítores. Entonces alguien gritó:

      –¡Todas las vidas son importantes!

      –¡Tienes razón, hermano, tienes razón! Tienes muchísima razón –asintió Hawk–. Todas las vidas son importantes, ¿verdad? Pero cuando un negro pierde la vida, no actúa la justicia. Por eso decimos que las vidas de los negros son importantes.

      Como ya había agotado sus dos minutos, concluyó así su intervención:

      –Escuchadme, os diré una sola cosa más y me iré: si realmente queremos hacer que América sea grande, hagámoslo unidos.

      La multitud rugió y empezó a corear: «¡USA! ¡USA!». Una señora que estaba de pie en la primera fila se puso de puntillas para darle a Hawk una bandera estadounidense. La levantó y la agitó. Más vítores. Cuando bajó del escenario, para su sorpresa y asombro, muchos de los partidarios de Trump se le acercaron y lo abrazaron. Antes, al llegar a la Explanada, se había cortado la mano con un cuchillo al abrir una caja de carteles. La llevaba envuelta en un pañuelo, pero sangraba. El cabecilla de una milicia de cuatro mil hombres vio que Hawk estaba herido y lo llevó a un lado para curarlo. «Y mientras me cura el dedo –cuenta Hawk–, el tipo de la milicia va y me dice: “¿Sabes? Yo antes creía que sabía de qué iba la cosa, pero ahora lo he sentido de veras. Tienes toda la razón, hermano”. Y chocamos los cinco.» Después del mitin han continuado en contacto. «Seguimos siendo amigos en Facebook», comenta Hawk.

      Entonces un hombre llamado Kenny Johnson, uno de los líderes de un grupo llamado Bikers for Trump (‘Moteros a favor de Trump’), se acercó a Hawk. «Parecía salido de la serie Sons of Anarchy –recuerda Hawk–. Me dijo: “Tu discurso ha sido increíble. Me encantaría presentarte a mi hijo’’. Así que fuimos a ver a su hijo Jacob, un niño rubio que estaba jugando debajo de un árbol.» Johnson le pidió a Hawk que tomara en brazos al chico para que pudieran hacerles una foto juntos. «Eso me emocionó», dice Hawk.

      El sentimiento de fraternidad inundó de forma evidente la Explanada Nacional ese día. «Era una sensación de euforia –declaró Hawk–. Me devolvió la fe en algunas de esas personas. Porque cuando dije la verdad, estuvieron de acuerdo. Siento como si hubiéramos progresado… sin que ninguno de los dos lados cediera.» Había llegado esperando un conflicto. En cambio, dice: «Pasé de ser el enemigo a ser alguien a quien deseaban fotografiar con sus hijos».

      Hawk me dijo que la experiencia lo cambió. Me contó que, después de regresar a Nueva York, luchó consigo mismo durante meses hasta que acabó tomando una decisión: «Decidí que preferiría recurrir al amor. Ya no quiero ir a abroncar a la gente. No quiero discutir ni pelear. Lo que quiero es que la gente entienda, que la gente se una. Lo que quiero es avanzar».

      Recibió muchas críticas de parte de algunos colegas activistas, a quienes no les gustó que compartiera el escenario con los manifestantes pro-Trump. Algunos lo tacharon de «trumpista amigo del KKK». Un activista declaró que Hawk había «cometido traición». Pero Hawk no se ha dejado intimidar por las críticas: «Esta división que nos impide hablar unos con otros y entendernos podemos superarla, pero no lo conseguiremos gritándonos todo el tiempo, sino tendiendo puentes. Por eso mi discurso ha cambiado. Porque lo que pasó en aquel escenario fue genial… Hoy ya es otro día… Hay otra manera de hacer las cosas».

      Tommy Hodges está de acuerdo. Después del mitin, concedió una entrevista en la que explicó por qué había invitado a Hawk a subir al escenario:

      En estos momentos tenemos un montón de violencia política. Quiero decir que cada día, cuando pones las noticias o miras las redes sociales, todo lo que ves es gente a la que atacan por sus opiniones políticas. Es absurdo […]. La violencia política es propia de Rusia. Propia de Irán. Propia de Corea del Norte. Se supone que no es algo propio de aquí.

      Aunque los medios de comunicación nacionales ignoraron en su mayoría lo que sucedió en la Explanada Nacional ese día, se convirtió en un hito viral. Cincuenta y siete millones de personas vieron el discurso de Hawk en Internet. Al parecer, todos los que lo vieron, con independencia de su ideología política, enviaron el vídeo a amigos y familiares con el mismo mensaje: «¡increíble! Tienes que verlo».

      Así fue como vi el vídeo por primera vez. Cuando los partidarios de Trump prorrumpieron en aplausos, se me hinchó el corazón. Me entusiasmó tanto que escribí sobre el acontecimiento en el New York Times, y me hice amigo de Hawk Newsome. Busca en Internet y, mientras miras el vídeo, escucha a tu corazón. Seguro que, si eres como la mayoría de los estadounidenses, con independencia de tus ideas políticas, no querrás que echen a Hawk Newsome del escenario a base de abucheos, sino que te identificarás con él… y con los vítores de los manifestantes pro-Trump.

      No serás el único. Sólo tienes que mirar el apartado de comentarios que hay debajo del vídeo:

      «¡Avanzamos! ¡Está en marcha y no podrán detenerlo ni con todo el odio del mundo!»

      «Eso es lo que nos hace falta. Tenemos que saber discrepar, y aun así, ser respetuosos.»

      «Es un vídeo precioso de verdad.»

      «Me ha hecho llorar.»

      «¡Caray, menuda bomba! […] La unidad es lo que va a hacer del mundo un lugar mejor para todos.»

      Al comienzo de esta introducción he dicho que nuestro problema nacional era la cultura de desprecio. ¿Y qué es exactamente el desprecio?

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