Demasiado sexy. Victoria Dahl

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¿te acuerdas de él?

      –¡Claro que me acuerdo! ¿Sigue viviendo aquí?

      –En la Granja de Sementales, precisamente.

      Vaya, pues eso tenía sentido. Walker era todo un ligón cuando estaban en el instituto. A ella le gustaba muchísimo, aunque siempre había procurado que no se le notara. En realidad, la mitad de las chicas del instituto estaban locas por él. Cuando ella le daba clases de apoyo en la biblioteca, durante la hora de comer, las chicas se paseaban por allí, y había un desfile de rubias, morenas y pelirrojas, las chicas más guapas del instituto. Las animadoras y las reinas del rodeo. Y Walker se cercioraba de que sonreía a todas y cada una de ellas.

      Charlie siguió a Nate. Entraron en el edificio de apartamentos y subieron al segundo piso. El rellano de doble altura estaba muy limpio y era luminoso, porque la luz entraba a raudales por las ventanas de la vieja granja que flanqueaban la puerta principal.

      –Toma la llave. Tienes que ir al bar a recoger el contrato de alquiler.

      –Muy bien.

      –Una cosa, Charlie. Si está Rayleen Kisler, es mejor que le des la razón en todo. ¿Conoces a Rayleen?

      –He oído hablar de ella.

      –Walker la convenció para que te alquilara uno de los pisos, pero ella preferiría tener a un inquilino más… –Nate se detuvo delante de la puerta del apartamento C y cabeceó–. Más grande y peludo.

      Charlie sonrió.

      –Entonces, ¿no ha dejado sus aficiones?

      –No. Le sigue gustando mirar. Pero ha hecho una excepción contigo. Aunque hay otra mujer viviendo en el apartamento que hay justo debajo del tuyo. Se llama Merry Kade. Así que ha sido un milagro que Walker consiguiera meterte aquí.

      –Tendré que encontrar la manera de agradecérselo.

      –No te será difícil. Vive justo ahí –dijo Nate, y señaló con la cabeza el apartamento del otro lado del rellano.

      Ella miró con sorpresa hacia la otra puerta mientras abría la suya. ¿Walker vivía allí mismo? Eso podía ser interesante. O irritante, si, después de tantos años, continuaba el desfile de mujeres guapas. A lo mejor podía sentarse en un escalón con un libro y saludarlas a todas, para recuperar algo de la diversión de su adolescencia.

      Charlie entró al apartamento y vio las sencillas paredes blancas y el brillo del suelo de madera. No se parecía en nada a su estudio del hotel. No tenía electrodomésticos de alta gama ni detalles de madera. No tenía una chimenea con el frente de piedra. Era modesto, estaba vacío y tenía privacidad.

      Exhaló un suspiro de alivio.

      –Tengo unas cuantas cosas en un guardamuebles. Voy a ir a buscarlas en cuanto firme el contrato.

      –Avísame –le dijo Nate–. Te ayudo a traer lo que necesites.

      –No tienes por qué hacerlo.

      –Vamos. Ya sé que eres una experta en seguridad, pero no eres tan fuerte.

      Ella le dio un puñetazo en el hombro, pero él ni siquiera se inmutó. Sí, no era tan fuerte. Ni tan experta en seguridad. En realidad, su punto fuerte era la observación. La vigilancia. La información. O, por lo menos, antes sí lo era.

      Empezó a costarle esfuerzo sonreír, y se dio la vuelta para que su primo no la viera. Fingió que observaba con atención el apartamento.

      –Bueno, de acuerdo. Te llamaré cuando necesite ayuda.

      –Perfecto. Tienes la llave. Que no se te olvide ir a ver a Jenny por lo del contrato.

      –Ah, la nueva novia, ¿eh?

      Su primo se ruborizó.

      –En realidad, no es tan nueva. Llevamos juntos desde febrero.

      Charlie sonrió.

      –Vaya. Tu madre debe de estar como loca. Y yo estoy deseando conocer a esa mujer. –¿Quieres venir al bar conmigo ahora?

      Ah, qué encantador era. Qué maravilla ser una de esas personas que creían en el amor.

      –Dame unos minutos. Iré enseguida.

      En cuanto se marchó Nate, Charlie dejó de sonreír y recorrió el apartamento. Aunque sus entradas estaban separadas por el descansillo, se dio cuenta de que el apartamento de Walker y el suyo compartían la pared del salón, del baño y de la habitación. Esperaba que los muros fueran gruesos. El Walker a quien ella había conocido no le parecía un chico que favoreciera el silencio en el dormitorio.

      Se rio suavemente al pensar aquello. Después, fue revisándolo todo para hacerse una idea de lo que necesitaba para que aquella casa fuera cómoda. Sus pasos resonaban en el suelo y en el techo, recordándole lo vacías que estaban las habitaciones.

      El estudio que había ocupado en el hotel estaba completamente amueblado, así que todas sus cosas, salvo la ropa y algunos objetos personales, estaban en un guardamuebles, pero tenía muchos muebles bonitos de su antigua casa de Tahoe. Podría llevar algunos de ellos a aquel apartamento sin ayuda. Podría alquilar una camioneta y llevar todas las cosas de la cocina aquella misma noche. Tendría su mesa y sus sillas. Sus lámparas. Tal vez, incluso, su cama. Demonios, prefería dormir en el suelo que volver al hotel. Eso le resultaba insoportable. La mera idea de pasar otra noche allí le ponía la carne de gallina.

      Ya tenía bastante con trabajar en aquel lugar y no poder despedirse.

      Apagó las luces y cerró la puerta con llave al salir. Quería terminar con aquella parte. Le dolía el estómago por haber tenido que mentirle a su primo, pero no había podido evitarlo. No podía reconocer que había sufrido otra derrota. Ya eran demasiadas para aquel año.

      Tuvo que pestañear para poder contener las lágrimas de frustración. Lo peor había quedado atrás, de eso no había duda.

      Después de vivir tantos años en Las Vegas y Tahoe, de forjarse una carrera profesional y hacerse una buena reputación, todo se había ido al traste, pero, a partir de aquel momento, las cosas iban a ser distintas. No iba a volver atrás. No iba a volver a ser quien era en Tahoe, ni tampoco en el instituto.

      Salió de la Granja de Sementales y sonrió forzadamente. Si quería ser una mujer nueva, era el momento de empezar.

      Capítulo 2

      –La odio –gruñó Rayleen desde su mesa del rincón. Walker se dio cuenta de que le estaba hablando a él.

      Miró a Jenny, que puso los ojos en blanco.

      –Charlie ha venido a firmar el contrato de alquiler –le explicó.

      Rayleen soltó un resoplido.

      –Se ha presentado aquí con unos vaqueros ajustados y una sonrisa petulante. Tú me habías dicho que era una chica agradable, Walker.

      –¿Y

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